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Jaque Mate| Jazz en París

Sergio Sarmiento

“El jazz es una forma intensa de despreocupación”. Francoise Sagan

París, Francia.- A veces parece extraño. Pero París, esa ciudad luz de la cultura gala, se ha convertido también en una capital del jazz. Poco importa que sea Semana Santa. En los callejones del Barrio Latino, en los bares de los hoteles y en los restaurantes de Montmartre, el jazz, y especialmente ese cool jazz tan característico de los años cincuenta, es una constante.

Una noche, al caminar por la estrecha calle de Dauphine en Saint-Germain-des-Prés, a unos pasos del Pont Neuf, me encuentro el Hotel D’Aubusson. No es un establecimiento cualquiera. El edificio data del siglo XVII y está meticulosamente renovado. En su interior alberga un patio cubierto al que durante el día le entra la luz y se convierte en un remanso de tranquilidad en medio del bullicio cotidiano de París.

Elegante en sus salones, el Hotel D’Aubusson tiene cuatro estrellas en la clasificación habitual y unas cincuenta habitaciones. Tiene también un bar, el Café Laurent, que rompe con la respetable elegancia del resto del establecimiento. En ese recinto, en las noches de jueves a sábado, toca un pequeño grupo de jazz de cámara encabezado por el saxofonista Christian Brenner y que incluye usualmente a un pianista, a un guitarrista, a un bajista y a un baterista. Me dicen que cada noche el grupo se forma con distintos integrantes y ofrece así interpretaciones ligeramente diferentes de las piezas clásicas de su repertorio.

El público proviene más de las calles llenas de estudiantes del barrio que de los huéspedes del elegante hotel. Pero el ambiente es atento y respetuoso. Quienes se reúnen ahí por las noches gustan del jazz y saben apreciar esa forma sutil de crear música improvisada.

Otra noche es Montmartre, esa montaña al norte de París que tradicionalmente fue el centro de las artes y que hoy es un poco trampa para turistas. Sobre la plaza de Tertre, en un restaurant llamado Au Clairon des Chasseurs, un músico francés llamado Guy Rebul toca en una guitarra eléctrica con caja acústica y poca amplificación piezas clásicas del jazz muy al estilo del virtuoso Joe Pass. En esta ocasión lo acompaña Robert Lafont, otro guitarrista. Juntos hacen un contrapunto realmente espectacular. Las dos guitarras se hunden en una conversación fascinante en la que una y la otra se hablan y responden y se turnan melodía y acompañamiento. Espectacular es su versión de “Nuages” (Nubes) del inolvidable Django Reinhardt.

Me dicen que no siempre están los dos en escena. Y lo lamento. Es muy raro escuchar un contrapunto de dos guitarras. La noche que acudo a verlos, un amigo de ambos se sube al pequeño improvisado escenario y sustituye a Reboul durante unas piezas. Ofrece también con Lafont magníficas versiones de piezas clásicas. Antes de retirarme compro un disco casero de Reboul con solos de guitarra reminiscentes de Joe Pass, Jim Hall o el cara-de-piedra canadiense Ed Bickert. Lo escucho al escribir este artículo.

No es difícil sentir por las calles de París el espíritu de ‘Round Midnight, la clásica película de Bertrand Tavenier ( 1986) en la que Dexter Gordon interpreta al saxofonista, Dale Turner agobiado por su adicción al alcohol. Su frustrado salvador es un joven admirador francés, Francis Borler (Francois Cluzet). “‘Round Midnight”, la misteriosa pieza de Thelonious Monk, le da unidad musical a toda la película. Y aun en el silencio de la noche, me parece escucharla en los callejones oscuros de la ciudad.

París es siempre un geyser de creatividad musical. Si bien quienes amamos la vieja canción francesa recordamos en sus calles a Edith Piaf, a Charles Trenet, a Juliette Greco o a Jacques Brel, la innovación sigue siendo constante en el mundo musical francés. Hoy cantantes como Nadiya, con un rock de influencia islámica, y Diam’s, una agresiva rapera, se cuentan entre las intérpretes más populares entre los jóvenes. Los viejos siguen escuchando a los viejos cancioneros, por supuesto, especialmente en un momento en que la nostalgia ha traído de regreso a Hervé Villard, a Michel Polnareff y a Francoise Hardy, entre otros.

Los viejos de hoy, como los de otras generaciones, se quejan de esas perversiones de la música actual. Pero al final cada quien encuentra en las calles de París la música que busca. Yo, al caminar por Saint-Germain-des-Prés, recuerdo la música casi murmurada de la existencialista Juliette Greco o me encuentro con las acordes sutiles del cool jazz. Pero no puedo sorprenderme si de los antros de los jóvenes surgen las improvisaciones en un francés casi incomprensible de una Diam’s que pese a su éxito –o quizá por eso— se muestra intransigente ante la música tradicional francesa.

Finalmente así se ha forjado siempre la música en Francia y en el mundo: de rebeldías. Y me doy cuenta de que ese jazz que a mí me atrae con tanta fuerza fue en su momento una música de rebeldía.

LE PEN

Las encuestas lo colocan en el cuarto lugar en la contienda presidencial. Pero nadie puede olvidar que en los comicios de 2002 el ultraderechista Jean-Marie Le Pen sorprendió a todos al quedar en el segundo lugar en la primera vuelta y enfrentarse a Jacques Chirac en la segunda. Si usted pregunta a casi cualquiera en la calle, le expresará su rechazo de Le Pen. Pero no cabe duda que en la sociedad francesa hay una corriente de opinión que lo respalda y que admira secreta o abiertamente sus posiciones contra los inmigrantes que hoy han cambiado de forma tan importante la vida del país.

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