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Hora cero| Los “pluris”

Roberto Orozco Melo

La diligente aprobación de la nueva Ley del Instituto de Servicios Sociales para los Servidores del Estado ha marcado, en apariencia, el inicio de un fresco retorno a la discusión, congruencia y viabilidad en los actos legislativos del Congreso de la Unión; esa actividad perdida en forma irresponsable durante el sexenio de Vicente Fox en la Presidencia de la República.

Fue lastimoso y lamentable que durante todo ese tiempo el Poder Ejecutivo Federal careciera de concertadores con capacidad de obtener un acuerdo, así fuera mínimo, con los líderes de las diferentes bancadas partidistas en el Senado de la República y en la Cámara de Diputados.

Por esta falta se perdieron seis valiosísimos años: un tiempo vital para rehabilitar la economía del Gobierno, despetrolizar los ingresos fiscales y planear sobre bases sólidas el desarrollo de la nación; aunque, ciertamente, esta holganza no es nueva, viene de muchos sexenios atrás; si bien antaño fue la todo poderosa voluntad de los presidentes de la República la que manejaba el Congreso y la economía desde Los Pinos. Desde Luis Echeverría hasta Ernesto Zedillo ninguno inició las reformas necesarias para equilibrar la economía y las finanzas públicas, pese a la errática y deficitaria situación del ingreso fiscal.

El periodo foxista, con dos trienios de cámaras bajas y una sexenal de senadores, sirvió sin embargo, para encarecer el costo de legislar: aparte del altísimo gasto de mantener a 300 diputados de mayoría relativa y 200 de representación proporcional con gordos sueldos, sobresueldos, viáticos, gasolina, compra de automóviles, bonos mensuales, trimestrales y anuales, boletos de avión en primera clase, pago de seguros médicos personales y familiares, gastos de representación, apoyos económicos para sus representados, seguros de vida, pago de asesores, consejeros y “guaruras”, etc., etc., más el pago de que, vivos o muertos, se propinan al final de su respectivo ejercicio legislativo: una onerosa indemnización de varias cifras...

Ignoramos si algún curioso pesquisidor cibernético haya podido averiguar lo que cuesta mantener un medio millar de diputados y casi un centenar y medio de senadores o si se haya realizado un pertinente estudio sobre cuánto dinero representa para la República cada legislador de éstos y su equivalencia en trabajo y aportación intelectual. Lo que está claro para la sociedad es que de los 200 diputados plurinominales y los 164 senadores ídem sólo los que entran por recomendación presidencial, como Beltrones y presidenciales sirven para algo; los demás hacen bola y relajo, pues la mayoría carece de conocimientos para legislar y representan compromisos de los partidos, ya que las curules son la moneda con que los dirigentes partidistas compensan los servicios de acarreo, boruca y tremolina política.

Dentro de la reforma de Estado que recién aprobó la Cámara de Senadores existe el proyecto de perfeccionar las disposiciones electorales; qué bueno sería que los legisladores reconocieran en reforma de Estado la triste realidad que vivimos en este país de poquísimos recursos fiscales y obraran en consecuencia. Mientras tanto deberían aplicar sus esfuerzos a estudiar y aprobar eso que hasta ahora es solamente una entelequia demagógica: la reforma electoral con el imprescindible “cuele” a 364 legisladores plurinominales: ¡basta ya de darse la gran vida!...

Y a otra cosa

Mi esposa y yo estuvimos en la Perla de La Laguna hace poco más de un mes para asistir a la celebración del 85 aniversario de “El Siglo de Torreón” y como llegamos a medio día se nos antojó aprovechar el tiempo disponible para visitar el Museo Arocena que conocimos en ciernes gracias a una invitación de su dinámica impulsora, nuestra amiga María Isabel Saldaña.

Por desgracia llegamos a las 17:30 horas, momento en que se suspende el ingreso de visitantes, ya que la institución cierra a las 18:00 horas. Entonces decidimos pasear a pie por el Canal de la Perla y por algunas calles del Centro Histórico de Torreón. Con tristeza vimos basura y abandono, tanto en la plaza principal como en la vía pública. Evocamos lo gratos que eran estos rumbos no hace mucho tiempo. Ahora los vimos tapizados de anuncios y pegotes, ruidosos, desvalidos y desastrados. Y la cuadra de la calle Valdés Carrillo, entre Juárez y Morelos, parece haber sido víctima de un bombardeo. ¿Por qué esa incuria de la autoridad municipal? Quienes bien queremos a Torreón no lo entendemos: duele verlo y duele mucho…

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