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Hora cero| Guisos peligrosos...

Roberto Orozco Melo

Paso tras paso Enero arrastra los pies y débilmente enseñorea su estupefacción sobre la helada superficie del territorio nacional. La cuesta es dura, a pesar de todo, pero más duele lo tupido de los compromisos que nos echamos en los días prenavideños: al fin y al cabo los comerciantes ofrecieron diferir el pago de intereses hasta el segundo trimestre del año nuevo. Pero las comisiones bancarias por el uso del plástico son muy altas, la verdad sea dicha. Sin embargo, siempre surge un proverbio que nos recuerda: no hay hora que no se llegue ni plazo que no se cumpla.

Han menguado las colas de espera en las casas de préstamo: la gente tiene poco que empeñar y mucho que pagar. Las tarjetas de crédito, esa maravillosa versión del curricán bancario, se han tornado lacerante preocupación para las economías familiares. Las campañas consumistas siguen campantes y los consumidores, -qué le vamos a hacer- somos fieles a la adquisición de supuestas oportunidades, las cuales, bien vistas y bien analizadas, siempre serán un nudo corredizo que ceñirá nuestros cuellos. Para colmo, también se agravia el presupuesto doméstico debido al alza del precio de la tortilla, lo cual desató alguna especulación verbal encabezada por el gobernador del Banco de México sobre la causalidad del fenómeno alcista. Alguien se beneficia con el alza, asumen los líderes de los partidos políticos de izquierda, quienes por costumbre juzgan y sentencian en tracto sucesivo todo asunto público.

Pero hemos avanzado en la práctica de las formas. Hace sesenta años, en los primeros días postreros a la segunda guerra mundial -tiempos de carencia y de encarecimiento- se organizaban manifestaciones populares en las ciudades y pueblos mexicanos para protestar, en automático, contra los modestos abarroteros a quienes acusaban de monopolistas y encarecedores.

Se llegó incluso a montar una picota para castigar a los supuestos abusadores. Hoy sólo hace falta ir o hablar por vía telefónica a la televisión o a la radio: los presentadores de noticias difunden la queja popular y el Gobierno la responde autorizando la importación de 650 mil millones de toneladas de maíz.

En casos parecidos actuaron rápido y prudente los gobiernos de Manuel Ávila Camacho y de Miguel Alemán; sólo que en ese tiempo no autorizaban a particulares la compra de maíz en el extranjero; el Gobierno mismo era el importador, introductor y comercializador del producto a través de la Compañía Exportadora e Importadora Mexicana, S.A. que luego se transformaría en la Compañía Nacional de Subsistencias Populares dedicada a la compra, almacenamiento y distribución de productos básicos del campo y a surtir tales productos por medio de tiendas concesionadas a particulares interesados. Había tiendas CONASUPO en todo el país.

Cuando hubo un repunte en la agricultura mexicana, durante la gestión como secretario de Agricultura, Ganadería y Forestal de don Nazario S. Ortiz Garza, la citada comisión estableció los precios de garantía que regirían para los productos del campo. Más tarde, en 1967, se establecieron mil 500 ?graneros del pueblo? dedicados a facilitar la compra, almacenamiento y venta de productos agropecuarios. Lo importante era que la alimentación básica del mexicano no sufriera merma.

No eran apoyos incentivados por el populismo, sino medidas prácticas para aminorar el agravio que la crisis de la posguerra causaba a los mexicanos. Ya imagino cómo hubieran reaccionado nuestros gobernantes populistas. Y si bien Felipe Calderón, nuestro flamante presidente, ha mostrado prudente cordura ante el encarecimiento del maíz, ya se escuchan las voces desaforadas del PRD y del frente lópezobradorista que tienden a desmesurar el problema y a convertirlo en una bandera política.

Todavía representa una incógnita el futuro desempeño del recién juramentado presidente Felipe Calderón Hinojosa desde lo alto del poder político, pero como conocemos su trayectoria política también sabemos la posición de su pensamiento cien por ciento conservador. Ya hemos sufrido, no hace mucho, el dañino impacto del populismo socialista de Echeverría y de López Portillo; ya nos quemamos con algunos cerillos encendidos por el caducado presidente Fox. Entonces puede que sea tiempo de advertir al joven presidente michoacano: ?aguas? con la indefinición pero también ?aguas? con una decisión equivocada en política económica. Guisar en una misma olla conflictos políticos y económicos puede ser riesgoso, aunque siempre sea una tentación caer en soluciones populistas.

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