El nivel de educación superior en nuestro país sigue siendo, para muchos sectores de la población, “un sueño inalcanzable”, además de inaccesible para cientos de miles de familias que jamás podrán pagar una educación universitaria para sus hijos, así se trate de instituciones públicas (¿gratuitas?) de nivel superior. Ésta irrefutable realidad, echa por tierra la idea que se nos ha querido vender durante muchos años, de que en México la universidad es para todos, que no estudia el que no quiere, que la educación universitaria es gratuita; nada más alejado de la realidad, es por ello que la noción de “masificación de la educación superior” es un verdadero mito.
En cifras del INEGI, sólo el 47.8 por ciento de los estudiantes entre los 16 y los 19 años asisten a la escuela y sólo un alarmante 20.8 por ciento de los alumnos entre 20 y 24 años estudian en el Sistema Educativo Nacional, (rangos de edad en los que los estudiantes deberían cursar su educación superior).
Ante esta realidad insoslayable, el Gobierno Federal apuesta hacia la ampliación de la cobertura, con equidad y calidad, a través de su Plan Nacional de Desarrollo, específicamente en su rubro de igualdad de oportunidades, de la siguiente manera:
Objetivo 14. Ampliar la cobertura, favorecer la equidad y mejorar la calidad y pertinencia de la educación superior. Meta por demás complicada ya que de todos es conocido que la educación superior en México, como apuntaba anteriormente, sigue siendo de élite ya que sólo unos pocos tienen acceso a ella.
El planteamiento del citado objetivo conlleva un perfil de formación de los ciudadanos, que visualiza a los mismos como profesionales científicos, creativos, comprometidos con su país y con la posesión de competencias de nivel internacional. Lo que esto implica, es de grado superlativo y plantea el ¿qué? de la propuesta, pero no los ¿cómo? de tan alta aspiración.
La otra apuesta que el Gobierno Federal hace, es en el rubro de la investigación, donde buscará grupos interdisciplinarios capaces de generar conocimientos de vanguardia que sean útiles para el desarrollo económico. Semejante meta tiene varios años realizándose con relativo éxito en nuestro país, sin embargo, la cobertura sigue y seguirá siendo escasa.
Las estrategias planteadas en el objetivo 14 y relativas a ampliar la cobertura y favorecer la equidad, mejorando la calidad de la educación superior se analizan a continuación:
Crear nuevas instituciones, aprovechando la capacidad instalada, diversificando los programas y fortaleciendo las modalidades educativas, que han sido exitosas. Esta estrategia es una meta que busca elevar la cobertura, pasando de un preocupante 25 por ciento a un 30 por ciento de los jóvenes entre los 19 y 23 años, obviamente con una meta alcanzable al 2012. Si comparamos este dato gubernamental con datos del INEGI, anteriormente citado, nos damos cuenta que la brecha es muy superior.
Flexibilizar planes de estudio, ampliando el apoyo tutorial y los programas de becas para grupos en situación de desventaja. La estrategia en mención tiene varios años implementándose en educación superior con un éxito incipiente, lo que urge es la ampliación de las ofertas educativas a grupos marginados y la regularización de la acción tutorial a todos los diversos subsistemas de educación superior del país, además de la necesidad de formar a los profesores como verdaderos tutores que acompañen la formación profesional de los alumnos.
Consolidar los perfiles de desempeño académico y las prácticas de evaluación y acreditación para la mejora de la calidad en los programas de educación superior. Investigaciones recientes han arrojado que el desempeño docente en las IES (Instituciones de Educación Superior) en México, es muy irregular y disímbolo, ya que mientras existen profesores que realizan actividades multifuncionales (es decir, realizan docencia, investigación, tutoría, gestión escolar, difusión y extensión, etc.) existen otros que mal “dan clase” de forma absolutamente obsoleta. Por otro lado en nuestro país no existe aún la cultura de la evaluación y menos la de la certificación, ya que tenemos en la IES muy arraigada la “cultura de la descalificación”.
Fortalecer instancias institucionales para articular la oferta educativa, las vocaciones y el desarrollo integral de los estudiantes, así como la demanda laboral y el desarrollo regional. Aunque se han hecho importantes esfuerzos por vincular a las IES, entre ellas y con el sector social y productivo, es cierto que falta mucho por hacer, sin embargo el camino me parece adecuado y los esfuerzos por lograr una verdadera articulación son los correctos. Respecto a las vocaciones de los estudiantes, se ha comprobado que el Sistema de Educación Profesional mexicano gasta una cantidad extraordinaria de recurso por la deserción y por el cambio de carreras de los alumnos, ya que no logran definir (en su bachillerato) cuál área de desarrollo profesional quieren estudiar. En cuanto a la formación integral del estudiante se han desarrollado en el país importantes esfuerzos en el rediseño curricular de Universidades e Instituciones de Educación Superior para cambiar hacia un enfoque más integral y basado en competencias profesionales (Vgr. El caso de las Universidades Politécnicas).
Integrar, coordinar y gestionar el sistema nacional de educación superior. La estrategia aquí apunta hacia la planeación, coordinación y gestión de un sistema que aún no existe y que tendrá como principal reto articular a todas y cada una de las IES, para asegurar su adecuado funcionamiento y financiamiento, incluso habla el Gobierno de formular una política de Estado en materia de educación superior. Nos gustaría verla en fechas por venir.
Finalmente nos damos cuenta que la apuesta que el Gobierno Federal hace respecto a la educación superior en nuestro país se queda corta y nos queda además la sensación de que no existe tal prioridad.
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