?Hay el grave riesgo de que la actual generosidad no alcance sus expectativas sino que empeore las cosas?. Laurie Garrett
Davos, Suiza.- La idea de que el Foro Económico Mundial, que se lleva a cabo todos los años en este pequeño poblado alpino, es una reunión de capitalistas desalmados que sólo buscan maximizar sus utilidades y aplastar a los pobres del mundo es, como lo he mencionado en varias ocasiones, absolutamente falsa. Si de algo se puede culpar a Davos es que su exceso de buenas intenciones a veces se traduce en problemas precisamente porque los participantes no tienen suficiente cuidado en examinar cómo funcionan los mercados.
Dos de los personajes principales de la reunión que comienza hoy en Davos y que han sido también protagonistas de los últimos años, son Bono, el cantante de U2, y Peter Gabriel, el flautista y cantante que alcanzó fama con Oasis. Pero no estarán en Davos por sus habilidades musicales, sino por su participación en Organizaciones No Gubernamentales que buscan combatir el hambre y las enfermedades de los países pobres, particularmente en África.
Bill Gates, el presidente del consejo de administración de Microsoft, estará también presente, a pesar que ya no participa directamente en el manejo de esta poderosa empresa de software. Sus mayores esfuerzos en Davos están enfocados al trabajo humanitario de la Melinda and Bill Gates Foundation que dedica enormes cantidades de dinero a la ayuda para el desarrollo y a la lucha contra las enfermedades en los países más pobres.
Pero tanto Bono como Gates, al igual que todos los responsables de programas de ayuda médica a países pobres, deberían leer el ensayo de Laurie Garrett incluido en el actual número, enero-febrero, de la revista Foreign Affairs: ?The Challenge of Global Health? (?El reto de la salud global?). La influyente autora, ganadora de los premios Pulitzer, Polo y Peabody de periodismo, investigadora senior de salud global del Consejo de Relaciones Internacionales de los Estados Unidos, argumenta que a pesar que el dinero disponible para combatir ciertas enfermedades, como el Sida/VIH, ha crecido de manera espectacular, en el camino se están cometiendo errores que pueden ser desastrosos para la salud de los pueblos que los donadores tratan de ayudar.
El fenómeno es similar al que se registraba en otros tiempos cuando la ayuda exterior de los países desarrollados simplemente inyectaba dinero a las naciones pobres. Esta afluencia de divisas inhibía la creación de capital interno, producía inflación, aumentaba el valor de las divisas locales, inhibía las exportaciones, generaba una competencia desleal para la contratación de personal local y producía corrupción. Muchas veces la ayuda entregada con la mejor de las intenciones terminaba siendo más perjudicial que positiva.
Algo similar está ocurriendo con los programas para combatir enfermedades en el tercer mundo. Los donadores piden que su dinero se utilice para atacar ciertos males, especialmente el Sida, como consecuencia de su alto perfil. Es mucho más fácil convencer a los habitantes de los países ricos a aportar dinero para combatir el Sida, que ciertamente se ha convertido en una tragedia social en casi toda el África subsahariana, que males tan prosaicos como la disentería o la muerte por parto.
El resultado es que miles de millones de dólares se han dedicado en los últimos años al combate del Sida en África y en países como Haití. Enormes cantidades de los medicamentos conocidos como retrovirales han sido adquiridos y distribuidos, pero la esperanza de vida en los países que han recibido este apoyo no sólo no ha mejorado sino que ha disminuido.
La razón es que el énfasis en combatir una enfermedad ?cara? como el Sida ha dejado el campo libre a las enfermedades tradicionales. Muchas veces los hospitales de los países más pobres tienen costosos retrovirales, pero no antibióticos para combatir infecciones básicas. Sus médicos y enfermeras ?aquellos que no son reclutados por hospitales de países desarrollados desesperados por la escasez de personal médico que sufren? dedican la mayor parte de su tiempo y esfuerzo a mantener vivos a los pacientes de Sida sin poder dedicarse a los pacientes de males convencionales.
Laurie Garrett pide que los programas de ayuda cambien su estrategia. Así como hace ya muchas décadas se descubrieron los efectos negativos de los programas de ayuda extranjera, hoy queda en evidencia los problemas de inyectar enormes cantidades de dinero a unas cuantas enfermedades ?de moda?. Lo que hay que hacer es concentrar el esfuerzo en los males tradicionales y más urgentes: ?poner a las madres y niños primero?, como señala Garrett, e invertir en construir sistemas médicos sustentables en el largo plazo en los países más pobres.
Esperemos que tanto los grandes donadores como los administradores de los programas de ayuda que estarán presentes en Davos presten atención. Las buenas intenciones no son suficientes. Aun en la ayuda humanitaria, hay que saber cómo funcionan los mercados.
DESTACADO Y DESCONOCIDO
Uno de los mexicanos más importantes que participa este año en Davos no es un político: se trata de Héctor Ruiz, presidente del consejo y director general de AMD, la empresa que compite con Intel por el mercado de los microchips, que son la base de la arquitectura de las computadoras. Ruiz, quien es virtualmente desconocido en nuestro país, es sin duda uno de los mexicanos más destacados de la economía global.