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Inmadurez democrática

Diálogo

Yamil Darwich

Hay muchas formas de medir la democracia, algunas apegadas a tecnicismos; entre ellas está la participación ciudadana, transparencia en procedimientos, etc. Igual que en economía, los conceptos, cifras y sus distintas interpretaciones hacen que los legos nos perdamos en el mar de información y cifras estadísticas confusas, manteniéndonos con dudas y generándonos desconcierto.

Luego que terminó el proceso electoral 2006, y que los mexicanos elegimos Presidente de México, al año de gestión llegó el tiempo de reflexionar sobre lo sucedido y hacer una evaluación. Desde ahora, le escribo que estoy convencido que hemos avanzado.

Claro que nos queda mucho camino por recorrer y que aún estamos viviendo las formas más elementales del ejercicio democrático.

Los conocedores dicen que después de la Democracia Distributiva, cuando los partidos buscan posicionarse, viene la Participativa, donde empiezan a luchar afanosamente tratando de ganar puestos de elección, hacer valer sus principios y plataformas políticas para normar la vida civil. Finalmente llega la del Diálogo, en que los contendientes son capaces de discutir propuestas para solucionar problemas comunes en un marco de respeto, apertura y disposición, alcanzando acuerdos en temas de interés nacional y consecuentemente mayor bien común. De ese nivel aún estamos muy lejos, ¿verdad?

Estoy convencido que seguiremos avanzando, logrando dar pasos importantes; entre ellos: un sistema electoral reconocido en distintos países por su transparencia, aunque los perdedores insistan en desprestigiarlo; haber vivido una real contienda, con exposición de posturas políticas, aún hayan sido demeritadas en su calidad por los dimes y diretes de mala fe politiquera; sobre todo, transparencia que estimula a la participación, generando confianza sumada a la verdadera oportunidad de disentir expresando opiniones.

Nunca como ahora, los partidos políticos disfrutaron de la posibilidad de utilizar los medios de comunicación para expresar sus ideas, hasta abusar de la libertad de expresión, llegando al libertinaje, gastando dinero a “manos llenas”. Ésta es una discusión de moda, con pros, contras y dudas generadas por propuestas de reformas.

También queda mucho por hacer con el propósito de seguir perfeccionando nuestros niveles de ejercicio de vida democrática; siguen existiendo “puntos negros” que son enormes oportunidades para trabajar y mejorar.

Le ofrezco algunos “tips” que bien pueden aportar a la superación:

Aún en el presente, existen líderes mesiánicos que con amenaza del uso de la fuerza bruta intentan someter a todos los mexicanos con minorías de simpatizantes a nivel nacional, siendo capaces de desordenar la vida política y social afectando a la mayoría, quienes no recibieron la protección que la ley prevé. Síntoma de inmadurez.

Quienes detentan el poder económico pueden hacer mal uso del mismo y lograr que los servidores públicos se sometan a sus caprichos, atendiendo sus intereses particulares, violando los derechos fundamentales de los otros mexicanos. Así, el empresario poblano “instruye” al líder diputado mexicano sobre lo que debe hacer y lo más grave: aquél acepta quedar a disposición del “poderoso”, traicionando a los votantes y al proceso democrático por el que llegó al puesto. Que ése tipo de hechos exista, es profunda inmadurez democrática.

Un grupo, de relativamente pocos pseudoprofesores de México, pueden detener el proceso educativo –meses enteros– en el Estado de Oaxaca, y va más allá del desconcierto, pues son capaces de afectar el sector turístico, comercial y la tranquilidad social, utilizando la violencia para exigir que la autoridad –con o sin razón– sea destituida. Inmadurez democrática.

Del principio aquél de “educar con el ejemplo”, ni hablamos.

Existen otros gobernadores ejerciendo aún su autoridad a “la antigüita”, cuando las dictaduras disfrazadas los transformaban en semidioses. ¿Cómo es posible que por tecnicismos el derecho legal rebase al moral?; peor aún, lograr con el paso del tiempo –“que todo lo cura”– poder “enterrar” los graves abusos de autoridad; o que exista el revanchismo político.

Dentro de esa “casta de poderosos” quedan los tristes testimonios de personas con autoridad que no aplicaron la ley, caso de la invasión al Paseo de la Reforma; ellos, con desenfado declaran a la prensa nacional justificaciones tales como: “actué conforme a mis convicciones y creencias”, olvidando que la responsabilidad fundamental del puesto es hacer valer la ley y el orden. Todos son ejemplares de antidemocracia.

Seguramente usted podrá continuar el diálogo aportando otros ejemplos, sin embargo, le insisto: vamos avanzando.

Si a Vicente Fox –en lo personal– lo acusaron de ignorante, débil e influenciable, algo bueno dejó para la historia: tolerancia ante el agravio personal. Quizá, al menos en eso fue democrático, aunque las acusaciones de abuso de familiares minan gravemente su imagen y destruyen el efecto de sus pocos aciertos. Que se haga justicia.

Le pido no dejemos de ver las áreas de oportunidad para el ejercicio de la democracia; le insisto en defender el avance logrado: participando, opinando, generando ánimo a partir del diálogo inteligente y civilizado. ¿Acepta?

ydarwich@ual.mx

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