“Usted cree que ser socialista y ser tonto es la misma cosa y no es la misma cosa”. Felipe González
Acapulco.- Cuenta Felipe González que, poco después de comenzar su periodo como presidente del Gobierno español, llegó a verlo Henry Kissinger, el ex secretario de Estado de la Unión Americana. “Yo no me enteré de lo que quería hasta mucho después”.
“Me preguntó que si era socialista. Yo le dije que sí. Me preguntó entonces si pensaba nacionalizar la banca. Yo le dije que no. ¿Y por qué, si es socialista, no piensa nacionalizar la banca? Yo le respondí: Usted cree que ser socialista y ser tonto es la misma cosa y no es la misma cosa”.
El ex presidente del Gobierno español contó esta anécdota ante un auditorio lleno de banqueros este viernes, 23 de marzo, en el marco de la septuagésima Convención Bancaria. Cuando González asumió la Presidencia del Gobierno de su país en 1982, postulado por el Partido Socialista Obrero Español, se esperaba en Washington que, como lo había hecho Francois Mitterrand en Francia, él nacionalizaría la banca. Pero Mitterrand, dice González, “sólo nacionalizó el cachito de banca privada que (Charles) de Gaulle le dejó”.
Según González, él le dijo a Kissinger en esa visita: “Yo no quiero nacionalizar la banca... Yo quiero una banca eficiente y si la nacionalizo sé que va a ser peor”.
Las ideas de Felipe González, uno de los forjadores de la izquierda moderna europea, han sido desde hace mucho tiempo incómodas para la izquierda dogmática de nuestro país. Este viernes 23 de marzo lo fueron nuevamente. Mientras en la Ciudad de México Andrés Manuel López Obrador seguía organizando manifestaciones y protestas para cuestionar la legitimidad del Gobierno de México, González afirmaba que el discurso de Felipe Calderón de la noche anterior lo había reconciliado “con la Política, así con mayúscula”, en contraste con esa política mezquina que ha hecho que la expresión “Abajo el que suba” se haya convertido en lo que parece el lema patrio de España. Hoy en día en España, dijo, “sólo hay descalificaciones”. Y quizá pudo referirse a México también.
Ahí presente, durante el discurso, se encontraba Guillermo Ortiz, el gobernador del Banco de México, a quien González se refirió en varias ocasiones llamándolo su amigo. Ortiz había hablando una hora antes y había expresado una vez más su preocupación por el alto nivel de las comisiones bancarias en México. Pero González le aconsejó no preocuparse demasiado.
Al hablar de que la banca es uno de los sectores más eficientes de la actual economía española, explicó que él, lejos de nacionalizarla, buscó crear las condiciones que permitieran generar esta eficiencia. “No les voy a ordenar que bajen los costos –dijo en referencia a la discusión sobre las comisiones bancarias— sino que voy a crear las condiciones para que bajen los costos”.
En la visión de González, los países deben hacer reformas para volverse más competitivos. Ésta es la única forma de generar riqueza que es la condición necesaria para redistribuir el ingreso. “China está haciendo reformas. Legalizaron la propiedad privada la semana pasada. Pero nosotros seguimos construyendo ‘utopías regresivas’”, señaló citando la expresiva frase de Fernando Henrique Cardoso, el ex presidente de Brasil.
En la visión de González, Cardoso y Lula representan en Brasil, a pesar de sus diferencias, una misma corriente de izquierda que es necesaria para lograr las transformaciones que Latinoamérica requiere. Pero advirtió en contra de los caudillismos que hoy surgen disfrazados de izquierda. Michelle Bachelet, la presidenta de Chile, “es de izquierda. Pero hay otros caudillos, con sombrero de vaquero y manguera de petróleo, que no son de izquierda. Es el caudillismo”. La referencia no necesitaba nombre y apellido. Pero la imagen de Hugo Chávez estaba claramente presente.
“El problema del mundo –dijo a los banqueros mexicanos—no es la falta de ahorro. Hay un gran excedente de liquidez en el mundo... Hay que captar el excedente de ahorro”. Si bien rechazó el Estado mínimo del neoliberalismo, señaló que “un país no va a poder cubrir con gasto público las necesidades de capital físico”. La inversión privada es indispensable para generar empleo y para mejorar el capital físico. “El empleo no lo hacen los políticos. Creamos las condiciones para hacerlo”.
González ha sido un personaje inquietante para la izquierda mexicana desde hace años. Nadie duda de su compromiso con la construcción de una economía más justa, con una mejor distribución del ingreso, pero se le cuestiona por su rechazo a los viejos dogmas del marxismo que postulan el control de los medios de producción por el Estado. “Una economía sana –pronunció, como lo ha hecho en múltiples foros—no es de derecha o de izquierda. Es de sentido común”.
Hoy en México, por supuesto, su presencia resulta doblemente incómoda: porque reconoce la legitimidad del Gobierno de Calderón y urge a López Obrador a aceptarla. Quizá por eso la semana pasada estuvo en Acapulco con los banqueros y no en el Zócalo con Andrés Manuel.
REFORMAS
La reforma del ISSSTE llega ahora al Senado, donde se espera que se apruebe con rapidez. Las modificaciones que quieren los senadores se harán en una ley paralela para evitar devolver la minuta inicial a la Cámara de Diputados. Pero una vez promulgada la Ley del ISSSTE, hay que iniciar la reforma fiscal y la de Pemex. Sólo estas reformas habrán de liberar el gasto público para cumplir su verdadera función.