La presencia del presidente de la República en territorio de Nuevo León, el pasado jueves primero de marzo, provoca dos encontradas reacciones: una que infla nuestro optimismo con la iniciación de los trabajos de construcción de la anhelada y necesaria autopista de cuota entre Saltillo y Monterrey; otra que lo desinfla por el proyecto allí anunciado de regresar a la iniciativa privada las carreteras que el mismo Gobierno en los años noventa ?salvó? (connotación de recuperar o readquirir) a un costo superior a 165 mil pesos de nuestros impuestos.
Para evitar confusiones sobre esto último, hagamos memoria: antes de los años de 1988 a 1994, periodo del inefable Salinas de Gortari, las carreteras pertenecían al dominio del Gobierno Federal (las nacionales) o a los Gobiernos Estatales aquellas que sólo comunicaban a los municipios de las entidades federativas. Eran 52 en total las que estaban construidas con recursos fiscales; pero Salinas decidió convertirlas en autopistas de cuota, modernizarlas, erigirles casetas de cobro y adjudicarlas a los empresarios ?léase parientes, amigos y contlapaches? mediante un ?concurso?.
Recordemos también que de la vía interoceánica Matamoros?Mazatlán, el secretario de Comunicaciones Andrés Caso Lombardo y uno de los concesionarios, Raúl Salinas de Gortari, intentaron apropiarse del tramo entre Saltillo y La Cuchilla para aprovechar lo ya construido y destinarlo a segundo cuerpo de la autopista Saltillo?Torreón por inaugurar. En el caso, la sociedad coahuilense, los medios de comunicación y los transportistas estuvieron alerta y echaron por tierra estos planes. Y por ello la flamante autopista quedó como un ente ?talidomido? bajo el mote de la 4-2-4: estrecha, sin acotamientos y por lo mismo riesgosa y onerosa. Fue el Gobierno del Rogelio Montemayor quien, ante la presión de la opinión pública, logró dar una solución apagafuego al problema. No totalmente, pues ahora Humberto Moreira ha iniciado un nuevo acondicionamiento entre Paila y La Cuchilla, ampliando las áreas laterales.
Luego sobrevinieron los días fatales de 1994 y 95: tuvimos otra quiebra del sistema financiero nacional. Y empezaron los quejidos de los 52 concesionarios sobre la incosteabilidad de los ?grandes negocios? -que habían pensado- iban a ser las autopistas: subieron los costos de mantenimiento, se presentaron problemas operativos y los empresarios dejaron de pagar a los bancos los créditos que habían contratado. Entonces, en 1997, papi Gobierno ?léase Zedillo? convenció a los diputados para que tal cual se había ?salvado? antes a los propios bancos, ahora se ?salvara? a las carreteras ?léase a las empresas concesionarias? mediante el pago de 165 mil millones de pesos provenientes de los impuestos para amortizar la deuda con los bancos. Las preocupaciones financieras pasaron entonces de la Iniciativa Privada a la Iniciativa Pública: el Gobierno quedó superendrogado con las supercarreteras ?salvadas?.
Ahora, nuevamente, irá hacia atrás la propiedad de los modernos caminos, bastante maltratados por cierto. El señor presidente Calderón proyecta readquirirlos y concursarlos para nuevamente enajenarlos, lo cual, dice: ?Dará al Gobierno, de un solo golpe, el dinero de los próximos años?. Este año el Gobierno Federal invertirá en ejes carreteros tres mil quinientos millones de pesos; poco más del diez por ciento de los treinta mil millones que el Congreso destinó a infraestructura. Uno de estos proyectos es la autopista de cuota entre Saltillo y Monterrey. La actual autopista sin costo, construida por el Gobierno Federal con aportaciones de coahuilenses y neoleoneses, ha dejado de ser funcional debido al exceso de tránsito. Recordemos que no existe una ruta directa entre la frontera tamaulipeca y la capital de la República, sino la histórica ruta que pasa por Saltillo, hoy llamada carretera 57.
A querer y no sospechamos, por experiencia, de la solidaridad financiera del Gobierno con la Iniciativa Privada. Nos gustaría que todo fuera tan diáfano como lo plantea el señor presidente Calderón Hinojosa, pero el pasado nos ubica en el pesimismo. Sin embargo, tendremos que esperar y si sucede lo mejor así lo diremos...