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Hora Cero| Neftalí: un largo y fecundo existir...

Roberto Orozco Melo

A los ciento un años de edad, el viernes pasado falleció en Saltillo el licenciado Neftalí Dávila Valdés. Pienso que la menor virtud en toda existencia radica en la longevidad y sembrar y cosechar con fecundad es su mayor mérito. Don Neftalí hizo de su existir una hazaña civil en la que se intercalaron positivamente sus cualidades de abogado, de notario público, de político, de agricultor y servidor de la justicia, éste último un valor ético que persiguió en las vertientes jurídicas de funcionario judicial y dinámico apoderado y defensor de las causas justas.

Lo conocí en persona un día de los últimos de diciembre de 1953 cuando me entregó, en la recepción de la oficina del jefe del Poder Ejecutivo de Coahuila, Román Cepeda Flores, el nombramiento de auxiliar del licenciado Salvador González Lobo en la Secretaría particular del gobernador del Estado. Recuerdo con emoción conturbada palabra tras palabra de nuestro diálogo:

¿Usted es a quien se refiere este nombramiento?...Si señor, a sus órdenes...¿Sabe usted leer y escribir?...Creo que sí, licenciado...A ver, dígame qué dice ésta antefirma...Dice arriba: Es el título del cargo y la firma del gobernador Román Cepeda Flores...Bien, e inmediatamente abajo, un poco a la izquierda, ¿qué viene ahí? El secretario general de Gobierno del Estado y luego su firma ¿Por qué cree que se pone éste acomodo?...Sé que es un orden jerárquico: primero el gobernador y luego el secretario general de Gobierno...Bueno amigo, pasó el examen. Nunca se le olvide que yo soy el secretario general, vale decir el jefe después del mero Jefe...

Yo tenía 22 años, el licenciado Dávila iba a cumplir 53. Obviamente me preocupé por la advertencia expresa y al referir a don Salvador González Lobo la forma tan peculiar de entregarme la designación, éste sonrió comprensivamente y me enteró de que el licenciado Dávila recién había tenido un pequeño conflicto de poder con el Oficial Mayor de Gobierno; seguro que deseaba prevenir la repetición de casos similares. ?Usted respételo y dele la mejor de las consideraciones. No se va a arrepentir?.

Y así fue. Durante el tiempo que ayudé a González Lobo me topé, en la calle o en Palacio, con Don Neftalí y lo acompañé caminando a su lado. Vivíamos por el mismo rumbo, así que pudimos establecer una relación amistosa por encima de las responsabilidades laborales. Luego, cuando se produjo la inundación de Piedras Negras en 1954 mis dos jefes inmediatos me encargaron la redacción de informes frecuentes para la Secretaría de Gobernación sobre el avance de las tareas de salvamento. Eloy Cerecero Sandoval, nuestro destacado pintor, era el asistente administrativo del secretario particular y Chelito Medina la secretaria privada y estenógrafa de confianza. Sólo Eloy tenía autorizado el manejo de los recursos económicos y sólo ella conocía las claves de los mensajes confidenciales. Fue entonces que armamos un equipo sólido, sin zancadillas ni malos entendidos.

El licenciado Dávila desempeñaba por segunda vez la Secretaría General de Gobierno. A los 28 años de edad, recién llegado a Saltillo, fue llamado para ese cargo por el doctor Jesús Valdés Sánchez, en cuyo Gobierno sirvió lealmente. Transcurrido el tiempo a 1953, después que en 1945 devino magistrado presidente de la primera sala del Superior Tribunal de Justicia del Estado, el licenciado Dávila sería designado Secretario General por el gobernador Román Cepeda Flores. En esa época se unieron don Neftalí, don Salvador y el profesor Federico Berrueto para proponer al gobernador la creación de la Universidad, hoy Autónoma, de Coahuila. Igual sucedió con la creación del Instituto Tecnológico de Coahuila.

Seis años después el licenciado Dávila fue convocado por don Braulio Fernández Aguirre para aceptar el desempeño del cargo de Magistrado del Tribunal Superior de Justicia. Desde ese sitio don Neftalí propuso al Senado de la República cambios importantes a la Ley de Amparo. Luego se dedicaría a su vida privada y a su vocación frutícola, atendida a medias por las presiones del trabajo oficial, después de que había plantado, entre 1940 y 1945, la primera huerta de manzanos en la Sierra de Arteaga.

Posteriormente el fruticultor don Neftalí se dedicaría a la cosecha: recogió reconocimientos y premios: de la Unión de Fruticultores de Coahuila, de Rotary Internacional, del Instituto México Norteamericano de Relaciones Culturales, la Presea anual del Ayuntamiento de Saltillo por su trabajo de abogado y servidor público en más de 71 años. Arteaga, su tierra natal, lo honró designándolo ?ciudadano distinguido? y es, actualmente, el Decano de los Abogados Coahuilenses.

Del licenciado Neftalí Dávila Valdés podemos decir con Cicerón que ?la vida del muerto siempre está en la memoria del vivo? Y es que la de él no fue en vano, por el contrario la rebosó con la vitalidad del corazón, con la prudencia de sus actos, con el valor de sus decisiones, con la sensatez de sus sentencias, con la bonhomía de su espíritu y la mesura de sus juicios humanos; la llenó de amor con el que tuvo hacia sus padres, sus hermanos, su esposa, sus hijos e hijas, sus nietos y bisnietos, sus amigos, su comunidad y Dios mismo, pues pienso que creía en Él a través de la praxis de su humanismo. Descanse en paz. Su familia disfruta la confortación de su largo y fecundo vivir.

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