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Jaque Mate| La socialista

Sergio Sarmiento

“Debemos abandonar la ideología de castigar las utilidades. Ségolène Royal

París, Francia.- La candidata socialista Ségolène Royal fue considerada en un primer momento como favorita para ganar la elección presidencial francesa cuya primera vuelta se llevará a cabo este 22 de abril. Pero el candidato derechista Nicolás Sarkozy empezó a ganar terreno sobre ella y finalmente la rebasó. Hoy la contienda se encuentra muy cerrada. Otros dos candidatos, el centrista Francois Bayrou y una vez más el derechista Jean Marie Le Pen, amenazan a los punteros.

Lo interesante es que la candidata socialista ha juzgado importante en este momento crucial moverse de la izquierda hacia el centro. La campaña en buena medida ha girado en torno a la función del Estado en la rectoría de la economía y al uso de impuestos para generar una mejor distribución del ingreso. Y en ese contexto, Royal ha hecho una afirmación que ha dejado helados a muchos de sus simpatizantes de la izquierda. Según ella, Francia debe dejar atrás la ideología de que el Gobierno debe “castigar las utilidades”.

Francia, cabe señalar, ha ido muy lejos en la idea de castigar las utilidades. Es uno de los países de Europa que ha impulsado una legislación más restrictiva para los negocios y en general para la actividad productiva rentable.

Una gran controversia generó hace unos meses la decisión del viejo roquero Johnny Halliday de mudar su residencia formal a Gstaad, Suiza para escapar de los impuestos excesivos de Francia. Debido a un impuesto que grava la riqueza y no sólo el ingreso, Halliday se quejaba que en Francia estaba teniendo que pagar un 70 por ciento de su ingreso en impuestos.

No sólo los viejos roqueros están mudando su residencia de Francia. Empresarios, deportistas y artistas han decidido que quizá París bien vale una misa, pero no entregar el 70 por ciento del ingreso al Gobierno. El tema de los altos impuestos franceses ha sido central en la actual campaña electoral.

Francia tiene una tradición de intervención en la economía que se remonta cuando menos a los tiempos de la Revolución Francesa. No ha habido muchas diferencias en este sentido entre los gobiernos surgidos de la izquierda o de la derecha en la aplicación de políticas públicas. Jacques Chirac es supuestamente un presidente de derecha, pero muchas de sus políticas serían consideradas de izquierda en cualquier otro lugar del mundo.

Casi como excepción en el mundo desarrollado, Francia sigue manteniendo grandes monopolios públicos en energía y otros servicios. En 1998 el Gobierno introdujo una semana máxima de 35 horas de trabajo que redujo de manera importante la productividad y la competitividad de las empresas del país. Los impuestos franceses se cuentan entre los más altos del mundo. Las leyes hacen casi imposible despedir a un trabajador. Hay enormes restricciones al cierre de empresas no rentables. Y el Gobierno activamente interviene para evitar la adquisición de empresas francesas por firmas extranjeras.

Estas políticas, entre otras, han llevado a Francia efectivamente a tener una igualdad mayor que la de muchos países desarrollados. Pero los franceses pagan un costo muy importantes por ello. Francia, que en los años setenta era uno de los países más ricos de Europa, ha ido perdiendo terreno de manera gradual. Hoy lo rebasan naciones como el Reino Unido e Irlanda, que han venido de atrás gracias a que han mantenido políticas más liberales económicas y fiscales en los últimos años. La tasa de crecimiento en Francia es baja: 2.2 por ciento en el último trimestre de 2006 contra 3.2 por ciento en el Reino Unido. A lo largo de los años su expansión ha sido significativamente menor a la de otros países de Europa. El desempleo, de 8.6 por ciento, es muy superior al de 5.5 por ciento de la economía británica.

No sorprende que en estas circunstancias Ségolène Royal esté empezando a moverse hacia el centro. Como muchos de sus compatriotas, ella sin duda comparte el sueño de lograr una mayor equidad. Pero ella misma se da cuenta de que las políticas que se han aplicado para lograr ese propósito han resultado en un empobrecimiento de la sociedad francesa en su conjunto.

Pese a lo que uno pudiera pensar, son los más pobres los que terminan pagando la factura por el menor crecimiento económico y la menor tasa de empleo. Si bien quienes tienen empleo en Francia tienen aseguradas prestaciones muy generosas y un virtual seguro de que no serán despedidos, muchos son los que por esas mismas reglas no pueden obtener acceso a un empleo. Un empleador lo piensa muy bien antes de crear un empleo. Esta actitud afecta más a los jóvenes y en especial a quienes provienen de familias árabes o negras. En los suburbios de las grandes ciudades, habitados por inmigrantes, el desempleo asciende a 25 por ciento. Y entre los jóvenes árabes y negros, alcanza al 50 por ciento. Quizá las medidas que reducen la flexibilidad económica no son el camino para generar una verdadera equidad.

EL DERECHISTA

El derechista Nicolás Sarkozy enfatiza la lucha contra la inseguridad, el control de la migración y la defensa de la identidad nacional. Los temores de los electores franceses ante la violencia social y racial se agudizaron después de que el 27 de marzo se registró un violento enfrentamiento entre manifestantes y la Policía tras la detención de un joven negro que presuntamente trató de entrar al Metro sin pagar. A Sarkozy se le identifica con una política de no-tolerancia ante la violencia juvenil.

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