?Coincidencia es la palabra que usamos cuando no podemos ver las palancas y poleas?. Emma Bull
Extraña coincidencia. El viernes 17 de febrero de 2006 la Secretaría del Trabajo y Previsión Social le dio la toma de nota a Elías Morales, líder de un movimiento disidente, como secretario general provisional del sindicato minero en reemplazo de Napoleón Gómez Urrutia. La información, sin embargo, no se dio a conocer en ese momento. Casi nadie, excepto los altos funcionarios de la Secretaría del Trabajo y los dirigentes involucrados, sabía lo que había ocurrido.
Dos días después, el domingo 19 de febrero, hoy hace exactamente un año, se produjo el accidente de Pasta de Conchos. Una explosión arrasó la mina de ese nombre en Santa Rosita, Coahuila y dejó a una docena de lesionados y a 65 mineros enterrados. Durante días la atención del país se centró en los trabajos de rescate y en la angustia de las familias. Con el paso de las semanas se hizo evidente que ninguno sería rescatado con vida de las toneladas de tierra y piedra que la explosión había hecho caer sobre ellos.
La tragedia de Pasta de Conchos se convirtió, paradójicamente, en un regalo inesperado para Napoleón Gómez Urrutia, el líder del Sindicato Nacional de Trabajadores Mineros, Metalúrgicos y Similares de la República Mexicana cuya aparente destitución había sido avalada por la Secretaría del Trabajo con la toma de nota del 17 de febrero.
No era sólo el hecho de que el accidente le daba la oportunidad a Gómez Urrutia de asumir un papel protagónico como dirigente y defensor de los mineros, sino que, además, el hecho de que la tragedia hubiera ocurrido precisamente en una mina de Industrial Minera México (IMMSA) de Grupo México de Germán Larrea, al que Gómez Urrutia acusaba de haber apoyado a Morales en la lucha por controlar el sindicato, convertía a esa empresa en el villano ideal para una ofensiva mediática.
Nadie, que yo sepa, ha explicado por qué pasaron tantos días desde la toma de nota del 17 de febrero y la revelación de que Gómez Urrutia había sido oficialmente desconocido como titular del sindicato. Nadie parece haberse interesado en la extraordinaria coincidencia de que apenas dos días después haya ocurrido el accidente. Nadie cuestionó a Gómez Urrutia cuando, como líder del sindicato minero, culpó a la empresa de haber cometido un ?homicidio industrial?. A nadie, ni siquiera a la Secretaría del Trabajo, se le ocurrió señalar, que Gómez Urrutia había sido desconocido días antes como líder de los mineros. Pasaron semanas antes de que los mexicanos nos enteráramos que el líder que hablaba en representación de los mineros había sido destituido antes del accidente.
Nadie se ha atrevido a señalar públicamente la posibilidad de un sabotaje en Pasta de Conchos. Simplemente, no hay pruebas para ello, como tampoco las hay para otras hipótesis sobre lo ocurrido. Los investigadores cuentan apenas con las bitácoras de los trabajos que se estaban realizando y con las declaraciones de los sobrevivientes. Los trabajos de perforación no han podido llegar al lugar en el que se produjo la explosión. Y sin peritajes in situ, es realmente muy difícil saber lo que sucedió.
Pero no hay duda de que el accidente de Pasta de Conchos se convirtió en una poderosa arma en manos de Gómez Urrutia en su estrategia para mantenerse al frente del sindicato. Nunca hubo una coincidencia más afortunada para el hijo de Napoleón Gómez Sada, cuya elección a la secretaría general del sindicato, impulsada por su padre, había sido cuestionada desde un principio. El líder, quien fue acusado por grupos disidentes de malversar un fondo de 55 millones de dólares de los trabajadores, se convirtió en la personificación del luchador por los derechos laborales, mientras que el Grupo México, el mismo que se había opuesto durante tanto tiempo a entregar esos 55 millones de dólares, pasó a ser el cruel patrón al que no le importa sacrificar vidas humanas a cambio de mayores utilidades. Las huelgas que Gómez Urrutia llevó a cabo a partir de entonces en contra de Grupo México y de Villacero, las dos corporaciones que acusaba de promover el movimiento en su contra, se volvieron así políticamente aceptables.
La fracción del sindicato que encabeza Gómez Urrutia no ha quitado el dedo del renglón. Para hoy lunes 19 de febrero, cuando se cumple un año del accidente de Pasta de Conchos, ha convocado a un paro nacional que busca convertirse en demostración de que sigue controlando el Sindicato Minero. Y bien puede ser así. La estructura de control generada a lo largo de décadas por su padre no se desvanecerá por arte de magia.
Pero no deja de llamar la atención que este paro nacional que busca mandar el mensaje de que Gómez Urrutia sigue siendo el líder real de los mineros, se ha convocado para el 19 de febrero, aniversario del accidente de Pasta de Conchos, y no para el 17 de febrero, aniversario de la toma de nota que constituyó realmente el inicio del conflicto minero.
DROGAS O DISCOS
Con el pretexto de que ahí se vendía droga, el Gobierno del Distrito Federal expropió este 14 de febrero dos predios en el barrio capitalino de Tepito con 155 viviendas y dio 72 horas a los residentes para abandonar sus hogares. Este fin de semana, cientos de policías catearon 44 casas en estos predios. ¿Cuánta droga encontraron? Ni un gramo. Ah, pero sí hallaron 3,600 discos piratas. No importa: de ahora en adelante el castigo por tener discos piratas en el Distrito Federal será la expropiación.