Es probable, todo lo es en este México cuando de cosas de Gobierno se trata, que no debe ponerse en duda que los recursos de 2 mil 300 millones de pesos destinados a la construcción y equipamiento de lo que se ha dado en llamar la megablibioteca José Vasconcelos, fueron parte de un fabuloso botín en que participaron tanto personas que tenían cercanía con la pareja presidencial, como altos funcionarios del Gobierno, en la anterior Administración. El martes 20 de marzo se anunció que la biblioteca suspenderá temporalmente sus servicios, en virtud de que, a menos de un año en que con pompa y gran boato fue inaugurada, tiene filtraciones, goteras y otros defectos de construcción. La instalación de la obra se hizo en terrenos de la antigua estación de Buenavista. En el pasado de ahí partía el tren de pasajeros que recorría la provincia mexicana, pasaba por Cuatitlán que se hizo famosa en una frase de la Güera Rodríguez, llegaba a Aguascalientes para lanzarse al Norte con el ruidoso estruendo de un animal prehistórico que utilizaran los caudillos que hicieron la Revolución, parando en Torreón para después seguir su camino arribando después de largas horas a su destino la ciudad fronteriza de Ciudad Juárez. Eran las vetustas máquinas de vapor, cuyo romanticismo al viajar, ningún otro medio de transporte ha podido igualar.
Si a usted, amable lector, le gustan las novelas de vaqueros y los cuentos de hadas, que supongo se encuentran en abundancia en los anaqueles de esa biblioteca, se dice que el cierre de esa magna obra viene acompañado del acuerdo legislativo para que se practique una auditoría especial a todos los contratos y destino de los recursos que manejaron las instituciones involucradas en su construcción. La política, en esta época, parece ser el refugio de bribones pues sin rubor alguno se dictamina, después de interminables y sesudas investigaciones, que no hay delito que perseguir donde estén inmiscuidos personajes de la alta burocracia. Nada logra conmover a los encargados de la justicia quienes se muestran más ciegos que el poeta Homero y más sordos que Ludwig van Beethoven, aunque debo convenir que no caminan a tientas como debió de hacerlo el autor de la Iliada y la Odisea y, con mucho, carecen del genio musical que inmortalizó al creador de la Quinta Sinfonía. Hay dos que tres asuntos en los que Minerva, la diosa latina de la Justicia, se ha mostrado esquiva, que nos dan la razón de que nada va a pasar. Le darán largas hasta que la sociedad por cansancio pierda interés en el asunto. Hace rato que las nuevas generaciones, que nacieron en el tiempo de las computadoras, no se tragan las explicaciones de quienes parecería que están encargados de proteger a estos delincuentes de cuello blanco. Pero no nos dejemos llevar por arrebatos, mejor es que nos ocupemos de José Vasconcelos (1882-1959) tras cuyo nombre los presuntos rateros pretendieron ocultar su insaciable ambición.
Es una figura intelectual fascinante. Filósofo, educador, político, escritor y mucho más, habiendo influido en el comportamiento de varias generaciones. Autor del lema Por mi Raza Hablará el Espíritu, que lleva en su escudo la Universidad Nacional Autónoma de México, UNAM, es uno de los más preclaros pensadores del Siglo XX que incursionó en el mundo de las letras con obras literarias, verdaderas joyas literarias calificadas como obras de arte. Ulises Criollo, la Tormenta, el Desastre, el Proconsulado, la Flama, en las que narra sus memorias y deja su testamento filosófico en la intitulada la Raza Cósmica. Misión de la raza Iberoamericana. Es un talento cultural, considerado un ideólogo por excelencia. Fue director de la Escuela Nacional Preparatoria, ocupó la rectoría de la UNAM, el departamento Universitario y de Bellas Artes, la Secretaría de Educación Pública, la dirección de la Biblioteca Nacional, presidió el Ateneo de México. Dos veces participó en la vida política del país, como candidato al Gobierno de Oaxaca (1924) y posteriormente a la Presidencia de la República (1929). En ambos procesos fue víctima de las peculiares prácticas democráticas mexicanas -léase el fraude electoral acostumbrado- se convirtió en la personalidad de mayor relevancia intelectual en Hispanoamérica.
Volviendo al fastuoso pero hasta ahora inútil edificio que alberga la idea de lo que fue el Gobierno foxista acerca de la cultura en México, es para dar rabia lo que han hecho estos señores. Un edificio con un costo de 2 mil 300 millones de pesos apenas recién acabado presenta irregularidades en que la más grave es su cimentación. Lo menos que se puede decir es que se hizo un gasto irresponsable. Se asevera que hay un manejo oscuro y por ende, poco transparente de los recursos destinados para levantar lo que debió ser el orgullo de toda una Administración, en que, entre otros personajes de la farándula política, cuyas uñas harían ver ridículas a las de un gavilán pollero, se señala a Sari Bermúdez, quien fungía como directora del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, CONACULTA, y al que fue secretario de Educación Pública, Reyes Tamez -al que se le realizan varias auditorías por diverso motivo: el programa Enciclomedia que registra un presunto sobregiro de 700 millones de pesos, sin haberse concretado al cien por ciento la instalación, ni la entrega de pizarrones a planteles escolares- que de ser cierto, debe decirse que el querubín resultó rata de dos patas, quien lo viera tan modosito. Dejemos de nuevo el tema y dediquemos las últimas líneas de esta colaboración a pedir respetuosamente, que al igual que se dio el nombre del ateniense Pericles (495-429 a. de J. C.) al siglo más brillante de Grecia, se imponga al siglo XX el nombre del egregio mexicano José Vasconcelos. Se estaría haciendo justicia al ideólogo más original, que haya habido en América Latina, que mereció por sus cualidades de pedagogo, el título de Maestro de la Juventud de América.