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La educación integral y la situación humana

Rolando Cruz García

Uno de los mayores problemas de la educación superior (bachillerato, licenciatura y posgrado) y de la enseñanza en este nivel, es de qué manera conciliar las pretensiones de una vasta instrucción (sobre todo especializada) con la implementación de una instrucción exigua, que nos dé una visión amplia del desempeño laboral esperado, una formación con valores y actitudes y una serie de atributos deseables, pero que en la realidad nos proporciona una visión superficial de los problemas humanos en general.

A mediados del siglo pasado empezó a ser preocupante el problema de la especialización excesiva (la llamada superespecialización), existían profesionistas de las más diversas disciplinas que se instruían en las más inesperadas áreas del conocimiento, en detrimento de la visión más general de una carrera o profesión. Cito el caso (con todo respeto) de los nematólogos, profesionales superespecializados en una especie microscópica que difícilmente se puede observar y en el que se desperdiciaron talentos tan necesarios en el desarrollo del campo mexicano; incluso se trazaban planes curriculares con el sector empresarial para dotar al sector productivo de estos “especialistas” que se hicieran cargo de los departamentos específicos de las empresas.

Desgraciadamente muchos de los profesionistas así formados pasaron a formar parte de las filas del desempleo o en el mejor de los casos del subempleo (los ingenieros fitotaxistas por ejemplo y también con todo respeto), ya que su sobreespecialización les impidió insertarse en otras áreas o sectores productivos.

En la actualidad estamos llamados a formar profesionistas diferentes, con una visión más generalizada de su profesión, con una forma de ver el mundo laboral y personal distinta, que conozcan y desarrollen otras habilidades, que estén “formados integralmente”.

El problema es que ésta integralidad no nos queda del todo clara, desde el propio sustento teórico y metodológico en el que se fundamenta, hasta su implementación en la práctica formativa cotidiana, tanto en universidades como en instituciones de educación superior pública o privada.

La formación integral no es otra cosa que trabajar los conocimientos declarativos, las habilidades, las destrezas practicooperativas, las actitudes, los valores, la creatividad, la visión emprendedora y el desarrollo humano en un solo modelo de formación, buscando su mayor integración posible. Tarea por demás complicada, sobre todo en un sistema educativo que sólo privilegia la memorización de contenidos.

Actualmente se busca que los profesionistas coordinen los diversos departamentos especializados de las empresas y los comercios a fin de crear una especie de departamento de servicios integrados, el problema es que se quiere lograr con planes curriculares que no se aplican correctamente, por lo que el problema sigue exactamente como antes.

Estos intentos han consistido en agregar información humanista a la información científicamente especializada, en coordinar la ciencia y las humanidades por medio de un enfoque histórico. La solución va más allá que sólo humanizar las ciencias.

El ideal de la educación integrada exige que sea considerada en función del problema humano fundamental y no sólo de la capacidad de resolver problemas técnicos. Si incluimos estos problemas más centrados en la persona (del ser y su esencia, lo ontológico) y les damos primacía podemos reunir una gran cantidad de disciplinas actualmente aisladas y que por el momento no existen como integradas a la vida personal y profesional del ser humano.

Es necesario echar mano de personas con una amplia formación humanista, que en muchas disciplinas de la enseñanza altamente especializada puedan actuar como Pontifex o constructores de puentes, cuya función precisamente es “puentear” entre el arte y la ciencia, entre los hechos objetivamente observados y la experiencia personal inmediata.

Se hace referencia a una idea de Shakespeare donde formula toda una postura filosófica “son estos tres mundos –el mundo de las abstracciones, el mundo de la experiencia inmediata y el mundo de la percepción espiritual- los que deben ser reunidos desde un punto de vista integrado”. Proposición sumamente difícil ya que nos plantea por ejemplo: ¿Cómo describir una experiencia mística?

Necesitamos un lenguaje que nos permita hablar de una vivencia tan profundamente personal en términos filosóficos, bioquímicos y teológicos; pero por el momento, esos tres vocabularios están separados y sin relación aparente.

Estamos ante un problema muy serio: cualquier tipo de conocimiento superior requiere especialización, pero si esta especialización se vuelve absolutamente necesaria, puede llegar a ser perjudicial si sólo nos remitimos a ella, por lo tanto, debemos sacar el mejor partido de ambos mundos: el altamente especializado y de abstracción intelectual y el de la experiencia inmediata y humana.

Somos a la vez intelecto y pasión, nuestras mentes tienen conocimiento objetivo y experiencia subjetiva. Descubrir métodos para reunir estos mundos separados, es la tarea más importante de la educación moderna.

Esta formación Integral de la que hablamos es uno de los grandes retos que la educación enfrenta: la convergencia de saberes, es decir el saber conceptual, el saber procedimental, el saber actitudinal y valoral y el saber socialmente compartido.

Agradezco sus comentarios a:

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