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Jaque Mate| IVA a alimentos

Sergio Sarmiento

?El arte de cobrar impuestos consiste en desplumar al ganso de tal manera que se obtenga el máximo monto de plumas con el mínimo posible de quejas?. Jean-Baptiste Colbert

la discusión sobre la reforma fiscal apenas está empezando. Y lo hace con la reiteración de algunos de los dogmas que ya se han manifestado con anterioridad en las discusiones sobre este tema. Entre ellos se destaca el rechazo del PRI y el PRD a la aplicación del IVA a medicinas y alimentos.

No es absolutamente indispensable gravar alimentos y medicinas con el Impuesto al Valor Agregado. Puede hacerse una reforma fiscal de fondo que se centre fundamentalmente en el Impuesto Sobre la Renta. Pero la modificación de las reglas del IVA puede ser importante si realmente queremos simplificar el sistema fiscal, hacerlo más eficiente y eliminar abusos. Una razón es que la actual tasa cero genera una pesadilla burocrática de devoluciones que favorecen a unas cuantas grandes empresas. Otra es que la aplicación del IVA a alimentos y medicinas beneficia más a los mayores consumidores que a los pobres.

Algunos diputados, especialmente del PRI ?partido que, como en otros temas, será el fiel de la balanza de esta reforma?, se dan cuenta de que, por lo menos en algunos casos, la exención a todos los alimentos y medicinas es indefendible. En una entrevista esta semana, por ejemplo, el coordinador de los diputados del PRI, Emilio Gamboa, reconocía que hay alimentos de lujo, como el caviar y las angulas, que no necesitan tener una exención en el pago de IVA.

Gustavo Enrique Madero, el presidente de la Comisión de Hacienda del Senado, miembro del PAN, ha señalado, por otra parte, la conveniencia de eliminar la tasa cero que actualmente se aplica a los jugos. Este tratamiento obliga a la Secretaría de Hacienda a devolver 112 mil millones de pesos al año a las empresas productoras. Los jugos no son, usualmente, más que agua y azúcar con colorantes y saborizantes artificiales. Difícilmente los podemos considerar un alimento. No son sustancialmente diferentes en su contenido a los refrescos. Pero las productoras ganaron los amparos cuando se les pretendió cobrar IVA.

La tasa cero que se aplica a alimentos y medicinas no es una mera exención. No sólo se está dejando de pagar el IVA en el último paso de la cadena comercial, sino que además Hacienda debe devolver a las comercializadoras, que son empresas grandes y rentables, el IVA que éstas hayan erogado en insumos de todo tipo. Más que un beneficio a los consumidores, la tasa cero se convierte así, en un gran subsidio a unas cuantas empresas.

Alrededor de un 50 por ciento de la posible recaudación del IVA se esfuma debido a la tasa cero que se aplica a alimentos y medicinas. No se puede negar que hay mucha gente pobre que se beneficia de este tratamiento especial. Pero la realidad es que, como ocurre con cualquier trato especial en un impuesto al consumo, el mayor beneficio se da a quien más consume.

La tasa cero para alimentos y medicinas es una forma dispendiosa de ofrecer un beneficio social. Los más pobres, que producen sus propios alimentos y reciben medicinas de las instituciones de salud, simplemente no tienen ventajas en este sistema. El porcentaje de beneficio que va a las clases medias y altas, por otra parte, es excesivo. No es que los pobres no saquen ningún provecho de la tasa cero, sino que ésta, como instrumento de beneficio social, es muy ineficiente.

La solución más lógica sería aplicar una tasa normal de IVA a alimentos y medicinas y utilizar los ingresos para proporcionar servicios sociales a quienes realmente los necesitan. La experiencia nos dice que la gente más pobre recibe más beneficios cuando se le apoya con un gasto público focalizado que cuando se le trata de ayudar con ventajas fiscales de aplicación general. Esto lo sabe tanto el Gobierno panista federal, que ha construido sobre esta base el programa Oportunidades, como el perredista de la Ciudad de México, que ha otorgado apoyo a los ancianos sobre este principio.

El problema es saber si los políticos pueden entender esto. Cuando la gente común y corriente reflexiona sobre problemas fiscales, simplemente rechaza pagar impuestos. Casi nadie tiene conciencia de que un impuesto bien administrado puede, de hecho, ayudarle a resolver sus problemas económicos más urgentes. Aunque quizá el problema es que los mexicanos saben que sus impuestos nunca son bien administrados.

Si México quiere tener una reforma fiscal sensata, que mejore las condiciones económicas del país, elimine ineficiencias y sea más justo, será necesario aplicar el IVA a alimentos y medicinas. Quizá algunos de éstos puedan quedar exentos, pero la actual tasa cero es un desperdicio enorme.

Ahora bien, gravar alimentos y medicinas no resolverá como por arte de magia los problemas del país. Por una parte, la reforma del Impuesto Sobre la Renta sigue siendo necesaria. Por la otra, ninguna reforma fiscal servirá de nada si el Estado mexicano sigue desperdiciando los recursos fiscales.

SUBE Y BAJA

Continúa el sube y baja de la Bolsa Mexicana. Los inversionistas tienen miedo de que se registre una recesión que les deje pérdidas enormes. Por eso han vendido valores en los mercados de riesgo, como las bolsas de los países emergentes, que son los primeros en caer en estos casos. El problema es que cuando sacan su dinero de estos mercados, no tienen dónde colocarlo y lo regresan a la bolsa. La renta fija les rinde muy poco. Y hay mucho dinero ahora dando vueltas por el mundo.

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