Muchos israelíes y palestinos consideran que están tan lejos de resolver su conflicto como lo estaban hace 40 años.
Los palestinos conmemoraron ayer 40 años de ocupación militar israelí con inusitadas convocatorias a un examen de conciencia y con una advertencia de su presidente, quien dijo que las luchas intestinas libradas en los últimos meses han puesto al territorio al borde de la guerra civil.
En Israel, el aniversario de la Guerra de los Seis Días de 1967, encendió más las agrias discusiones sobre si la rápida toma de Cisjordania, Gaza y el oriente de Jerusalén representó una maldición o un logro para el Estado judío.
El ánimo en ambas partes fue sombrío. Muchos israelíes y palestinos consideran que están tan lejos de resolver su conflicto como lo estaban hace 40 años. Varias ceremonias austeras se realizaron en Cisjordania, incluida una protesta y una sesión parlamentaria, pero no hubo ninguna en Israel, que sigue el calendario hebreo.
Los palestinos dijeron que nunca esperaron que la ocupación durara tanto.
El negociador palestino Saeb Erekat, quien tenía 12 años cuando Jericó, su ciudad natal, quedó ocupada por los militares israelíes, dijo que sus dos hijas se casarán este año.
“Así que tendré nietos nacidos bajo la ocupación”, señaló. “Esto no debería tolerarse. Cuarenta años de ocupación y violencia son suficientes”.
Los israelíes recordaron la forma en que el júbilo por haber evitado la prometida aniquilación fue convirtiéndose en una profunda discusión sobre cuál sería el destino de las tierras tomadas.
“Llegamos a un estado tal de euforia y emoción que nos cegamos, porque con semejante éxito podríamos haber logrado la paz”, dijo el ex ministro del Gabinete israelí, Shulamit Aloni, citado por la Radio de Israel. “Hoy podemos hacer la paz y no lo estamos intentando”.
La parte pacifista de Israel señaló que el dominio sobre los palestinos ha erosionado los valores israelíes y debilitado su imagen internacional. Muchos judíos devotos consideran que el regreso al corazón bíblico de Cisjordania es un paso hacia la redención, y los estrategas militares argumentan que la nueva franja de seguridad dio más protección a Israel.
En Cisjordania y Gaza, la jornada fue dominada por las preocupaciones sobre la sangrienta lucha de poder entre el grupo Fatah, del presidente moderado Mahmoud Abbas y la milicia islámica Hamas. Ambos bandos han gobernado en una endeble coalición desde marzo, luego de un año en que sólo Hamas ocupó el Gobierno.
Pero una nueva ronda de enfrentamientos estalló el mes pasado.
“Sobre nuestra situación interna, lo que nos preocupa es el caos y más específicamente, el estar al borde de una guerra civil”, advirtió Abbas en un discurso con motivo del aniversario, transmitido por la televisión.
Abbas dijo que se ha percatado, después de cientos de horas dedicadas a la negociación de un alto a la violencia, que “algo igualmente o más peligroso que la ocupación es la lucha interna”. Para una sociedad que durante años ha culpado a Israel de prácticamente todos sus males, semejante afirmación fue inusitadamente franca.
En otra expresión similar, el ex primer ministro palestino Ahmed Qureia dijo que los conflictos internos “muestran la medida en que somos responsables por buena parte de los fracasos que sufrimos hoy”.