“Al dar a los demás los derechos que les corresponden, nos damos también derechos a nosotros mismos”. John F. Kennedy
Ayer se registraron docenas de bloqueos en distintas vialidades importantes del Distrito Federal. En muchos de los casos eran grupos de apenas una veintena de activistas opuestos a la nueva Ley del ISSSTE los que bloqueaban avenidas troncales como Constituyentes o Insurgentes. La Policía, en vez de intervenir para liberar las vialidades, hacía cortes a la circulación que empeoraban más la situación.
No es que el Gobierno del Distrito Federal, controlado por el PRD, no tenga fuerza para mantener las vialidades abiertas. Cuando ha habido manifestaciones o bloqueos que han molestado a los gobernantes del Distrito Federal, como las que hicieron en Tepito las víctimas de las expropiaciones, la fuerza pública ha entrado vigorosa a cumplir con su función. La mayor parte de las manifestaciones y bloqueos en la capital de la República, sin embargo, son realizadas por grupos hermanos o cercanos al PRD, por lo que el Gobierno no sólo los tolera sino que los ayuda o los promueve.
Los perredistas han asumido como dogma la idea de que ellos tienen derecho de bloquear la circulación de vehículos o de personas cuando se les antoje. Lo hacen, por eso, cada vez con mayor frecuencia. Consideran que el derecho a la libre manifestación se traduce en el derecho a cerrar las vías de comunicación en cualquier momento. Y su ejemplo cunde cada vez más. Ayer vimos cómo grupos muy pequeños, por ejemplo de apenas una veintena de estudiantes de alguna vocacional, cerraban -sin preocuparse- las vías primarias.
Estos bloqueos no podrían llevarse a cabo sin el apoyo de la Policía capitalina. Lejos han quedado los tiempos en que las fuerzas del orden de la capital reprimían a los manifestantes. Hoy, de hecho, su función principal es protegerlos a ellos de los automovilistas y usuarios del transporte público que se enfurecen al ver cómo sus derechos y su tiempo son violados con absoluta impunidad.
Los perredistas no son novatos políticos. Ellos han medido las posibles consecuencias de sus acciones. Hace algunos meses Alejandro Encinas, cuando era jefe de Gobierno de la Ciudad de México, señalaba que si los bloqueos y manifestaciones fueran realmente rechazados por la población, el PRD no habría conseguido los triunfos electorales tan fáciles que ha obtenido en los últimos años en la capital. Y Marcelo Ebrard, ciertamente, ganó el Distrito Federal con una amplia mayoría el dos de julio de 2006.
Pero el hecho de que la poderosa maquinaria electoral del PRD les siga dando triunfos en la Ciudad de México a los candidatos perredistas, no significa que no se estén violando los derechos de los capitalinos. Entre más frecuentes se vuelven estos abusos, más extensa se hace la insatisfacción entre los afectados. Ayer los bloqueos afectaron a cientos de miles, quizá millones, de capitalinos. Y es imposible ocultarles el hecho de que el Gobierno del Distrito Federal es el principal responsable de todas las angustias que vivieron.
Algunos perredistas quizá están conscientes del costo que este tipo de acciones puede tener. El año pasado consideraron natural bloquear durante semanas el Paseo de la Reforma y el Centro Histórico de la Ciudad de México, pero la popularidad de Andrés Manuel López Obrador se desplomó para su asombro. La imagen del PRD que estos bloqueos generaron fue una de las razones que llevaron a la derrota del partido en Tabasco, un estado en el que antes de estas acciones las encuestas señalaban una cómoda ventaja para el candidato perredista.
En este momento Marcelo Ebrard puede estar satisfecho con los índices de popularidad que está registrando en las encuestas. Sus expropiaciones en Tepito e Iztapalapa, si bien muy cuestionables desde el punto de vista jurídico y de respeto a los derechos humanos, le han creado en lo personal una imagen de intensidad en el esfuerzo por enfrentar al crimen en el Distrito Federal. Incluso el secretario de Gobernación del Gobierno Federal, Francisco Ramírez Acuña, felicitó a Ebrard por sus expropiaciones.
Pero el hecho es que ayer cientos de miles de capitalinos se volvieron juguetes de pequeños grupos de perredistas y de simpatizantes del PRD cuyo propósito era echar para atrás una Ley, la del ISSSTE que no es responsabilidad de la gente común y corriente que fue afectada. Y muchas de estas personas se dan cuenta sin duda de que esos bloqueos que tanto daño les hacen son no sólo tolerados sino promovidos por el Gobierno perredista de la capital.
Tarde o temprano esto tendrá un costo. Quizá cuando Ebrard esté en campaña en 2012 por la Presidencia de la República algún partido sacará los videos de estos bloqueos y dirá que él y su partido son un peligro para los mexicanos. Y ante la fuerza del video, ni el candidato ni el partido podrán argumentar que están siendo objeto de una guerra sucia.
MAYORITEOS
¿Están mayoriteando el PAN y el PRI en el Congreso la nueva Ley del ISSSTE? La verdad es que simplemente están usando la mayoría que les da su alianza en este tema. Ésa es la regla de la democracia. Los derechos de las minorías deben ser respetados, por supuesto, pero las decisiones les tocan a las mayorías. Eso es lo que hace el PRD en el Distrito Federal, donde cuenta con una mayoría absoluta. Pero a los perredistas no se les ocurre decir que ellos están mayoriteando las iniciativas en la Asamblea Legislativa que ganan precisamente gracias a su mayoría.