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Jóvenes, con menos oportunidades de empleo tras inflación

Según la Encuesta Nacional de Juventud más del 43 por ciento de los jóvenes del país son mantenidos por sus familias. (El Universal)

Según la Encuesta Nacional de Juventud más del 43 por ciento de los jóvenes del país son mantenidos por sus familias. (El Universal)

EL UNIVERSAL

Especialistas consideran que el verdadero reto para los jóvenes en 2008 será conseguir un empleo.

MÉXICO, DF.- Las consecuencias de la carestía en los jóvenes van más allá de comprar un mollete menos, fumar en menor cantidad, sacar copias de libros en partes, dejar de ir al cine o ver la sopa menos roja por falta de jitomate, pues el alza de precios les afectará a largo plazo. “Ante una coyuntura inflacionaria los niveles de inversión se ven perjudicados lo cual frena aún más la creación de empleos, entonces sí, no sólo no les alcanzará con lo que les dan sus padres o con lo que ganan sino que además no tendrán trabajo en los próximos años”, dice Aníbal Gutiérrez Lara, profesor de la facultad de Economía de la UNAM.

Hoy los jóvenes viven la carestía en las fotocopias, de 10 centavos pasaron a 25, en los cigarros sueltos, de 1.50 pasaron a 2.50 pesos, el cine, de 45 pesos paso a 50 y muy pronto en el transporte público que por lo menos un 43.4% de ellos lo utiliza para ir a la escuela.

Cuando se les pregunta qué harán cuando les suban el transporte simplemente no saben qué contestar. “Le pediré más a mi papá, aunque me da pena”, “conseguiré un trabajo, a como dé lugar”, “comeré menos”, soluciones a corto plazo, pues el verdadero reto para ellos en 2008 será conseguir un empleo y si lo encuentran tener un sueldo que les permita por lo menos sobrevivir.

Para el economista si se torna más vicioso el ambiente de carestía, la capacidad de generación de empleos se va a reducir, lo que sería más negativo y preocupante que unos huevos a la mexicana sin jitomate. “En México estamos en una etapa en donde la población de jóvenes en edad de trabajar es la mayor proporción que hayamos tenido en la historia y según el Conapo hay un bono demográfico que yo llamo drama demográfico al cual nadie le puede ofrecer mejores alternativas de empleo y educación”.

Elizabeth, estudiante universitaria, a sus 18 años no sabe de plano qué hará cuando suban el transporte, pues su papá no tiene la menor posibilidad de darle un peso más. De los 40 pesos que le dan diarios gasta 12 en pasajes. Las copias a veces las encarga y regresa por ellas al día siguiente cuando completa el dinero pues casi son 25 pesos diarios. “En ocasiones no me alcanza ni para comer”, dice.

Elizabeth pertenece al 43.7% de los jóvenes que son mantenidos por sus familias, según la Encuesta Nacional de Juventud, aunque existe un 35% que trabaja, de este total, 80% gana entre mil y 4 mil pesos al mes y la carestía les afecta al igual que a los adultos, pues 8 de cada 10 aportan económicamente a su hogar. Un 60% lo hace con la mitad; 24% con todo lo que gana y 16% con más de la mitad.

¿En qué trabajan? 25% en comercio, 12.2% en actividades administrativas de reparación y mantenimiento, 7.2% son profesionistas y 3.3% vendedores ambulantes o trabajan para uno.

Por eso no es difícil escuchar estas declaraciones: “La carestía nos afecta a todos, niños viejos y jóvenes”, dice Alberto que contesta al despachador de gasolina ‘¡n’hombre!’ cuando éste le pregunta: ‘¿Lleno?’

“Tal vez sean dos centavos por litro que no significan nada, pero para mí significa irme en microbús 27 días de los 30 que tiene un mes”. Él estudió dos carreras: mercadotecnia y comunicación y ambas significan esperanza a sus 26 años.

Su abuela le da un crédito diario de 40 pesos y de ahí tiene que sacar para libros, copias, diversión, comida y transporte.

Rosalinda es de las jóvenes que se traslada todos los días del Estado de México al Distrito Federal. Tiene 17 años y su papá le proporciona 20 pesos diarios para que vaya a la escuela, no tiene la posibilidad de pedir más pues cada vez que llega a casa, después de recorrer dos horas en transporte público, escucha la misma frase: “Doña Hilda no me quiere subir el sueldo y esto está muy canijo”.

De los 20, gasta 10 en pasajes y con los otros 10 desayuna rigurosamente una coca cola y una sincronizada. “Si el transporte sube, me quedaré sólo con la sincronizada”, dice preocupada.

El caso de Cinthya de 22 años no es distinto. Ella realiza su servicio social en el Centro Histórico, vive en Naucalpan y va a la escuela a Xochimilco, estira todos los días 60 pesos; 24 se los dedica al transporte y el resto a material de la escuela y comida. “Me alcanza a duras penas. A veces le tengo que bajar a la ración de la comida para sacar para copias”.

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