Una de las mujeres mas elegantes, guapas y de gran personalidad que conozco es mi tía Tita quién vive en Jalapa, la Capital del hermoso Estado de Veracruz. Pues bien, en alguna ocasión esta dama llena de clase me comentó lo siguiente: “La buena educación hay que guardarla para cuando estamos enojados”.
Efectivamente, puesto que resulta muy sencillo ser amable, cortés y afable cuando se goza de excelente humor o las cosas nos marchan de maravilla pero ponerle al mal tiempo buena cara y persistir en una actitud digna pese a las dentelladas del destino, es cosa que solo logran los espíritus grandiosos.
El comentario y la remembranza vienen al caso luego de que, con extrañeza, presencié el partido Pachuca ante Toluca y el comportamiento no solo de algunos jugadores del cuadro tuzo, sino de su Director Técnico, Enrique Meza.
El “ojitos” ha sido un entrenador exitoso, con conceptos futbolísticos claros que transmite con paciencia a sus pupilos y ha hecho del Pachuca un cuadro sólido, ganador y que sabe exactamente que hacer dentro del terreno de juego sin importar quién sea el rival.
Además, Enrique se ha conducido, en un medio donde abunda la majadería y el agandalle, con una gran prestancia, sin caer en lugares comunes como descalificar al rival o culpar al arbitraje de todos sus males.
Ahora parece que la presión empieza a hacer presa de Meza pues de aquel equipo que, independientemente de su gran solvencia, era un modelo de disciplina que incluso le valió pasar más de un año sin recibir una tarjeta roja, vemos nerviosismo, protestas, patadas y para colmo, pérdida del estilo por su estratega.
Normalmente los equipos, desde el punto de vista disciplinario, son reflejo de la banca; si el Técnico es violento o grosero, no esperemos diferencia en el comportamiento habitual de ese equipo, por ello salta más lo que ocurre al cuadro de la “Bella Airosa”.
Pachuca es una institución ejemplar, con vinculaciones que llegan mucho más allá del equipo de Primera División, reflejando su compromiso con la sociedad, por ello, don Enrique debe meditar el accionar reciente de sus pupilos y el suyo propio pues hasta donde entiendo, lo contrataron para dirigir sentado en la banca, no desde la tribuna,
Por supuesto que debe ser desesperante perder partidos que se debieron ganar, como ante Tigres y Toluca; tampoco se trata de ocultar las emociones ni de perder la capacidad de reacción ante lo que pueda considerarse una injusticia o una falla del árbitro pero de ahí a despojarse de la investidura de caballero, media un abismo.
Lo del sábado fue lamentable, pues primero Damián Álvarez se hace expulsar como un chiquillo por dar una artera patada a Diego de la Torre que incluso lo obligó a abandonar el terreno de juego; posteriormente Daniel Ipata hace enojar al quisquilloso Glower y se va al vestidor y luego Meza hace lo propio en algo comprensible en alguien que no sabe perder y me niego a aceptar que sea su caso.
Particularmente estimo y aprecio a Enrique Meza y es por ello que me atrevo a transmitirle el consejo que recibí de mi tía: guardar, ante todo, la buena educación.