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Invade desesperación a evacuados de California

Familias albergadas en el estadio Qualcomm de San Diego, EU., luego de ser evacuadas a causa de los incendios forestales en California. (EFE)

Familias albergadas en el estadio Qualcomm de San Diego, EU., luego de ser evacuadas a causa de los incendios forestales en California. (EFE)

EFE

En el Estadio Qualcomm de San Diego hay montañas de cajas de pañales, comida para un ejército y hasta masajes gratis, pero el cansancio se palpa en las diez mil personas allí refugiadas de los incendios que arrasan el sur de California.

Superado el miedo inicial de la escapada a toda prisa, con el paso de los días se agudiza el deseo de regresar a la normalidad y de, simplemente, volver a casa.

"Todo funciona bien aquí, la gente es muy amable, muy agradable, pero lo que queremos es regresar a casa", dijo el iraní Borhan Jangi, de 28 años, quien salió de Rancho Bernardo, al noreste de San Diego, el lunes por la mañana, cuando la policía ordenó la evacuación de su barrio.

Para gente como Jangi, lo peor de todo es desconocer si al volver encontrarán su vivienda en pie o sólo rescoldos.

"No sabemos si la casa se quemó. No nos queda más que esperar. Es muy difícil", reconoció el guatemalteco Manuel Velasco, de 35 años, en la puerta de una tienda de campaña que le dieron el lunes al llegar al Estadio.

Su mujer y sus dos hijos sufren asma, por lo que no se lo pensó dos veces cuando el humo y la ceniza envolvieron la localidad de Ramona, también al noreste de San Diego.

"Agarramos una muda de ropa, al perro y al pájaro, y salimos", dijo. Lo mismo hizo el mexicano Jorge Miramontes, de 47 años, también de Ramona. "Salimos con lo puesto y no sabemos si se quemó la casa, ni cuándo podremos volver", relató.

En San Diego, cuyo condado es el más afectado por los incendios, funcionan decenas de albergues, pero el mayor con diferencia es el del Estadio Qualcomm, donde en otras circunstancias juega el equipo de futbol americano de los Chargers.

El jefe de policía de la ciudad, Bill Kolender, ha pedido paciencia. "La vuelta no sólo depende de la situación de los edificios, sino también del sistema sanitario, de electricidad y de consideraciones de salud", afirmó en una rueda de prensa.

En el Estadio, los evacuados tienen acceso a ayuda psicológica para superar las secuelas de un incendio que, según Kolender, es el mayor en la historia de Estados Unidos.

Trudy McCune, de 50 años, reconoció haber sentido gran angustia. "Pasamos mucho miedo cuando nos fuimos, había humo por todos los lados", recordó. "El cielo estaba totalmente negro", añadió su hijo Kevin, de 10 años. Era el lunes por la mañana en Rancho Bernardo.

Desde entonces un edificio de apartamentos a 500 metros al norte de la residencia de los McCune ha ardido, como también la casa de unos amigos a unos cientos de metros hacia el este.

La ocupación principal de los refugiados es ver la cobertura incesante de televisión, para estar al tanto de los cambios en la dirección del viento o cualquier información sobre su localidad.

Muchos saben que su casa está aún en pie porque han hablado con un vecino que se quedó o porque su contestador automático aún funciona, pero hasta que las autoridades no informen del fin del peligro siempre les queda el temor de que pueda arder todo.

La incomodidad física, según los refugiados, es menor que la psicológica, gracias a la buena organización del centro de acogida.

Los acogidos en el Estadio son principalmente de clase trabajadora, muchos de ellos latinos, que han llegado a San Diego con sus propios automóviles.

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