Durante siglos se soñó al Tíbet como aislado e inaccesible "techo del mundo" y epicentro espiritual, pero un año después de inaugurarse el ferrocarril Qinghai-Tíbet se ha producido una segunda invasión china, esta vez turística.
El número de turistas que han visitado la región, hasta hace poco una de las más enigmáticas del planeta y ocupada por China en 1950, ha superado ya a la totalidad de la población tibetana, después de que una shanghainesa se convirtiera en la "turista número 3 millones" al llegar a la capital, Lhasa.
La población del Tíbet es hoy de 2.8 millones de personas.
Tras la inauguración del trazado ferroviario ubicado a mayor altitud del planeta (hasta 5.072 metros) el 1 de julio de 2006, el Tíbet se ha conectado con el mundo y convertido en el principal destino de los ávidos y nuevos ricos turistas chinos.
La oficina de turismo del Tíbet prevé que este año se alcancen los 3.8 millones de turistas, más de los que se registraron entre 1980 y 2000, informó la agencia de noticias Xinhua.
La cifra entre enero y septiembre supone un 65 por ciento de incremento respecto al mismo periodo de 2006, y sólo 100 mil de los tres millones de visitantes fueron extranjeros, un 3.3 por ciento.
La avalancha turística en el epicentro del Budismo tibetano se traduce en, por ejemplo, insalvables e infructuosas colas para visitar el palacio de Potala, pero también en pingües beneficios, con 133 millones de dólares ingresados por turismo entre enero y septiembre, un 90 por ciento más respecto al mismo periodo de 2006.
