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Hora Cero | Verde olivo

Roberto Orozco Melo

Cuando un presidente electo de la República Mexicana rinde protesta ante el Congreso de la Unión para el desempeño leal y patriótico del cargo está consciente que ése, tan señalado honor, obliga a mantener una circunspección de conducta individual proporcional a la majestad del poder público por asumir.

El vocablo ?circunspección? alcanza su más amplio sentido semántico cuando se aplica al campo de la ciencia política. ?Circunspección? significa mirar alrededor, con atención a las circunstancias políticas, económicas y sociales de la República y en alerta vigilancia de las funciones públicas, y de los funcionarios, del Gobierno y de la Administración; a mantener una conducta austera, reservada y digna, sin traslucir estados afectivos o intimidades; a no permitir confianzas y familiaridades con la gente, con sus iguales o con sus inferiores y mucho menos con estadistas de otras naciones que merecen un trato inteligente y respetuoso.

Hay cualidades que se engloban en la actitud circunspecta que deben observar los mandatarios ante la sociedad mexicana, así sean presidentes, gobernadores o alcaldes; todos deben evidenciar seriedad absoluta en el ejercicio de su quehacer público: ser cautelosos, comedidos, compuestos, contenidos, dignos, distantes, graves, mesurados, cuidadosos, parcos, ponderados, sensatos, recatados y secos en el trato; además de ser convencionales, vale decir respetuosos ante el qué dirán, deben guardarse y guardar su puesto con discreción siendo inexpresivos, moderados, prudentes, reservados y serios en su desempeño.

Finalmente la dignidad de la función pública exige que el más destacado funcionario ejecutivo del país se inocule contra el virus de los aduladores y ponga distancia ante los lambiscones y sus oficiosas sugerencias cortesanas, asaz interesadas y halagüeñas.

Quizá haya sido producto de una ociosa cortesanía que el jefe del Poder Ejecutivo de la Nación, Felipe Calderón Hinojosa, consintiera sobrevestir su usual y austero atavío civil con el chaquetón y la gorra verde olivo, elementos del uniforme militar, para presidir un evento público con personal de las Fuerzas de Seguridad nacional que luchan contra el narcotráfico en Michoacán.

Vestir el uniforme y lucir la legítima charretera es privilegio y obligación de los militares de profesión. Sólo uno de los predecesores civiles del presidente Calderón apareció alguna vez en con esa vestimenta: José López Portillo, cuyo ánimo lúdico y trivial contravino siempre la austera circunspección que ha caracterizado a los responsables de la primera magistratura del país. Pero a la contra, tuvimos mandatarios de auténtica extracción militar como Obregón, Calles, Abelardo Rodríguez, Lázaro Cárdenas y Manuel Ávila Camacho que se sentían más cómodos con el uso permanente del atuendo civil, y solamente lucieron el uniforme militar en eventos protocolarios, como pasar revista general a las tropas.

Felipe Calderón Hinojosa, presidente de México, sabe que no necesita portar el uniforme militar para que el pueblo reconozca su categoría de comandante supremo del Ejército, Armada y Fuerza Aérea y él pueda ejercer las atribuciones que en la materia le otorga la Constitución de la República: Artículo 89 incisos IV, V y VI del capítulo III. El mandato presidencial es eminentemente civil. Bien enterado debe estar el señor presidente, ya que es un capaz jurisperito, de que la comandancia suprema de las Fuerzas Armadas deviene accesoria a la función presidencial por ministerio de Ley. La Carta Magna lo establece y lo ordena, punto; no es necesario subrayar esa condición con al revestirse el atuendo verde olivo.

El doctor Zamudio:

Falleció en Monclova el doctor Ramón Zamudio Torres, a quien conocí cuando acompañado de su distinguida esposa, doña Esperanza Michelsen y de sus padres, don Florencio Zamudio y doña Sarita Torres, llegaron a residir en mi natal Parras de la Fuente. El doctor Zamudio vino contratado como médico de la clínica del Sindicato de Obreros Progresistas de la Estrella, antes de la creación del Seguro Social.

Cuando empresa y sindicato traspasaron la clínica SOPE al IMSS esta institución asumió los contratos del personal médico y administrativo, así que la familia Zamudio se ancló en Parras. Pienso que ahí nacieron todos los hijos del matrimonio Torres Michelsen, excepto Patricia que llegó recién nacida. Pati, por cierto, desarrolló desde pequeña su excelente retentiva y vocación artística.

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