John Dunham sigue en su empeño de atravesar Colombia junto a su burro Judas. (El Universal)
El burrito mexicano duerme y come desde hace varios días bajo una carpa instalada en la cubierta del buque Mateo I, atracado en el caribeño puerto de Barranquilla, puesto que no tiene permiso para desembarcar en ese país.
Bien es verdad que Colombia no pide visa a los mexicanos para ingresar en su territorio, no pasa lo mismo con los burros, aunque nacieran en una próspera y cuidada hacienda de Tampico y viajen acompañados de un pastor de almas, no de cuadrúpedos.
Judas, un burrito mexicano, duerme y come desde hace varios días bajo una carpa instalada en la cubierta del buque Mateo I, atracado en el caribeño puerto de Barranquilla, puesto que es un indocumentado y no tiene permiso para desembarcar en Colombia.
Cuando hace algo más de seis meses abandonó los pastos de Tampico su vida se prometía más aventurera que la de sus compañeros, pues en este tiempo ha recorrido todo Centro América sin que nadie le pusiera ningún problema.
Su dueño, John Dunham es su bioquímico norteamericano que un buen día repudió la vida consumista que llevaba y echó a andar: “Yo comencé caminando desde Oregón. Salí pensando sólo en caminar y meditar y orar, de pronto fue pasando el tiempo y llegué a México, me quedé allá porque me gustó su cultura y quise aprender el idioma” explica John desde su “confinamiento” en el Mateo I.
Durante más o menos un año, porque John no recuerda bien las fechas ni va por su nueva vida midiendo tiempos, encontró su hogar junto a una familia de Tampico “con ellos viví y trabajé ordeñando, ellos vendían cerdos y vacas”. Cuando llegó el momento de partir la familia le regaló a Judas para que le ayudara en su viaje espiritual. “En América Latina estoy aprendiendo mucho, sobre todo de la gente”, explica John, “en México las familias son muy unidas, muy fuertes, lo que no pasa en Estados Unidos”.
A pesar de la tristeza que sintió al abandonar Tampico, continuó su viaje sin sobresaltos y sin problemas graves para Judas. “Yo tenía papeles, pero a veces me pedían más cosas y la gente me ayudaba, en Panamá le faltaba una vacuna y se la puse”, explica John sobre cómo atravesó todo Centroamérica junto al burro.
Sin embargo, al llegar el pasado jueves al puerto colombiano de Barranquilla la cosa cambió y aunque John no entiende bien qué le están pidiendo, pues muestra un certificado panameño que da cuenta de la excelente salud de Judas, la realidad es que no tramitó el permiso para ingresar un animal vivo en Colombia.
“La mercancía no puede desembarcar en razón de su ilegalidad, hay un incumplimiento de una licencia previa”, explica Libardo Mejía, responsable del Instituto Colombiano Agropecuario en Barranquilla. Al parecer a los funcionarios de la entidad no les interesa mirar las condiciones sanitarias del burro ni los papeles que las corroboren, pues lo que están pidiendo es un permiso que se debía haber solicitado antes. “Yo no entiendo cómo ha atravesado todos estos países”, dice Libardo, “me extraña que estando inscritos a la OMC no le hayan hecho saber que necesitaba unos requisitos”.
Mientras tanto Judas, ajeno al revuelo que está causando en el puerto caribeño, se pasea por la cubierta del buque y a veces descansa bajo una carpa que le ha instalado la Sociedad Protectora de Animales, aunque todos coinciden en afirmar que el burro “está estresado”. John no quiere ni pensar en separase de Judas ni por unas horas, pues según cuenta “empieza a llorar y a gritar cuando no me ve, sólo come cuando estoy cerca, pero si estamos separados se pone muy nervioso”.
John sigue en su empeño de atravesar Colombia y las autoridades ceñidas a su deber de no desembarcar al burro y aunque para Libardo Mejía “ésta es una historia macondiana pues viene un pastor con su burrito a predicar, por encima de lo religioso, tenemos que estar homologados”.
