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Hora cero| Un Siglo de 85 años

Roberto Orozco Melo

Torreón obtuvo la categoría de ciudad el 15 de septiembre de 1907. Había sido una villa nacida al paso de los trenes que anunciaban la modernidad del siglo XX. En torno de la nueva población de más de 14 mil habitantes, existía una zona agrícola en constante desarrollo cuyos habitantes vivían en un bien trazado espacio urbano que progresaba al ritmo en que se incrementaban los negocios conexos a la producción agropecuaria: maquinaria, implementos agrícolas, comercio en general y servicios diversos.

Los curiosos que cada día acechaban el paso del tren veían descender de los carros a una fila de personas con facha variopinta, todas decididas a instalarse en la emergente población para aprovechar su notorio auge. En toda la República se hablaban maravillas de esta promisoria ciudad llamada Torreón, a la que se unían empresarios agrícolas e industriales grandes y pequeños, profesores, agentes viajeros, técnicos agrimensores trabajadores manuales, doctores y abogados que procedían de diversas regiones del país. Llegaban urbanistas, arquitectos e ingenieros civiles para ofrecer sus servicios y claro, también arribaban anónimos aventureros y sujetos de baja estofa resueltos a explotar incautos. Igual que ahora sucede en todo México, ya entonces había expendios de bebidas alcohólicas y casas de juego, presencia que los vagos olfatean y explotan cuando se percibe una bullente prosperidad.

Alfonso Reyes escribió en aquel tiempo un maravilloso texto ya conocido por mis amables lectores pues lo he transcrito un par de veces en el cuerpo de esta columna. Se llama ?Floreal?, es muy breve y refleja la circunstancia social de aquel Torreón de entre siglos (XIX y XX) con la intensidad de una instantánea fotográfica. Reyes describe la hormigueante estación ferroviaria, cuenta el episodio de sus relaciones amorosas con una chica lugareña y culmina con una anécdota digna de figurar entre las mejores narraciones de realismo mágico.

Tres años después de aquel 1907 en que Torreón fue investida con el título de ciudad, en las ciudades de Coahuila y en toda la República Mexicana estallaba la revolución maderista, soñada, ideada y generada en San Pedro de las Colonias por don Francisco Ignacio Madero y un pequeño grupo de demócratas a quienes convenció y amalgamó ?La Sucesión Presidencial de 1910?, el libro que escribió don Panchito y fue impreso en los talleres tipográficos de don Serafín Alvarado en esa misma ciudad.

Torreón era una comunidad aguerrida que desde entonces progresó a contrapelo de muchas circunstancias adversas: ya la indomable e impredecible naturaleza, el cielo avaro, las altas temperaturas de verano, las contingencias orográficas del Río Nazas y la agria disputa jurídica por el caudal de su turbulenta riada entre los agricultores de Durango y Coahuila que resolvió mal don Porfirio Díaz y sólo logró avivar el descontento coahuilense contra su Gobierno. Luego vendrían las inevitables consecuencias de la lucha maderista contra el Ejército porfirista y después los encontronazos entre las facciones villista y carrancista que hicieron de Torreón un campo de batalla.

Fueron días de inquietud constante, inestabilidad política y desazones económicas. Los años 20 marcaron una relativa tranquilidad, alterada en intermitencia por las disensiones políticas cuyos ecos llegaban de la capital mexicana. Los caudillos militares peleaban posiciones políticas y la Presidencia de la República constituía una codiciada presa para todas las facciones revolucionarias. Los grupos políticos eran fuente de inquietud y zozobra, tanto que Coahuila tuvo 26 gobernadores entre 1901 y 1917 y de éstos solamente tres fueron electos en comicios constitucionales: Miguel Cárdenas entre 1901 a 1909 (una elección y una reelección) Jesús de Valle entre 1909 a 1911(no terminó por la Revolución) y Venustiano Carranza (1911 a 1913 pues dejó el cargo para encabezar la revolución constitucionalista contra Huerta). Los otros 23 fueron designaciones de las facciones revolucionarias en pugna.

?Toda vida traza su destino? escribió Amiel en su Diario Íntimo. En el marco de la conflagración civil un veinteañero de nombre Antonio de Juambelz y Bracho tentaleaba a través de la confusión política en busca de su vocación. Parecía inclinado al comercio, actividad que lo llevó a Chihuahua para vender durmientes de ferrocarril. Allá trató a un joven llamado Augusto Aveleyra, con quien solía ir a una carpa de variedades. ?Me gustaba andar entre bambalinas?, confesaría en 1972 el propio Juambelz: ?así que me conseguí una credencial de periódico para entrar en los foros a pretexto de hacer croniquillas. Así fue como me inoculé con la tinta de imprenta?.

Lo cierto es que después de una frustrada incursión en el periódico ?Coahuila? editado en Saltillo y propiedad del candidato a gobernador Arnulfo González, De Juambelz sólo hizo pinitos como reportero durante la campaña. No se quiso quedar a trabajar de planta porque había oído que en Torreón se iniciaba un proyecto para publicar un diario, animado por el licenciado Joaquín Moreno, quien meses después lo designó subdirector después de varios como reportero. El primer ejemplar de ?El Siglo? circuló el 28 de febrero de 1922, hace 85 años. En 1926 el licenciado Moreno enfermó y abandonó la empresa; entonces De Juambelz y Bracho asumió la dirección gerencia y al año siguiente, en 1927, el diario aquél tenía camino andado, presente estable y futuro seguro. Fue entonces cuando empezó a llamarse ?El Siglo de Torreón? y se estableció la cordial simbiosis que presidió la fraternidad entre este periódico y la ciudad conocida ahora como La Perla de La Laguna.

Anoche celebramos en Torreón el 85 aniversario de ?El Siglo de Torreón?, periódico tutelar de los intereses de la comunidad lagunera. Ahí estuvimos quienes de alguna manera, así sea modesta como es mi caso, somos parte de un esfuerzo que continúa. Quince años más joven que la ciudad a la que sirve, ?El Siglo de Torreón? es ejemplo de perseverancia en la tarea de informar y defender lo que siempre fue más caro en el ánimo de don Antonio: ?Lo que le hagan a Torreón se lo hacen al Siglo?, me dijo alguna vez. Lo conmovedor es que la ciudad de Torreón siempre ha correspondido a ese sentimiento con amorosa fidelidad. Felicitaciones pues, tanto al Siglo de 85 años como a la Centenaria Ciudad de Torreón.

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