En 1960 era un secreto a voces que el Gobierno de Estados Unidos de América, U.S.A. desaparecía del mapa, para siempre, a todos aquellos líderes de otros países que a su juicio eran perjudiciales a sus muy personales intereses. A partir de la revelación que hace la Agencia Central de Inteligencia (C.I.A.) de que decidió matar a Fidel Castro en una acción tipo gangsteril, contratando para tal efecto a individuos provenientes del hampa, se les ha caído la máscara.
Aquellos criminales eran parte de lo que aquí y ahora se conoce como pertenecientes al crimen organizado. La divulgación de este hecho pone en claro no sólo la actitud francamente perversa de un Gobierno chapucero, sino también su relación ilegal con las redes de la mafia. Los nombres de conocidos mafiosos de aquellos tiempos surgen como actores de un pérfido drama que no los llevó a ningún lado, como no sea el desprestigio de quienes se envuelven en un aura de decencia y moralidad.
Lo que relatan los documentos que fueron desclasificados después de un largo periodo, es una serie de actos abusivos que deja muy mal paradas a las instituciones de seguridad de tiempos anteriores.
Mucho se dijo del político congoleño Patrice-Émery Lumumba. En su intento de llevar a término una política de independencia nacional con el fin de liberar a su país del control que ejercían las compañías anglo-belgas, siendo jefe del Gobierno, fue llevado a prisión y muerto, obviamente sin juicio previo. Así concluía la vida del fundador del movimiento nacional congoleño, asesinado en tiempos de Mobutu Sese Seko quien, poco después, se proclamaría presidente de la República. Se ignora quién estaba detrás de este nefando crimen.
Aunque hubo quienes pensaron en los que resultaron beneficiados con su deceso. ¿Es esta manera de obrar, lo correcto? Nada de lo que se diga puede convencer que los que así actúan, lo hagan en nombre de la civilización. En la India murió asesinado Mohandas Kararamchand Gandhi que liberó a su pueblo mediante el uso de la resistencia pacífica. En Guatemala fue asesinado por un soldado de su guardia el presidente Carlos Castillo Armas, presumiéndose de un ajuste de cuentas de orden político. Una lista interminable de asesinatos, que llenarían no sólo este espacio sino el total del periódico que está usted leyendo y varias ediciones más.
La cosa es que corrían rumores de que el Gobierno de Estados Unidos participaba en cuanto advertía que algún político mostraba intenciones, en cualquier parte del mundo, de brincarle las trancas. Hacía lo que fuera necesario, legal o ilegalmente, para acabar con el que no se alineara, haciéndole la vida imposible.
En cambio, aceptaba que fueran gobernados por grupos dictatoriales. Tom Blanton, director de los Archivos de Seguridad Nacional, organismo dependiente de la Universidad George Washington, quien se especializa en la investigación de documentos desclasificados, dice que la orden del entonces director de la C.I.A., hace 30 años, James Schlesinger, de que le detallaran cualquiera actividad que se pudiera interpretar como fuera de la carta legislativa de esa agencia, entonces a su cargo, “es el equivalente de los altos cargos de la C.I.A. yendo al confesionario a pedir perdón por sus pecados”.
El 22 de noviembre de 1963 murió en Dallas, John Fitzgerald Kennedy. Pocos habrá que ignoren cómo fue asesinado. Han transcurrido cerca de 44 años y los documentos que contienen la versión de quienes se conjuraron para acabar con su vida, pronto deberán salir a la luz pública.
En la lucha contra el crimen ¿es necesario que los hombres se deshumanicen convirtiéndose en iguales a los valores por los que propugnan los delincuentes?
¿Está moralmente admitido se usen los mismos métodos de violencia que la sociedad condena por no ser los más adecuados para una convivencia pacífica?
¿Debemos poner en vigencia la antigua ley del talión? ¿O bien, hemos de concluir en que el fin justifica los medios? Acaso son gobiernos que aplican el aforismo básico: similia similibus curantur, lo semejante se cura con lo semejante, que es en lo que se basa la homeopatía de quienes aseguran que es el mejor método curativo. Dicho de otra forma, las enfermedades se curan por substancias que producen efectos semejantes a los síntomas de la enfermedad que se trata de combatir. ¿Es esto cierto, por lo que a la lucha contra el crimen organizado, se refiere?
Ya en estos días nadie duda que la sociedad está enferma y que una de sus manifestaciones son los grupos de delincuentes que asolan nuestro territorio.