La Cumbre de Energéticos celebrada esta semana en la Isla Margarita frente a la costa caribeña de Venezuela, en la que Hugo Chávez fue anfitrión de sus colegas de Bolivia, Paraguay y Brasil y representantes de otros países vecinos, terminó con decisiones que pueden marcar el rumbo del Continente y de paso, tener repercusiones económicas y políticas para México.
La reunión fue convocada para definir estrategias en áreas tan críticas como petróleo, gas o el financiamiento para el desarrollo regional. En ese marco, el marcado diferendo entre Brasil y Venezuela sobre la cuestión del etanol ocupó buena parte de la especulación pública.
A la postre, el presidente Lula da Silva, logró atemperar la posición de Chávez en lo que se refiere a los programas brasileños de producción de etanol. La importancia del tema para Venezuela es obvia. Si el etanol se propala demasiado en el mundo como combustible que sustituya el petróleo, las exportaciones de Venezuela, octavo exportador mundial, sufrirán una caída que debilitará seriamente los ambiciosos programas de Hugo Chávez. Estos programas no sólo son sociales para su propio país, sino que también van dirigidos, con ostentosa obsesión, a influir en forma determinante en el rumbo económico y político de Sudamérica.
Esta obsesión encuentra un grave reto en el firme compromiso anunciado por el presidente Bush de reducir la dependencia petrolera de su país extendiendo el uso del etanol e incluso ofreciendo privilegios fiscales tanto a los productores como a los usuarios. El propósito no sólo es reducir la contaminación sino sus importaciones de crudo que cubren 50 por ciento de sus necesidades y que representan el 25 por ciento de las importaciones mundiales de crudo. El efecto político va directo al talón de Aquiles de Hugo Chávez que es la fuerte petrolización de su economía y que se acentuará con los contratos de perforación y refinación que está cerrando con China.
Es explicable, pues, que el inesperado acuerdo firmado recientemente entre Bush y Lula da Silva como los dos productores de etanol más importantes, haya provocado en Chávez una vehemente reacción negativa de la que se hizo eco Fidel Castro.
Pero el choque de intereses venezolanos y brasileños se esquivó en Isla Margarita con la aclaración de último momento por parte de Chávez, de que su oposición al etanol era sólo porque el producirlo encarecía los alimentos populares específicamente cuando su materia prima es maíz. Chávez señaló que no tiene problema alguno si el etanol proviene de caña de azúcar o de otros productos no alimenticios.
La solución dada a un enfrentamiento que muchos observadores esperaban con mal disimulado regocijo, significó que ambos líderes que enarbolan la bandera izquierdista harán todo lo posible por no romper la armonía que hace posible sostener frentes comunes en la palestra internacional.
Aparte de lo anterior, el que Venezuela haya entrado en un arreglo con Nicaragua para montar una refinería en este país, incide en los proyectos del PPP que, como se sabe, planea la construcción de una refinería en Centroamérica con el mismo propósito. Seguramente ello explica el que el presidente sandinista, Daniel Ortega, no asistiera la semana pasada a la reunión cumbre en Campeche.
La ubicación de la refinería propuesta desde hace tiempo por México está por definirse. Es cuestionable que la demanda de la región requiera de dos instalaciones, por lo que se abre una fase de negociación que inevitablemente confrontará dos visiones distintas de la integración latinoamericana. Por una parte, la comunidad sudamericana de naciones impulsada por Venezuela y Brasil y la visión incluyente para toda América Latina que México ha defendido desde hace varias décadas.
El que el Álvaro Uribe, presidente de Colombia, se haya asociado al PPP y el que Alan García, presidente peruano, no asistiera a la Cumbre Energética convocada por Chávez, reflejan los diferentes enfoques que se dan en el actual escenario latinoamericano.
Alguien ha dicho que los latinoamericanos nos tenemos tanta confianza que nos permitimos estas diferencias. Sólo que a lo largo de nuestra historia son éstas las que han impedido el que convirtamos nuestra cultura compartida en progreso. Hay que hacer que converjan las perspectivas. Es hora de que la gran familia latinoamericana se una, sin interferencias ni subyugaciones externas, para aterrizar en realizaciones comunes. De lo contrario, veremos cómo otras regiones, incluso África, nos rebasan en el Siglo XXI.
Abril, 2007
juliofelipefaesler@yahoo.com