“Nada es más peligroso que la victoria”.
Yuri Lotman
Mérida, Yucatán.- La sociedad yucateca no se ha recuperado del choque producido por el triunfo de Ivonne Ortega, la candidata del PRI al Gobierno del Estado. La victoria fue sorprendente, si se toma en cuenta la ventaja que en cualquier elección mexicana tiene siempre el partido en el Gobierno, pero también por la distancia de casi 20 puntos que llevaba el candidato panista Xavier Abreu sobre Ortega al comenzar la campaña y que se convirtió al final en un triunfo por siete puntos porcentuales de Ortega.
El choque a la sociedad, sin embargo, también se debe al hecho de que en Yucatán la política es una segunda religión que corre en las venas como sangre. Por eso la participación de 70 por ciento de los ciudadanos registrados. De ahí la intensidad de la lucha que concluyó en la votación del 20 de mayo. Por eso las acusaciones y contraacusaciones no cesan a dos semanas de la elección. Todos los yucatecos tienen una explicación del resultado de la elección y todos argumentan con vehemencia para demostrar que su versión es la correcta.
Muchos panistas han tratado de engañarse a sí mismos al tratar de explicar la derrota. Nadie quiere aceptar la responsabilidad. Es más fácil inventar complots para echarle la culpa a alguien más.
El presidente nacional del PAN, Manuel Espino, culpó, cuando menos en parte, a “operadores políticos” del presidente de la República, Felipe Calderón, que no se coordinaron con los panistas en Yucatán. Esta explicación equivaldría a decir que el PAN perdió en Yucatán porque el presidente no metió las manos en la elección. Pero pobre sería una victoria en cualquier lugar para un partido democrático que sólo puede obtenerla con una intervención ilegal del presidente.
Arturo García Portillo, secretario de estrategia electoral del CEN del PAN, ha sido más específico que otros. Él señaló la semana pasada que los operadores del presidente Calderón en Yucatán fueron Jorge Manzanera y Antonio Sola. No se entiende, sin embargo, que pudieron haber hecho estos dos “operadores” para cambiar por sí solos el rumbo de una elección como la de Yucatán y entregarla a un partido distinto al del presidente.
Abreu, el candidato derrotado, ha tenido una actitud bipolar, por no decir esquizofrénica, ante los resultados de la elección del 20 de mayo. Primero, en la noche misma de la votación, se presentó junto a Manuel Espino, el presidente nacional del partido, para afirmar que había ganado. Un día después, en una conferencia de prensa, también acompañado por Espino, en la que los ojos se le llenaron de lágrimas, reconoció su derrota. Hay quien sugiere que el propio presidente de la República, Felipe Calderón, pueda haber presionado para ese reconocimiento en su afán por demostrar que el PAN, al contrario del PRD de Andrés Manuel López Obrador, sí reconoce sus derrotas.
Posteriormente, sin embargo, Abreu ha cambiado su cantar. Ahora afirma que fue víctima de un fraude electoral montado, entre otros, por los gobernadores priistas de Quintana Roo, Félix González Canto; del Estado de México, Enrique Peña Nieto y de Nuevo León, Natividad González Parás. ¿Cómo habrían hecho estos gobernadores para hacer un fraude a la distancia? Esto es algo que Abreu omite explicar.
La verdad es que tres factores reales parecen haber influido en el resultado de la elección de Yucatán. Uno fue la separación de la ex alcaldesa de Mérida, Ana Rosa Payán, quien no llevó muchos votos a su candidatura con Convergencia y el Partido del Trabajo, pero sí dividió y debilitó al PAN; otro, el cuestionamiento persistente al gobernador panista, Patricio Patrón Laviada y a miembros de su familia, acusados de beneficiarse del poder; y el tercero, el simple hecho de que Ivonne Ortega fue una candidata fresca, con un discurso entusiasta, que capturó la imaginación de los yucatecos ante un rival panista que se percibió aburrido y falto de vigor.
El PAN recurrió a una guerra sucia en contra de Ortega. Presentó fotos de ella obesa, como había estado en el pasado. Pero esta guerra sucia se revirtió. Muchos yucatecos simplemente consideraron injusto ese tipo de ataques personales. Otros más consideraron que una mujer que había logrado perder tantos kilos demostraba tener la fuerza de voluntad que se requiere para gobernar el estado.
Ivonne, sin embargo, llegará al Gobierno de Yucatán el primero de agosto convertida en una incógnita. Cuenta con apenas 34 años de edad y su experiencia administrativa se limita a haber sido presidenta municipal de su pueblo, Dzemul. El equipo de trabajo del que pueda rodearse resultará fundamental para su gestión. Y cuidado, porque los yucatecos ya han aprendido el juego de la alternancia y han demostrado que no se tocan el corazón para cambiar sus lealtades políticas.
BATALLA POR EL PAN
Como era de esperarse, el presidente Felipe Calderón ha empezado a ejercer control sobre el PAN. Los abucheos y la victoria de los calderonistas en las elecciones para el Consejo Nacional del partido así lo señalan. Manuel Espino seguirá siendo presidente de Acción Nacional durante algún tiempo, pero su eventual salida parece ya definida. Ahora el presidente Calderón tendrá que ser generoso y cuidadoso en la victoria. Lo peor que le podría ocurrir es provocar una nueva división en el seno del partido. El número de consejeros cercanos a Espino sigue siendo elevado. Y nadie puede olvidar el fracaso que sufrió Vicente Fox cuando trató de dominar al PAN.