En la actualidad, se habla en todos los niveles escolares que conforman los diferentes subsistemas de educación pública y privada, de los nuevos modelos educativos basados en la formación de competencias; el problema es que no se tiene claro de qué estamos hablando en relación con su sustento teórico y se tienen además muchos problemas prácticos al momento de implementar el esquema de estrategias que la EBC propone. (Educación Basada en Competencias)
Es por ello que necesitamos revisar desde su surgimiento, los principales antecedentes, con la finalidad de clarificar a qué nos referimos con competencias, sobre todo en el momento actual.
Los primeros antecedentes del concepto competencias emerge en los años ochenta, como un debate que se inicia en los países industrializados, sobre la necesidad de mejorar la relación existente entre el sistema educativo y el productivo (para educar y formar la mano de obra).
Estas experiencias fueron configurando un nuevo escenario en la manera de entender la formación para el trabajo en México, sobre todo cuando se habla de ir más allá de la capacitación para el empleo (Antonio Argüelles, Competencia Laboral y Educación Basada en Normas de Competencia, México 1999)
Esta dinámica aperturó en países emergentes latinoamericanos distintos procesos de modernización vinculados a la competencia profesional, que afianzan progresivamente un nuevo estilo de abordar la relación entre capacitación y empleo, de manera tal que se armonicen las necesidades de las personas, las empresas y la sociedad en general.
Esto dibuja un nuevo paradigma en la relación entre sistemas educativos y sistemas productivos que han tenido importantes repercusiones en el mercado laboral y en la gestión de recursos humanos en el siglo XXI.
La fuerza que surge para formar a la gente en competencias, tiene que ver con la transformación productiva, ya que hasta los años ochenta la innovación provenía de la inversión en ciencia y tecnología, que al aplicarse al proceso productivo, diseñaba la organización de la producción y el trabajo bajo sistemas tecnológico-organizativos cerrados.
Bajo este esquema los parámetros de competitividad se reducían a una sola dimensión: el precio. Los aspectos vinculados a la creatividad y el conocimiento del trabajador eran generalmente minimizados (Vgr. El modelo Taylorista de organización del trabajo).
En los años noventa se introduce una dinámica de cambio, la innovación se asienta más en el plano organizativo, donde el factor humano resulta clave, ya que lo organizacional recae en los empleos (y por lo tanto en los empleados), se va perdiendo la relación lineal y los resultados dependen cada vez más de la capacidad de articulación entre los sistemas tecnológicos, organizativos y de desarrollo del capital humano. Es aquí donde cambia el concepto cerrado de competencia laboral (y sus respectivas normas de competencia) hacia una visión más abierta: las competencias profesionales.
En el marco de una economía global, se empiezan a aplicar nuevos paradigmas que revolucionan el panorama productivo: La calidad total, la innovación en torno a la mejora continua, las organizaciones que aprenden, la reingeniería de procesos, el justo a tiempo, la automatización programable, etc.
Todas ellas encuentran un aspecto común en la construcción (o reconstrucción) de las organizaciones: las personas.
Incluso el concepto de trabajador calificado ha tenido una evolución en su significado; se ha llegado a identificar las cualificaciones básicas, que las empresas esperan encontrar en un trabajador y que le otorgan la posibilidad o el atributo de ocuparse en las mismas, así se establecen tres tipos de cualificaciones además de las respectivas competencias asociadas a las mismas: Las cualificaciones académicas (titulación), las cualificaciones personales (actitudes y valores) y las cualificaciones del trabajo en equipo (lo cooperativo - colaborativo).
Adicionalmente a estas cualificaciones, la ocupabilidad del trabajador depende de una amplia gama de habilidades y destrezas, ya que para operar en un ambiente de trabajo flexible, los empleados deberán desempeñar una amplia variedad de tareas.
De esta manera la capacidad de aprender se ha convertido en una cualificación básica en las empresas (personas abiertas al cambio) por tanto esta capacidad se vuelve una posibilidad cognitiva y no sólo normativa, es una disposición que no puede imponerse. Por lo que los dos tipos de aprendizaje que resultan estratégicos son: la capacidad de aprender y el aprendizaje de saberes utilizables,
Para entender el tránsito del trabajador calificado al de trabajador competente, es necesaria la comprensión de la evolución del sistema productivo, la modificación en el contenido de los empleos y la complejidad que adquieren las cualificaciones como estructura de diferentes atributos, necesarios para el desempeño profesional.
Como puede observarse la educación basada en competencias, más allá de una moda es todo un paradigma educativo que requiere una profunda revisión y análisis, además de adentrarnos en las propuestas estratégicas de implementación metodológica, aspectos que habremos de abordar en la siguiente entrega.
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