El escenario nacional cambió en el último año. La polarización de 2006 se transformó en desconcierto. La cadena de focos rojos que simultáneamente parpadean en el mapa de conflictos de la Administración Federal así lo demuestra.
Fueron apenas destellos, signos ominosos al margen del encontronazo entre las cámaras de Senadores y de la Industria de la Radio y la Televisión.
Sobrevinieron a la mitad de la semana que termina, pero fueron eclipsados por el efecto mediático logrado por las explosiones de los ductos de Pemex provocadas por el Ejército Popular Revolucionario en la zona centro de Veracruz.
El miércoles 12, casi al mismo tiempo que el presidente Felipe Calderón regresaba de su gira por Asia y Oceanía, a las redacciones de varios medios informativos llegó, de manera anónima, la imagen de un estallido en una plataforma petrolera de la Sonda de Campeche.
En el Palacio de Covián se desarrollaba una sesión de emergencia del Gabinete de Seguridad Nacional, a la que acudieron el procurador general de la República, Eduardo Medina-Mora; los secretarios de Defensa, Guillermo Galván; de Marina, Mariano Francisco Saynez, y el anfitrión, Francisco Ramírez Acuña.
Al estallido en la Sonda de Campeche se sumó un reporte de Inteligencia militar, que daba cuenta de un choque entre campesinos del EZLN y ejidatarios, en la zona norte de Chiapas, que a punto estuvo de terminar en un baño de sangre.
Los zapatistas habían colocado un retén en la carretera Palenque-Ocosingo; fueron desalojados por habitantes de ejido Agua Azul. Hubo balazos, un herido y tres rebeldes detenidos. En reacción, milicianos del campamento de La Garrucha cerraron la vía federal y obligaron al Gobierno Estatal a entregar a los detenidos a cambio de la firma de un pacto de no-agresión.
El escenario nacional cambió en el último año. La polarización de 2006 se transformó en desconcierto. La cadena de focos rojos que simultáneamente parpadean en el mapa de conflictos de la Administración Federal así lo demuestra.
Pero, a juicio de especialistas en temas de gobernabilidad y democracia, el desorden reinante no obedece a un plan de desestabilización ni anuncia una crisis para el Gobierno del presidente Felipe Calderón.
“No es una situación inestable todavía, pero sí preocupante. El punto delicado es que todos estos temas repercuten de una u otra forma en el Ejecutivo y su presencia simultánea provocan que la atención del Gobierno y los recursos disponibles para resolverlos puedan estar por debajo de lo óptimo”, determina Vidal Romero, profesor investigador en el Departamento de Ciencia Política del ITAM.
Para Ángel Gustavo López Montiel, director de la carrera de Ciencia Política en el Tec de Monterrey, campus Ciudad de México, las condiciones de ingobernabilidad y alta incertidumbre son producto de la ausencia de reglas.
El politólogo, doctorado en Nueva York, no avizora una mejora en la situación para el mediano plazo.
“Es cierto, estamos lejos de construir el tipo de democracia que se prometió, simplemente porque es un proceso de tiempo. Normalmente, junto a los procesos de construcción democrática, se dan también procesos de desdemocratización, alentadas por grupos que se sienten dañados por las propias reglas democráticas”, advirtió.
CAMBIOS EN EL IFE
Los tiempos de incertidumbre propician mudanzas, pero generan caos. Así, el debate detonado por la remoción de los integrantes del Consejo General del IFE dejó reservados los términos del acuerdo que originalmente habían pactado Manlio Fabio Beltrones, a nombre del PRI y Santiago Creel Miranda, por el PAN, para suplantar a los nueve consejeros electorales y elegir al nuevo presidente de una dupla, conformada por María Amparo Casar y Jorge Villanueva Alcocer.
Los tiempos de incertidumbre propician el desorden. En vísperas del nombramiento del sustituto de Luis Carlos Ugalde, el académico Juan Antonio Crespo convoca a la resistencia ciudadana para que los nominados declinen integrarse a las listas hasta que no se ajuste y permita la intervención de la sociedad.
Los tiempos de incertidumbre desatan la rumorología. Antes que el presidente Calderón intentara presentar su primer Informe de Gobierno en el Palacio Legislativo de San Lázaro, se hablaba de un ajuste en el equipo presidencial.
A la presunta salida de Eduardo Medina-Mora, Josefina Vázquez Mota, Beatriz Zavala Peniche, Rodolfo Elizondo, según estas versiones, seguiría el ascenso de calderonistas “químicamente puros”, como Juan Camilo Mouriño, Patricio Patrón Laviada y Gerardo Ruiz.
En estos tiempos de incertidumbre, circula una historia alucinante: la del imprevisto descubrimiento, por parte de una patrulla de la Policía Federal Preventiva, de una pareja que circulaba en las inmediaciones del poblado de Río Frío, a bordo de un destartalado Volkswagen.
Los delató su actitud sospechosa. Eran Edmundo Reyes Amaya y Gabriel Alberto Cruz, los dos eperristas que reactivaron al EPR.
Miguel Carbonell, del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, está asombrado de los síntomas de “extraordinaria debilidad” que acusa la democracia mexicana.
“La discusión sobre las reformas estructurales es muy ilustrativa toda vez que deja ver una gran pobreza en los planteamientos de las principales fuerzas políticas y una falta de operación notable de los líderes parlamentarios, incluso hacia el interior de sus bancadas. Ahora bien, también es cierto que existe una corresponsabilidad de los medios de comunicación y de la opinión pública en general, que no se ha sentado a debatir a profundidad los grandes cambios que este país requiere”, acusa.
Para Carbonell no todo está en manos de la clase política.
“Para tales reformas se requiere, más allá de la retórica, de la participación decidida de la opinión pública y no solamente de los políticos”, sostiene.
CORRECTOS INCENTIVOS
Los acuerdos que llevarían a las reformas, dice Vidal Romero, no serán producto de los atributos de los personajes que las negocian, sino de generar incentivos correctos para pactarlas. “Para aumentar la probabilidad de acuerdos, requerimos instituciones que reduzcan los costos de la negociación e induzcan confianza para el intercambio. Además, dichas instituciones deben incentivar a los políticos a considerar las preferencias de los distintos grupos sociales en la elaboración de políticas públicas (reelección consecutiva, por ejemplo, incentivan esto bajo ciertas circunstancias). Aquí es donde falta por hacer”, apunta.
Ante la beligerancia de los actores políticos y la irrupción de los movimientos sociales subversivos, es imposible cerrar los ojos y asumir que estamos lejos de la ingobernabilidad, dice el sociólogo Enrique Rodríguez Varela, quien atribuye la inestabilidad a la astenia del Ejecutivo federal.
“A Calderón le quedó grande la Presidencia de la República: llegó con una fragilidad política enorme y con muy poca legitimidad, con la alforja llena de facturas por pagar y los acreedores están ávidos por cobrar, entre más pronto mejor. El Gabinete no le ha respondido, genera vacíos de poder y hay quienes los quieren llenar. El único pago que ha podido hacer, sin que le resulte gravoso políticamente, es a Elba Esther Gordillo”, observa el sociólogo Enrique Rodríguez Varela.
México vive una “transitocracia”, dice el hidrocálido.
“Los poderes fácticos tienen al presidente sujeto a su arbitrio y secuestrada la incipiente democracia mexicana. Falta de responsabilidad política de todos los actores. La política es como el matrimonio: conflicto y negociación. Tal parece que estamos condenados a vivir eternamente en el conflicto, sin negociación”, subraya.