EDITORIAL Caricatura editorial columnas editorial

La censura

Gilberto Serna

¿Por qué ese temor del Gobierno a que se escuchara la voz de la perredista Ruth Zavaleta, que se encontraba en la tribuna presidiendo la sesión de la Cámara de Diputados el día en que tendría lugar el informe del presidente? O ¿fue un cállenla por que es del PRD? O ¿hubo un corte derivado de una mala conexión? Uno se queda cavilando sobre la pluralidad política que es desbaratada, como se hace con una torre de naipes, a capricho de quienes controlaban en ese momento la transmisión televisiva en cadena nacional. El secretario de Gobernación, Francisco Ramírez Acuña dijo que se había tratado de una falla técnica, que en ningún momento hubo la intención de anatematizar el mensaje de la diputada. A continuación el encargado del Centro de Producción de Programas Informativos y Especiales, René Palavicini, sufrió de un cese fulminante, que luego se convirtió en una conveniente renuncia. Si se trató de una causa ajena a los operadores no veo razón alguna para que el director de Cepropie se fuera en medio del reverbero de críticas de los partidos que forman parte del Congreso de la Unión. Deja en el aire la impresión de que con deliberada intención se cortó el instante en que la perredista comenzaría a leer su comunicado en el que daba las razones por las que cedía a un compañero de la Mesa Directiva la misión de recibir el informe escrito del presidente, indicando que no reconocía a Felipe Calderón como legítimo mandatario.

Esto produjo que las personas, que de otra manera no se hubieran interesado en oír a la Zavaleta, se apresuraran a enterarse qué había dicho la legisladora. Que no dijo gran cosa. Unas cuantas palabras en que reitera lo que ha venido siendo parte de la resistencia que le ha planteado a este Gobierno los que militan en el partido político de Andrés Manuel. Nada nuevo que no se haya escuchado con anterioridad. Sin embargo, lo importante no era lo que se expresara, aunque se estuviese repitiendo la cantilena del PRD, sino quien lo hacía que representaba a todos los diputados sin distinción. En ese coloquio estaban metidos los partidos políticos, porque la Zavaleta hablaba en representación, lo mismo del PRD, que del PRI y del mismo PAN. Aunque este último, sea en una ficción, no avalada en los hechos. Sea como sea, saldría en la pantalla chica hablando a nombre de todas las corrientes políticas ahí presentes. Eso creó una crisis nerviosa en quienes operaban la señal televisiva. Las llamadas telefónicas fueron urgentes y se recibió la orden de borrar la imagen de la pantalla para poner a Ramón Fragoso y Diane Pérez, quienes se veían confundidos, a pesar de tener tablas, por la forma intempestiva en que eran enviados al aire.

Que significa esto: ¿una censura cuya trascendencia no se sopesó?, ¿un desprecio a la opinión pública por cuanto, al parecer, no se considera madura para escuchar a una diputada cuya pertenencia partidista la hace peligrosa para el sistema? Lo cierto es que les salió el tiro por la culata. Fuera de horario en los noticieros se le dio el rango de estrella a la congresista repitiéndose lo que dijo, que además no evitó la furia de sus compañeros que rechazaron lo que estimaron como una censura al Poder Legislativo, manifestando un profundo rechazo a la malhadada medida, demandando la renuncia del secretario de Gobernación. Esto último no lo verán sus ojos, pues suponiendo sin conceder, que fuera el responsable ya se encargará el régimen de cobijarlo. Lo que saben los partidos es que su alto puesto lo coloca a salvo de las pedradas que le lancen, pero si lo vemos con realismo lo que se pretende es enjuiciar a cualquiera de los hombres del presidente buscando desnudarlos ante la ciudadanía en cuanto hay un tropiezo. Eso es todo. Los días transcurrirán sin pena ni gloria para los miembros del Gabinete. Desde que Jesús Reyes Heroles fue mandado a la lona, por una supuesta oposición a la visita de un prelado de la más alta jerarquía, sin olvidar a quien presumió en su currículum tener un doctorado que no había cursado, que dio lugar a su remoción y párele de contar.

Total, pocos estuvieron al tanto de los que al día siguiente dijo el presidente, dado el barullo que armó la estigmatización televisiva. Los diputados provenientes del PRD abandonaron el salón de sesiones en protesta airada para mostrarle al público televidente su no-aceptación como presidente a Felipe Calderón. Allá ellos. No se perdieron de mucho. El Ejecutivo subió a la tribuna y entregó los folios a quien hacía las veces de la presidenta que se había retirado a un salón anexo. Movió los labios entregando los folios, que no eran muy gruesos, más bien diría que se trató de una entrega simbólica. Afuera no había más que vendedores ambulantes que se espantaban las moscas ante la soledad que los rodeaba. No había manifestaciones de protesta, ni gritos. Era un sábado como un día cualquiera. El lujoso edificio escenario de tomas, el año anterior dio paso a una reyerta en que azules y colorados se dieron de moquetes. Eso quedó atrás. Se acabó con la casi tradición de diputados zalameros unos y violentos otros. Hemos de suspirar por los tiempos en que las lágrimas de cocodrilo o de ¿perro? corrían silenciosas por las mejillas de un presidente. Esta vez la máscara de marrano y las orejas de burro estuvieron ausentes. Da la impresión de que los problemas del país se han resuelto... sí, cuando menos para la clase política.

Leer más de EDITORIAL

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de EDITORIAL

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 296106

elsiglo.mx