?Nada resulta más característico de los movimientos totalitarios y de la calidad de la fama de sus dirigentes como la sorprendente celeridad con que son olvidados y la sorprendente facilidad con que pueden ser reemplazados?. Hannah Arendt
Y la bestia despertó al primer día. Hugo Chávez, el rey sin corona del que hablábamos hace unas semanas en este espacio, no se conformará con perpetuarse indefinidamente en el poder. Minutos después de jurar al cargo para el periodo 2007-2013, el Premier venezolano anunció que su proyecto de Estado socialista nacionalizaría las telecomunicaciones y el sector energético, así como cerraría el último reducto de participación privada extranjera en Petróleos de Venezuela (PDVSA).
?Wa wa wee wa?, diría sorprendido Borat Sagdiyev, el ficticio reportero kazako cuya película se exhibe en México. ?Wa wa wee wa?, reaccionaron las bolsas internacionales en su caída tras el inesperado anuncio de Chávez.
Todavía hace algunos meses, la respuesta a la pregunta de qué hacer con Chávez parecía encontrarse en la cómoda espera del desplome de los precios del petróleo, recurso que ha financiado el sueño de un Estado totalitario tropicalizado del ex coronel golpista. Sin embargo, en parte porque los precios del petróleo en efecto han tenido una tendencia a la baja, que no ha podido parar ni siquiera la reducción en la oferta de crudo venezolano, nigeriano y ruso, en parte porque PDVSA no ha podido perfilarse hacia la meta de producir 5.8 millones de barriles diarios en 2012 y también debido a que éste ha sido un cálido invierno, Chávez ha decidido arriesgar el todo por el todo.
El rey sin corona hoy estudia diversificar su estrategia de desarrollo, apostando por la nacionalización de otros sectores de la economía venezolana. Tarea faraónica, ya que más de un tercio del PIB venezolano depende del crudo.
Sin embargo, en el corto plazo la nacionalización de las telecomunicaciones significa para el régimen mucho más que una estrategia de desarrollo. El control de la telefonía le daría al Estado venezolano casi 17 millones de oídos (3.6 millones de líneas fijas y 12.9 millones de líneas de celulares) y desataría el pánico entre los antichavistas.
La negativa de renovar la concesión al canal de Radio Caracas Televisión significa la profundización de los recursos propagandísticos con los que ya cuenta el régimen y es un duro golpe a la débil libertad de expresión que sobrevive en Venezuela. Adicionalmente, la sociedad civil parece estar en extinción. En julio del año pasado, el Congreso, dominado por el movimiento de Chávez, aprobó una iniciativa para impedir donativos extranjeros a las ONG venezolanas.
En fin, la República de Chávez, surgida indiscutiblemente de un proceso electoral transparente y sin fraude, parece inmersa en la ruta de un movimiento totalitario que conlleva la lapidación gradual de las libertades de la democracia liberal. Por ello y aunque parezca obvio, en Latinoamérica ya nadie debe dudar que el nacimiento de monstruos como Chávez, y su clonación, se debe a que la costosa democracia electoral no ha resuelto los problemas del subcontinente.
Más de 200 millones de pobres, monopolios, la aplicación discrecional de la ley, educación deficiente, medios masivos que son cómplices de regímenes tanto de derecha como de izquierda, inseguridad personal, migración por falta de oportunidades, la polarización de la sociedad, el clasismo entre otros, son sólo algunos de los males que engendran estos monstruos con sueños totalitarios.
Lo más preocupante es que el discurso en la región parece secuestrado por la vanagloria de las instituciones electorales, cuando la verdad es que el respeto al voto no aborta a esos engendros.
Profesor del ITAM
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