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Inmigrantes en jaque| Actitudes

José Santiago Healy

En tanto en la Ciudad de México los diputados y senadores legislan a su libre antojo, aquí en Estados Unidos la oleada en contra de la inmigración sigue su marcha sin que exista poder ni instancia que logre detenerla.

Los norteamericanos se rigen por tendencias, en años pasados la moda fue el mundo hispano en todas sus expresiones, desde el idioma español, la música latina y la comida mexicana hasta las bebidas tradicionales como la tequila y la cerveza.

Todavía el mercado hispano representa un pastel muy apetitoso que todos quieren conquistar ante su impresionante crecimiento.

Pero simultáneamente surgieron grupos antagónicos que se dedicaron a combatir a los inmigrantes que entraban a este país sin documentos legales y que obviamente en su mayoría son hispanos y de origen mexicano.

La cerrazón por parte del Congreso norteamericano a la reforma migratoria fue una expresión clara y contundente de esta tendencia de los grupos anglosajones a cerrar el paso a todo aquello que implique abrir las puertas a personas, productos e ideas del exterior.

El surgimiento en Arizona, luego en California y más tarde en varios estados de los grupos de Minutemen, conocidos como los “cazamigrantes”, es otro fenómeno peculiar que evidencia esta corriente xenofóbica.

Uno de los motivos principales del rechazo del Congreso a la reforma migratoria, avalada por el presidente George W. Bush, fue el envío masivo de cartas y correos electrónicos a senadores y representantes por parte de los grupos conservadores.

De poco o nada valieron las marchas de millones de hispanos que tomaron las calles el año pasado para exigir al Congreso una reforma digna y humana a favor de los inmigrantes.

Lo preocupante y peligroso es que esta tendencia o moda avanza día tras día para manifestarse en infinidad de acciones de la vida cotidiana en los Estados Unidos.

En California, sin duda el estado con mayor número de inmigrantes, fueron suspendidas las clases bilingües en algunas escuelas primarias.

Ya vimos lo que ocurrió en días pasadas cuando la mexicana Elvira Arellano fue detenida y deportada a través de California y no en Illinois en donde estaba refugiada.

El colmo de este clima adverso fue el rechazo del Senado al plan piloto que el Gobierno de Bush acordó con México para abrir las fronteras al transporte de carga mexicano.

No se trata de una concesión graciosa de Bush, sino un acuerdo estipulado en 1994 con el Tratado de Libre Comercio y que los Estados Unidos se han negado a respetar alegando que los camiones de México no cubren los estándares de calidad.

No podemos negar que el transporte de carga mexicano adolece de fallas y rezagos, pero existen empresas muy profesionales cuyos camiones y choferes nada tienen que envidiar a las empresas yanquis que, dicho sea de paso, también sufren de anomalías.

En medio de este negro ambiente dejó un grato sabor de boca el debate que organizó Univisión con los aspirantes presidenciales del Partido Demócrata, pero como sucede en tiempos electorales, todos hablaron maravillas de nuestra raza y de la reforma migratoria.

¿Pensarán lo mismo si alguno de ellos gana las elecciones en noviembre de 2008? Al menos dos de los precandidatos, Hillary Clinton y Barack Obama, votaron en el Senado a favor de la construcción del super muro fronterizo propuesto por George W. Bush.

¿Cuánto durará esta oleada en contra de los inmigrantes? Sólo Dios sabe, lo cierto es que no podemos quedarnos con los brazos cruzados aguantando agravios y desaires por parte de estos grupos racistas que no se dan cuenta que estamos en pleno siglo XXI, precisamente el siglo de los inmigrantes.

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