?Ni la acusación presupone culpa, ni la traición tirano; pues si fuera así, nadie hubiera inocente ni justificado.? Francisco de Quevedo
Humberto Moreira, gobernador de Coahuila, ha venido señalando en varios foros que el ex presidente de la República, Vicente Fox, le pidió que ?encarcelara a inocentes? como consecuencia del accidente de Pasta de Conchos que aconteció el 19 de febrero de 2006. La acusación, sin embargo, es demasiado seria como para dejarla nada más en una declaración que se pierda después en los dimes y diretes de la política nacional.
Ayer, en distintas entrevistas, fue quedando en claro quién era ese ?inocente? del que hablaba el gobernador. Se trataba del líder sindical Napoleón Gómez Urrutia, quien dos días antes del accidente de Pasta de Conchos había sido desconocido por la Secretaría del Trabajo como secretario general del sindicato.
Al gobernador Moreira se le debe pedir que presente una denuncia penal o, cuando menos, que dé los detalles de esta supuesta petición. Habría que conocer en qué circunstancias le pidió esto el entonces presidente Fox. ¿Fue una petición personal o la hizo por vía telefónica? ¿Presentó o sugirió la existencia de alguna prueba o simplemente le dijo que metiera a la cárcel a Gómez Urrutia porque se le daba la gana? ¿Pidió que la PGR colaborara con la procuraduría del estado para castigar algún tipo de ilícito? ¿Y qué relación había entre las supuestas faltas del líder minero y el accidente de Pasta de Conchos?
Por otra parte, el ex presidente Vicente Fox, tan parlanchín en temas diversos en foros nacionales y extranjeros, debe ofrecer también su versión de los hechos. ¿Realmente pidió al gobernador Moreira encarcelar a Gómez Urrutia? ¿Cuáles eran los cargos que a su juicio debían utilizarse para ello? ¿Bajo qué facultades hizo esa petición? ¿Había pruebas? ¿Tenía algo que ver esta petición con la tragedia de Pasta de Conchos?
Reitero que la acusación es demasiado seria como para dejarla en el aire. Si el presidente Fox pidió algo ilegal al gobernador de Coahuila, debe enfrentar la responsabilidad. Y si no pidió nada ilegal, entonces el asunto debe ser aclarado a la satisfacción de todos.
La muerte de los mineros de Pasta de Conchos se ha convertido, quizá inevitablemente, en una pelota política. Todo el mundo quiere sacar provecho de la tragedia. En la triste situación de nuestra actual vida política, parece que nadie está dispuesto a dejar pasar una ocasión tan jugosa como la muerte de 65 mineros sin buscar provecho político de ella.
Mientras las cosas se aclaran, ayer Gómez Urrutia dio nuevamente una prueba de su poder y control del sindicato minero. Según versiones de sus propios simpatizantes, el 90 por ciento de las actividades mineras y metalúrgicas del país se vieron paralizadas ayer por un paro nacional convocado por las fuerzas leales a este dirigente. El movimiento tenía un doble propósito, como suelen ser todas las cosas hoy en la disputa minera: por una parte se protestaba por la muerte de los 65 mineros hace un año, pero también se exigía al Gobierno Federal el darle nuevamente reconocimiento a Napoleón.
El secretario del trabajo, Javier Lozano, había señalado desde hace semanas que este paro sería ilegal y que él no se dejaría intimidar por una presión de este tipo. Pero esto no impidió la decisión de Gómez Urrutia de ofrecer nuevamente su desplante de poder. Si alguien tiene control sobre las secciones del sindicato, es el dirigente que heredó el control de los mineros de su propio padre, Napoleón Gómez Sada.
Lozano ha tratado de ofrecer una posición equilibrada entre los dos grupos que se disputan el control del sindicato. En diversas ocasiones ha expresado que, así como hubo irregularidades en la toma de nota original de Gómez Urrutia, cuando Carlos Abascal era secretario del trabajo (habrá que recordar que en el sexenio de Ernesto Zedillo el entonces secretario Mariano Palacios Alcocer le negó esa misma toma de nota), las hubo también posteriormente cuando Javier Salazar le retiró esa toma de nota y se la dio a Elías Morales.
Lo ideal sería que los políticos dejaran de jugar con los muertos de Pasta de Conchos: que se entregara un peritaje neutral y objetivo de las causas del accidente. Sería también extraordinario que los líderes sindicales dejaran de lado sus diferencias y permitieran que los mineros, en una votación libre y secreta, decidieran quién debe ser su secretario general.
Pero nunca son así de fáciles las cosas en nuestro país. En el caso de la investigación sobre el accidente, hasta ahora hemos visto muchas declaraciones y pocas pruebas. En el tema de la elección del nuevo secretario general, los simpatizantes de Gómez Urrutia dicen que Morales no puede ser candidato, porque ni siquiera es miembro del sindicato (ellos lo expulsaron), mientras que los leales a Morales afirman que Gómez Urrutia no puede entrar a la contienda porque los estatutos prohíben la elección de una persona sujeta a proceso criminal. Y así, mientras los políticos y los líderes se pelean, los mineros siguen sin saber por qué murieron sus compañeros y la minería nacional vive en la zozobra.
EL CAMPO
Es verdad: de los 25 millones de habitantes de nuestro campo, 24 millones viven en la pobreza; y de éstos, 16 millones sufren una miseria absoluta. Pero para resolver problema lo que se está recetando es más de lo mismo: subsidios y apoyos especiales. ¿Cuándo alguien se dará cuenta de que el problema del campo mexicano es la falta de competitividad y no el reducido monto de las limosnas?