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Identifican a autor de matanza en universidad

AGRESOR | EL ASESINO DE LAS 32 PERSONAS ES EL SUDCOREANO CHO SEUNG HUI, DE 23 AÑOS

Miles de estudiantes se reunieron en el estadio Worsham de la Universidad Tecnológica de Virginia para recordar a las víctimas de los dos tiroteos que se registraron ayer en el campus.

Miles de estudiantes se reunieron en el estadio Worsham de la Universidad Tecnológica de Virginia para recordar a las víctimas de los dos tiroteos que se registraron ayer en el campus.

Agencias

Ofrece el Gobierno de EU ayuda para los extranjeros que hayan sido víctimas de la masacre.

La Policía de Estados Unidos identificó ayer como el autor de la matanza en la Universidad Politécnica de Virginia al estudiante surcoreano Cho Seung Hui, de 23 años, un joven descrito como “solitario” y cuyos escritos habían suscitado preocupación entre sus profesores.

Hasta el momento se desconocen los motivos que llevaron a Cho, quien vivía en Estados Unidos desde los ocho años y estudiaba Filología Inglesa, a matar a 32 personas, entre profesores y estudiantes -al menos dos latinoamericanos- y suicidarse.

Una de sus profesoras recordaba ayer a la prensa el tono perturbador de algunos de sus ejercicios literarios, hasta el punto de que sus instructores le aconsejaron recibir ayuda sicológica.

Según el diario Chicago Tribune, el asesino dejó una nota en su habitación en la que clamaba contra los “niños ricos”, “la decadencia” y los “embusteros charlatanes” en el campus y aseguraba que “me obligaste a hacerlo”.

Además el periódico Chicago Tribune reveló que Cho había estado tomando medicamentos antidepresivos. Al parecer, según la cadena CNN, Cho compró una pistola “Glock” el mes pasado en una tienda de Roanoke, una ciudad vecina y pagó por ella 571 dólares con un cheque.

La matanza se produjo en dos fases: en un primer tiroteo murieron dos personas -un varón y una mujer, que al parecer era su ex novia y su nuevo amante- en una residencia de estudiantes y el segundo, en el que murió el resto, tuvo lugar dos horas más tarde, en las aulas de la Facultad de Ingeniería.

Las autoridades han confirmado que las armas empleadas en la matanza fueron al menos dos pistolas y que una de ellas se usó en los dos tiroteos.

“La evidencia no nos ha conducido a decir categóricamente que el mismo autor estuvo implicado en los dos tiroteos”, pero “es ciertamente razonable suponer que Cho fue el autor en los dos incidentes”, indicó el superintendente de la Policía de Virginia, Steven Flaherty.

Entre los fallecidos se encuentran profesores y estudiantes. La lista completa no se ha dado a conocer, pero sí han salido a la luz los nombres de un puñado de víctimas.

Entre ellos se encuentra el peruano Daniel Pérez Cuevas, muerto mientras asistía a una clase de francés y quien había iniciado sus estudios universitarios en Miami, pero se cambió a “Virginia Tech”, por su mayor prestigio académico.

También está el puertorriqueño Juan Ramón Ortiz, de 26 años y que cursaba su primer año de maestría en la universidad, donde se había matriculado junto a su esposa, Liselle Vega, con quien llevaba casado un año.

El Gobierno de EU afirmó ayer que está dispuesto a ofrecer la ayuda que sea necesaria para los extranjeros que hayan sido víctimas de la masacre en la Universidad Politécnica de Virginia el lunes.

Según han contado los sobrevivientes, el asesino cerró varias salidas del edificio con cadenas y candados y después fue vaciando sus cargadores aula por aula.

La primera clase y donde al parecer se han registrado más víctimas, fue una de alemán, en la que el asesino disparó a la cabeza del profesor Chris Bishop antes de abrir fuego sobre los alumnos. En otras aulas algunos alumnos huyeron por las ventanas. Otros intentaron bloquear las puertas con sus cuerpos, en algunos casos con resultado fatal.

Ése fue el caso del profesor Liviu Librescu, que fue alcanzado por disparos a través de la puerta mientras impedía el paso al agresor y lograba así salvar a sus alumnos.

Irónicamente, la muerte de este profesor israelí de ingeniería y matemáticas, que sobrevivió el nazismo y luego escapó de la Rumania comunista, ocurrió el día en que Israel oficialmente recuerda el Holocausto.

“Mi padre bloqueó la puerta con su cuerpo y le pidió a los estudiantes que huyeran”, dijo ayer el hijo de Librescu, Joe Librescu, quien fue entrevistado por teléfono desde su casa en Israel. “Los estudiantes comenzaron a abrir las ventanas y a saltar”.

Doce estudiantes de la Universidad se recuperan de sus heridas y permanecen estables en distintos hospitales de la zona de Blackburg, donde se encuentra el centro docente.

La matanza ha conmovido a todo el país y ha suscitado reacciones de condolencia en todo el mundo.

El presidente de EU, George W. Bush, aseguró ayer que se trata de un “día de tristeza para todo el país” e instó a los estudiantes a no dejarse llevar por la ira, en un acto de homenaje a las víctimas en el polideportivo de la universidad.

Bush ordenó que las banderas estadounidenses ondeen a media asta en señal de duelo hasta el domingo.

El incidente ha comenzado a suscitar ya las primeras críticas sobre la reacción de las autoridades tanto policiales como universitarias.

Muchos estudiantes han censurado que, tras el primer incidente, no se suspendieran las clases ni se diera un aviso de peligro hasta dos horas después y eso sólo a través de un correo electrónico.

La matanza ha vuelto a reabrir el debate sobre la regulación de la tenencia de armas en Estados Unidos, un país en el que las leyes sobre el control de armas de fuego son muy laxas.

Un joven solitario

Cho Seung-Hui, el estudiante surcoreano de 23 años que según la Policía cometió la mayor masacre estudiantil de la historia de Estados Unidos, era una persona “solitaria”, un rasgo común entre los asesinos en masa, en opinión de los expertos.

Cho cursaba el último año de filología inglesa. Aparte de eso es poco lo que por el momento se sabe del estudiante, que llegó a Estados Unidos con su familia en 1992, cuando tenía ocho años.

Su familia vive en Centreville, un barrio acomodado del estado de Virginia a unas cuatro horas de distancia de la Universidad Politécnica, en una de cuyas residencias estudiantiles vivía el joven que protagonizó la matanza, informó ayer la prensa local.

Los vecinos también lo describen como un alma solitaria. Ese carácter poco social se observa en la mayoría de asesinos en masa, explicó Kenna Quinet, profesora de derecho penal en Indiana Purdue University, Indianapolis.

Las estadísticas apuntan, en ese sentido, que el 95 por ciento de los asesinos en masa corresponde a hombres, tienden a ser individuos solitarios que se sienten alienados y que, pese a su apariencia “normal”, sienten un gran resentimiento.

Quinet señaló que generalmente son personas “que han experimentado algún tipo de pérdida en una o más áreas, ya sea un fracaso escolar, laboral o amoroso y no tienen capacidad para hacer frente a las decepciones”.

Susan Lewis, una siquiatra experta en criminología del Hospital Tufts New England (Boston) comentó que el joven surcoreano pudo haber sufrido lo que ella describe como “una herida narcisista devastadora”, como resultado de una decepción amorosa -una de las hipótesis que se baraja en este caso- o algún otro fracaso.

Blacksburg, virginia

‘Todo fue una locura’

Incrédulos, los mexicanos que estudian o enseñan en el campus de Virginia Tech permanecían ayer hipnotizados por las imágenes de televisión que mostraban los efectos de la masacre en su centro educativo y una y otra vez repetían: “Esta era una universidad muy tranquila. Lo que pasó fue una locura”.

El yucateco Carlos Evia, de 35 años, profesor de Redacción del Departamento de Inglés de Virginia Tech, se encontraba por la mañana en una reunión en otro edificio de la universidad cuando escuchó las primeras informaciones sobre el ataque que dejó 33 muertos.

“Al principio no me lo tomé muy en serio; creo que nadie, ya que la semana pasada hubo dos falsas amenazas de bombas”, contó.

Sin embargo, poco a poco todos los que participaban de la reunión comenzaron a recibir mensajes en sus celulares sobre lo que estaba pasando. Cancelaron el encuentro e intentaron abandonar las instalaciones, pero las autoridades habían ordenado el cierre de todos los edificios.

“Estábamos muy preocupados y las cifras que se mencionaban en televisión eran espantosas. Cuando salimos nos encontramos con agentes de la Policía local, de la estatal, del FBI y equipos especiales SWAT. No lo podía creer”, agregó Evia, quien desde 2004 trabaja en Virginia Tech.

En otro rincón del campus, el estudiante mexicano Daniel Moncada, de 28 años y de Guadalajara, se hallaba en esos momentos en un camión rumbo a la escuela de Geología.

“Nos hicieron parar y dar marcha atrás sin más explicaciones. No fue hasta que llegué a una cafetería que supe la tragedia que estaba ocurriendo”, señaló Moncada, quien preside la Organización de Mexicanos en Virginia Tech, con 14 miembros.

Tanto Evia como Moncada se pusieron en contacto con sus familiares y amigos, en la universidad y en México.

La mayoría de los mexicanos ha venido a través de un convenio que Virginia Tech firmó con el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt). Además, la universidad tiene un programa de intercambio con el Instituto Tecnológico de Monterrey, llamado Tech-to-Tech Connections.

“No me quisiera ir, no tengo miedo; no creo que algo así vuelva a pasar aquí. Lo que sucedió fue una locura, producto de un chavo que debe haber tenido problemas mentales serios”, señaló Moncada.

Según él, se tiene que haber tratado de un estudiante, ya que al edificio residencial en el que inició su tiroteo a las siete de la mañana sólo pueden ingresar universitarios que viven allí con una tarjeta magnética.

Para el profesor Evia será muy difícil para la universidad superar este violento episodio.

“Creo que todavía no nos ‘cae el veinte’. Si piensas todas las cosas malas que te vienen a la cabeza cuando alguien menciona la matanza estudiantil en Columbine, imagínate cómo cambiará la imagen pública de Virginia Tech”, destacó en referencia al tiroteo protagonizado por dos jóvenes en aquella localidad de Colorado en 1999, cuando murieron 12 estudiantes y un profesor. “Serán tiempos muy duros”, pronosticó.

"Recé y recé y corrí"

“Pensé en mi familia antes que en nada, en Dios, y recé y recé y corrí... Corríamos y escuchábamos los tiros atrás”, narró ayer por la tarde el estudiante regiomontano Óscar Daniel González Rodríguez, quien sobrevivió a la masacre ocurrida en el Tecnológico de Virginia, en Blacksburg, 425 kilómetros al sudoeste de Washington.

El joven de 27 años de edad, quien desde enero cursa allá una maestría en ingeniería estaba a escasos 25 metros del edificio Norris, el sitio donde se registró uno de los dos tiroteos que dejaron 33 muertos y ya son considerados como la peor tragedia ocurrida en una universidad estadounidense.

“Pensé que no era justo morir o que una bala me estaba quitando oportunidades de regresar a México”, agregó el joven quien ya se había comunicado con su familia, vecina de Residencial San Agustín, en el municipio de San Pedro, en Nuevo León.

“Ningún alumno tiene por qué morir en una situación así”.

Además de González Rodríguez, dos estudiantes de intercambio del Tec de Monterrey que cursan estudios en aquella institución sobrevivieron a la masacre, informó el director de Comunicación y Relaciones Públicas de la institución, Jorge Lozano.

Refirió que Érick Eliacid González Castillo, 22 años y estudiante del séptimo semestre de la carrera en Administración de Empresas, originario de Ciudad Victoria, Tamaulipas y Mirén del Rocío Carega Ochoa, 22, alumna del mismo semestre de la carrera en Diseño Industrial, nacida en Monterrey, estuvieron cerca de la tragedia.

Explicó que el joven incluso escuchó de cerca las detonaciones de armas de fuego.

“Ya tuvimos contacto con nuestros estudiantes, a través de la Oficina de Programas Internacionales y todos ellos están muy bien, afortunadamente no tuvimos repercusiones ante esta lamentable tragedia”, dijo Lozano.

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