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Jaque mate| Precios reales

Sergio Sarmiento

?Si dejas que el mercado opere y das el precio adecuado a los recursos, el mercado se ajustará?. Peter Brabeck-Letmathe, presidente de Nestlé

Sigue siendo trágicamente común encontrar a políticos que no entienden la magia del funcionamiento de los precios. De derecha o de izquierda, son muchos los que buscan intervenir constantemente en este delicado mecanismo. Siempre dicen que lo hacen en ?aras de los pobres? pero siempre terminan afectando más a quienes menos tienen.

El control de precios era un mecanismo al que el Gobierno Mexicano recurría en el pasado a la menor provocación. Se aplicaba, en efecto, en una enorme variedad de productos y servicios. Los casos más notables -y perversos- fueron los de la leche, el huevo y la tortilla. Se mantuvo también un ?congelamiento? de los alquileres desde los años cuarenta, que para la década de 1970 había virtualmente expropiado sin indemnización las viviendas sometidas a este trato. Incluso el precio de las entradas de los cines fue mantenido en un nivel artificialmente bajo por los burócratas durante años.

El resultado de los controles fue crear distorsiones que hicieron un enorme daño a la economía nacional. La producción de los productos sometidos a ellos se desplomó y, en parte por eso, el país empezó a importar enormes cantidades de alimentos. La construcción de vivienda de alquiler se extinguió. Los cines se hicieron viejos y sucios y el público dejó de acudir a ellos.

Los gobiernos populistas mexicanos tenían pretensiones de izquierdismo, pero el control de precios lo han aplicado por igual los gobiernos de derecha. El presidente Richard Nixon de los Estados Unidos, por ejemplo, los impuso en la década de 1970 en un vano intento por detener una espiral inflacionaria cuyas causas estaban en el gasto militar en Vietnam y en el aumento de los precios del petróleo. Esos controles ayudaron a empujar a la economía estadounidense a una situación de baja inversión, estancamiento económico e inflación de la que tardó una década en recuperarse.

Muchos políticos y economistas del mundo han aprendido la lección. Muchos son los que, teniendo una responsabilidad de Gobierno, se resisten a aplicar controles. Pero algunas voces los siguen exigiendo. En las últimas semanas, por ejemplo, han sido constantes las exigencias en México de revivir esta práctica en los precios del maíz y la tortilla. Quizá no entienden quien esto sostienen que así se inhibiría la producción del grano y del alimento por lo que los precios terminarían incrementándose aún más.

La persistencia de la popularidad política de los controles nos revela la amplitud de la ignorancia sobre la eficacia con la que precios actúan como reguladores de la economía. Si bien en México oficialmente no existen ya los controles, mantenemos una serie de subsidios y distorsiones que tienen consecuencias similares. Así, el agua la regalamos o la cobramos muy barata y después nos asombramos por su desperdicio. El precio de la gasolina lo fijamos por consideraciones políticas, de manera que promovemos su uso dispendioso cuando lo colocamos por debajo del mercado o castigamos la productividad de la economía nacional cuando lo ponemos por arriba.

El subsidio al consumo de la electricidad residencial promueve, también, el desperdicio e impide la capitalización de la Comisión Federal de Electricidad y la realización de nuevas inversiones que bajen el precio por un aumento en la eficiencia del sistema. Al mismo tiempo, el precio artificialmente alto de la electricidad comercial e industrial afecta la productividad de las empresas y obstaculiza el crecimiento de la economía, lo cual se traduce en menos empleos y en menos prosperidad para los mexicanos.

Los populistas mexicanos que se dicen de izquierda comparten su ignorancia sobre el poder de regulación económica de los precios con los populistas de la derecha estadounidense. Así, la semana pasada el presidente George W. Bush anunció un plan de subsidios e incentivos a la producción de etanol para reemplazar cuando menos una parte del petróleo crudo que importa su país. Lo curioso del caso, sin embargo, es que estos subsidios simplemente serán anulados por los apoyos que ya se dan a la industria petrolera.

Estados Unidos tiene el mayor consumo de combustibles fósiles del mundo porque tiene precios muy baratos. Si realmente Bush quisiera disminuirlo, lo único que tendría que hacer es aplicar un impuesto que elevara el precio a un nivel semejante al de, por ejemplo, Europa. Mientras los precios se mantengan a los niveles actuales, ningún subsidio reducirá el consumo.

Los precios son el mecanismo natural de la economía para regular la oferta y la demanda. Mientras los políticos no se den cuenta de eso, seguirán tomando medidas que causan distorsiones en la economía y que, en el caso del consumo de combustibles, están envenenando la Tierra.

RESPETO

?Señor presidente de México, si usted quiere que lo respeten, respete. ¿Escuchó??. De esta manera se dirigió el presidente Hugo Chávez de Venezuela al mandatario de México Felipe Calderón. Lo curioso del caso es que en Davos el presidente Calderón nunca se refirió ni a Chávez ni a ningún otro gobernante de América Latina por nombre, a pesar de que la moderadora de la mesa sobre el tema lo presionó para que lo hiciera. Calderón se opuso en abstracto a las dictaduras y a las nacionalizaciones, y señaló que en México no habría nacionalizaciones. Pero eso fue suficiente para desatar la furia de Chávez.

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