?Cada quien tiene su parte y todos lo tienen entero?. Víctor Hugo
Una vez al año, hacia fines de enero, emprendo el viaje a Davos, una pequeña aldea de los Alpes suizos. Siempre lo hago con reticencia. Como tantos otros devotos, todos los años me quedo con la impresión de que el Foro Económico Mundial es demasiado grande, demasiado caótico, demasiado lleno de información. Pero, como tantos más, me doy cuenta de que no puedo faltar a la cita anual.
El Foro Económico Mundial de Davos reunirá este año a 2,400 participantes. Los peregrinos llegamos desde 90 países del mundo. Algunos son jefes de Estado o de Gobierno; otros, empresarios, de los cuales 800 son presidentes o directores generales. Hay también ministros, embajadores, jerarcas religiosos, directores de Organizaciones No Gubernamentales y de instituciones multilaterales, filósofos, artistas y escritores. Y, por supuesto, también un nutrido número de periodistas.
Entre los políticos que están programados para este año se cuenta el británico Tony Blair, la alemana Ángela Merkel, el palestino Mahmoud Abbas, el brasileño Lula, Pascal Lamy de la Organización Mundial de Comercio, el israelí Simón Peres, la reina de Jordania Raina y el príncipe Alberto de Mónaco, entre muchos más. La lista de empresarios es igualmente o quizá más notable: Bill Gates de Microsoft, Michael Dell de Dell Inc., George Soros del Soros Management Fund, Sir Martin Sorrell de WPP, Ricardo Salinas de Grupo Salinas, Carlos Ghosn de Renault y Nissan, Hugh Grant de Monsanto, Rupert Murdoch de News Corporation, Charles Prince de Citigroup, Rex Tillerson de Exxon Mobil y muchos, muchos más.
Los académicos son preponderantemente economistas, pero también hay politólogos, abogados, filósofos e historiadores. Personalidades como Bono, el cantante de U2 y Peter Gabriel, originalmente de Génesis, acuden por su participación en organizaciones sociales dedicadas a combatir la pobreza.
Para el presidente Felipe Calderón su primera visita como presidente será importante. Hace ya muchos años el Foro lo escogió como uno de sus Young Leaders of Tomorrow, los hoy llamados Young Global Leaders, que son jóvenes que los dirigentes del Foro piensan pueden alcanzar éxito con el tiempo. Años más tarde, en el 2004, regresó como secretario de Energía. Esta semana estará de vuelta como presidente de México.
Además de él, la comitiva mexicana incluirá a Eduardo Sojo, el secretario de Economía y Georgina Kessel, secretaría de Energía. Estará también el gobernador del Banco de México, Guillermo Ortiz, pero el secretario de Hacienda Agustín Carstens canceló. Representando a instituciones internacionales, pero originarios de México, estará José Ángel Gurría de la OCDE y Jacques Rogozinski de la Corporación Interamericana de Inversiones.
El tema central de este Foro será ?La cambiante ecuación del poder?. Se discutirá cómo países emergentes antes menospreciados, como China y la India, hoy rivalizan con las superpotencias; cómo los productores de materias primas, antes condenados a la irrelevancia, están recibiendo fuertes inyecciones de dinero; cómo los consumidores, favorecidos por el Internet y la globalización, establecen sus reglas frente a los productores.
Pero es un error pensar que Davos es simplemente una reunión de negocios. El jueves a mí me tocará moderar una sesión que se titula ?Yo, yo mismo y mi identidad? en la que participarán filósofos, religiosos y escritores y cuyo propósito es determinar qué tanto se puede preservar la identidad en la globalización en la que vivimos en la actualidad.
Y como ésta, hay muchas. Para quien logra navegar adecuadamente entre las múltiples sesiones que se escenifican dentro del Centro de Congresos o en los hoteles circunvecinos, Davos puede convertirse en un verdadero curso universitario en el que se escuchan todas las posiciones. En el Foro Abierto, que se lleva a cabo en una escuela de la localidad, se generan fuertes discusiones con los grupos opuestos a la globalización que ven al Foro Económico como representante de todo lo malo que hay en la Tierra. Pero lo interesante es que estas voces se oyen con frecuencia en Davos, mientras que nadie, si no quiere ser linchado, puede ofrecer posiciones a favor de la globalización en el Foro Social Mundial, la contraparte globalifóbica de Davos.
Quizá es verdad, como me dicen con tanta insistencia, que ya el Foro Económico Mundial no es lo que era antes. Todos los años decimos lo mismo. Pero todos los años nos volvemos a encontrar a fines de enero entre las nevadas montañas del pueblo alpino de Davos.
SOROS Y EL MICROBÚS
El año pasado, extenuado por un largo día de trabajo y por las bajas temperaturas, tomé una noche uno de los microbuses que los organizadores del Foro Económico Mundial de Davos ponen a disposición gratuita de los participantes. Me he acostumbrado a encontrar en ellos todo tipo de personajes, pero esa noche quien se transportaba en el microbús era George Soros, el hombre que ?quebró el Banco de Inglaterra? en 1992 y provocó una fuerte devaluación de la libra. Sí, el mismo que en 2004 donó 23 millones de dólares en un intento por lograr la derrota electoral de George W. Bush. Su fortuna se estima en 8,500 millones de dólares. Hablamos breve pero intensamente de la ?sociedad abierta?, una de sus obsesiones. Cuando llegó el momento me despedí y me bajé en la parada de mi hotel. Y pensé para mí: ésta es una de las razones por las que siempre regreso a Davos.