EDITORIAL Caricatura editorial columnas editorial

Huracán Dean| Jaque Mate

Sergio Sarmiento

“La gran lección que aprendí del huracán Katrina es que tenemos que pensar sobre lo impensable porque lo impensable a veces ocurre”.

Michael Leavitt

La cultura de los huracanes en México ha cambiado de manera significativa en los últimos años. Muchas de las muertes humanas provocadas por el huracán Gilberto en 1988 se debieron al simple hecho de que ni las autoridades ni los residentes de Cancún o de Isla Mujeres estaban preparados para un meteoro de la magnitud que golpeó a la región.

Las cosas han sido distintas ahora. Días antes de que llegara el huracán Dean a la costa de Quintana Roo, ya la población y las autoridades habían empezado el trabajo de preparación. Mucha gente fue trasladada a albergues y quienes permanecieron en sus hogares se prepararon con cuidado. Y había buenas razones para hacerlo. Dean dejó nueve muertos y una estela de destrucción en su camino por el Caribe, especialmente en Jamaica. Ayer por la madrugada tocó tierra con una categoría 5 en la escala Saffir-Simpson, el máximo nivel para un huracán (la categoría 5 se da a huracanes con una velocidad de vientos sostenidos de más de 249 kilómetros por hora). Dean era, al parecer, un nuevo Gilberto.

En el momento de escribir este artículo, no existe todavía un recuento de los daños, especialmente en esas zonas indígenas al norte de Chetumal por las que pasó el ojo del huracán. Muchas comunidades viven ahí en chozas de palma y madera. Sin embargo, la información preliminar sugiere que los daños fueron relativamente menores. En especial, no hay reportes hasta ahora de muertes.

En parte lo anterior es consecuencia de que Dean no perdió el paso y atravesó la península a un ritmo constante de más de 30 kilómetros por hora. No se detuvo sobre un solo lugar, como Isidoro en el año 2002, que pese a haberse degradado a tormenta tropical se ensañó con Mérida y su área circunvecina durante 35 horas. Pero es imposible negar que hubo un buen trabajo preventivo por parte de las autoridades municipales, estatales y federales.

Ricardo Álvarez, meteorólogo de la Universidad Internacional de la Florida, me señalaba ayer que sólo cuatro huracanes de categoría 5 han tocado tierra desde que empezó a mantenerse un registro en 1851. Éstos han sido el llamado Huracán del Día del Trabajo de 1935 (antes de que se adoptara la actual nomenclatura), el Camille de 1965, el Andrew de 1992 y ahora Dean. Otros huracanes han alcanzado categoría 5 en el camino, pero han perdido fuerza antes de tocar tierra. Es el caso de Gilberto en 1988 y de Katrina y Wilma en 2005. Katrina, que alcanzó categoría 5 durante su paso por el golfo de México, se encontraba en nivel 3 al tocar tierra en la desembocadura del río Mississippi.

Dean fue el tercer huracán más intenso al tocar tierra en la historia registrada. La intensidad —en contraste con la categoría que se mide por la velocidad de los vientos— se determina por la presión atmosférica en el centro de la tormenta.

Entre más baja es la presión, mayor la intensidad. Los otros dos ciclones que tocaron tierra con una presión inferior fueron el Huracán del Día del Trabajo y Gilberto. Wilma, que golpeó Cancún en 2005, es el ciclón tropical de mayor intensidad jamás registrado en el Atlántico, pero cuando llegó a tierra había perdido ya algo de su fuerza.

Si Dean no ha dejado al parecer víctimas humanas, tampoco lo hizo Wilma en el año 2005. Los esfuerzos de prevención, que fundamentalmente implican la evacuación de lugares que puedan sufrir daños estructurales o que no ofrezcan protección suficiente, han mejorado de manera significativa desde 1988, cuando el Gilberto dejó cientos de muertos.

Pero una vez cumplido el primer reto, hay que ver hacia el futuro. Se ha hecho común que en el tiempo de secas que sigue a un huracán se generen grandes incendios que se nutren de los árboles, ramas y hojarasca arrancados por el viento y que quedan en los lugares afectados. Estos incendios, si bien pueden ayudar a nutrir el terreno, ya que las cenizas constituyen una forma de abono, contaminan el aire y llevan a una impresionante destrucción de recursos naturales. Algunos de estos incendios son inevitables, porque se producen como consecuencia de fenómenos naturales; pero otros se extienden a raíz de quemas realizadas por campesinos que buscan así preparar su tierra para la cosecha.

Los huracanes son un fenómeno por medio del cual la Tierra baja su temperatura en el verano. En ese sentido, son perfectamente naturales e incluso sanos. Pero hay indicaciones de que en los últimos años han incrementado su frecuencia e intensidad. Esto es lógico porque la temperatura de las aguas de la mayoría de los mares tropicales ha aumentado entre un cuarto y medio grado Celsius en las últimas décadas.

Los mexicanos, al parecer, hemos logrado salvar una nueva prueba con el huracán Dean, el tercero más intenso en tocar tierra en la historia. Pero de continuar el calentamiento de los mares, no habrá prevención que nos permita salvarnos de huracanes cada vez más frecuentes y cada vez más fuertes.

INÚTILES BATALLAS

El trabajo para prevenir daños por el huracán Dean nos demuestra lo que los mexicanos podemos lograr cuando hacemos a un lado nuestras diferencias e impulsamos el beneficio de la comunidad. Un estado y unos municipios priistas colaboraron abiertamente con un Gobierno Federal panista con buenos resultados para todos. ¿Cuándo entenderán eso nuestros políticos, esos que siguen empeñados en mantener pequeñas e inútiles batallas?

Leer más de EDITORIAL / Siglo plus

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de EDITORIAL

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 293067

elsiglo.mx