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La formación permanente del profesorado

Rolando Cruz García

La formación permanente de los docentes (distinta a la formación inicial o educación normal) debe ser vista como una estrategia integral que nos permita vivir un proceso constante de adaptación a los cambios en el ámbito educativo, por lo que se ha convertido en una necesidad insoslayable; ante una realidad eternamente cambiante, ante un panorama en el que el sistema educativo nacional se encuentra siempre restringido en espacios, tiempos, recursos, etc. En una era en que la información es tan abundante que parece que jamás le daremos alcance y en la que el factor humano limitante es una verdadera formación basada en el desarrollo de competencias pedagógicas, nos ponen ante una realidad vital para la educación.

La inserción de los profesores en un proceso de globalización real e inevitable (y no sólo de globalización económica o política sino de globalidad en la construcción de conocimientos), al que nos enfrentamos irremediablemente y en el que la continuidad del carácter permanente de la formación, radica en la necesidad de mejorar el desempeño profesional de los docentes en consonancia con todos los retos que los nuevos tiempos nos imponen; es un asunto que ya se encuentra ante nosotros.

Las transformaciones que se realicen, tienen que visualizarse como un cambio del propio sistema educativo, tomando en cuenta sus necesidades, los intereses del profesorado y sus expectativas de logro y avance, así como la vinculación con organizaciones afines e inmersas en la misma dinámica que nuestras escuelas (tanto del sector público como privado).

El gran reto es: ¿cómo propiciar un importante incremento en la calidad de la enseñanza? La respuesta radica en la implementación de un programa nacional (real y contundente) de formación permanente del profesorado, centrado en la formación de competencias didácticas y pedagógicas, con la clara intención de una mejora continua en la propia praxis docente; además dicho programa deberá acompañarse de una adecuación en los contenidos, en la estructura, la organización y la vinculación de los elementos esenciales del currículum como guía de la propia enseñanza.

Ofertar este programa a nivel nacional con claros criterios de descentralización, con expansión territorial y con la característica de ser sumamente participativo en su diseño e implementación, es fundamental sobre todo tratando de responder a las particularidades de cada colectivo en especifico, ya que su espectro de necesidades cambia de manera significativa, en cada estado de la República y en cada pequeña región del país, sobre todo poniendo énfasis en el perfil de formación requerido y las especializaciones en áreas del ejercicio docente, que cada contexto regional necesita.

La puesta en marcha de este sistema de formación permanente y su posterior sistematización en los distintos ámbitos estatales, busca responder a las necesidades de nuestro entorno social, que nos demanda cada vez más calidad, equidad y cobertura en educación, para lograr una mejor formación de los niños y jóvenes que se encuentran cursando los distintos niveles educativos y prospectivamente asegurar dichos estándares para las generaciones que están por venir; buscando siempre generar la innovación pedagógica y la superación didáctica de nuestros profesores, en función de los requerimientos que el entorno social –productivo nos demanda, pero no sólo se trata de responder a esta demanda, sino de lograr formar estas generaciones con la visión de Aprender a aprender, es decir lograr educar “en la vida, para la vida y de por vida”. (Ruiz Iglesias, Magalys. Cuba 2000).

El encargo social planteado a la educación como factor de desarrollo, exige que se recobre la auténtica misión de lo que es educar, para lo cual se hace necesario consolidar los diseños institucionales de oferta para la formación y capacitación de docentes y directivos. Los profesores y los directores necesitan desarrollar nuevas capacidades y competencias que les permitan contribuir a solucionar los conflictos propios de su quehacer.

Las propuestas de formación, actualización y perfeccionamiento docente deben promover el equilibrio entre el contribuir a resolver problemas coyunturales y redirigir la profesión docente en función de desarrollar las competencias básicas que debe tener un profesor para poder conducir fértiles procesos de enseñanza-aprendizaje en el siglo XXI.

Cada vez se arriba a criterios más sólidos relacionados con una visión de futuro en la cual se prevé que los bienes fundamentales de una nación no estarán en las riquezas materiales, sino en lo que sean capaces de hacer sus ciudadanos con tales riquezas, por tal motivo, el reto está en formar en dichos ciudadanos las competencias requeridas para influir activa y creadoramente en la transformación y mejora del entorno social y educativo. Estas competencias deben integrar determinados sistemas de conocimiento, de habilidades, de actitudes y valores.

Redirigir la profesión docente exige tener claridad respecto hacia dónde ir. Los profesores reproducen lo que aprendieron cuando fueron formados. Por eso es imprescindible promover una sólida reflexión acerca de cuál es el perfil del profesor que se desee tener, para avanzar entonces respecto al cómo hacerlo, sobre todo en el caso de aquellos profesores que ya están en el ejercicio de su profesión, identificando el tipo de competencias que se pretende lograr en dicho desempeño.

No hay nada más difícil que cambiar a los profesores que ya se encuentran en servicio, que tienen extraordinariamente introyectada una forma de enseñar, que creen irrestrictamente que lo que hacen es lo correcto; es por ello que el reto es magnífico, por lo que nunca nos debemos rendir ante tan trascendental encomienda.

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