No hay nada que no pueda pasar de Guatemala o de toda Centroamérica hacia México ni a la inversa.
Esta es una frontera abierta. No hay nada que no pueda pasar de Guatemala o de toda Centroamérica hacia México ni a la inversa. Desde drogas, dinero, armas hasta el tráfico de indocumentados. Los cárteles de la droga lo saben, lo mismo que los traficantes de ilegales y hasta los pandilleros como “los maras”, cuya actividad se expandió en los últimos 20 años a la sombra del cruce de los migrantes sin papeles de toda América Central.
Aquí, ni soñar con que los policías o el Ejército cuenten con radares, sensores de movimiento o calor, equipo de visión nocturna, helicópteros, “ojos electrónicos”, bueno ni con cuatrimotos o perros entrenados para vigilar el 66% -porcentaje de frontera que corresponde a Chiapas- de los más de mil 149 kilómetros que separan al país Guatemala y Belice, pero de prácticamente de toda Centroamérica.
A lo largo de los 17 municipios de Chiapas que hacen frontera con Guatemala lo pintoresco se mezcla con lo mafioso, la insuficiencia e ineficacia policial con la corrupción y hasta mantener la boca cerrada es un estilo de vida. Es toda una inmensidad y una “puerta natural” hacia México. Así lo acepta la recién creada Patrulla Estatal Fronteriza (PEF), el último cuerpo policial de “elite” creado con la intención de resguardar lo que llaman la “línea”.
Sin presupuesto, equipo y con menos de cien hombres, esta unidad se sumó a los pocos, muy pocos soldados, agentes de la Policía Federal Preventiva (PFP) y de la Agencia Federal de Investigación (AFI), que hasta hoy tratan infructuosamente de devolver el control a las autoridades sobre la frontera sur, una de las zonas de mayor riqueza natural y bastión del último reducto de selva y bosque tropical de México.
Lo complicado de esta frontera llevó a crear desde el pasado 14 de diciembre las llamadas Unidades Policiales Mixtas (UPM), sin que hasta hoy se detenga el tráfico ilegal de todo lo que se pueda imaginar en esta línea divisoria, que históricamente centroamericanos y mexicanos llevan cruzando siglos y que hoy es motivo de gran inseguridad por los traficantes de indocumentados, pandilleros de la Mara Salvatrucha y principalmente por narcotraficantes
De hecho, los cárteles con mayor presencia aquí son los de Juárez y Sinaloa, quienes trabajan directamente con el capo guatemalteco de las drogas, Otto Herrera García, quien pagara 2 millones de dólares -según el expediente PGR/SIEDO/UEIDCS/087/200- para fugarse en 2005 del reclusorio sur, en la Ciudad de México. Pero también hay células del cártel de Tijuana y el del Golfo, cuyo grupo de sicarios, Los Zetas, ha hecho contacto con ex soldados guatemaltecos, algunos de ellos de los llamados kaibiles, de acuerdo con informes de la AFI.
Y es que en la entidad no sólo hay caminos y brechas conocidos únicamente por traficantes, sino además el mar –diez municipios tienen salida al Océano Pacífico- ofrece a organizaciones criminales toda una variedad de posibilidades para acciones ilícitas. Incluso la delincuencia tampoco se debe alejar mucho de los sitios comunicados o con vías de acceso. El cruce de Guatemala a México por este municipio sin revisión alguna, donde es común el tráfico hormiga de droga, es tan sólo un ejemplo de ello.
No obstante, las tres zonas identificadas como de mayor riesgo son: la Zona del Soconusco y que incluye a los municipios de Frontera Hidalgo, Suchiate y Metapa, en la parte media está la zona conocida como La Mesilla, Jocote y el poblado de Cuauhtémoc y el tercer punto conflictivo es el formado por los municipios de Benemérito de las Américas y Unión Juárez, en especial el punto llamado Frontera Colosal, explica el director de la policía del estado y creador de la PEF, Horacio Schroeder Bejarano.
“Esos puntos, agrega, requieren atención urgente, mayores dispositivos de seguridad y de combate a la delincuencia organizada, porque sabemos que son paso de todo tipo de mercancías y operaciones ilícitas. Ésta es una frontera abierta, porosa y difícil, y que vuelve a Chiapas una entidad vulnerable, por eso nos hemos sumado a la batalla con la puesta en marcha de las UPM”, afirma Schroeder
Similares a las rutas del Golfo y el Pacífico empleadas para el tráfico de indocumentados, los cárteles del narcotráfico utilizan por vía terrestre prácticamente las mismas para transportar las drogas. Estas rutas parten, la primera hacia Veracruz, Tabasco y Campeche. La segunda, hacia Oaxaca y Guerrero. A partir de ahí, hay centros de acopio y distribución de los enervantes, de acuerdo con informes de la AFI.
Es una realidad que el mayor peligro hasta ahora es el tráfico de drogas y sus delitos asociados en la frontera sur, considerada como factor de seguridad interna a partir de los movimientos guerrilleros de los años 70 y 80, cuando se produjeron movimientos de centroamericanos desplazados, pero más recientemente con la posibilidad de ser utilizada por terroristas islámicos aprovechando los flujos de migrantes, explica el director del Colegio de la Frontera Sur, José Pablo Liedo Fernández.
La institución académica que incluso tiene como política el no abordar el tema de la inseguridad en cualquiera de sus manifestaciones en esta frontera para “garantizar la integridad de sus profesores”, rechazó en el pasado un ofrecimiento del CISEN para apoyar investigaciones que fuera del interés del centro de inteligencia nacional, reveló Liedo Fernández. No por eso, añade, se deja de ver los efectos nocivos que provoca la inseguridad en las inversiones, modos de vida, ecología y en otros asuntos de esta frontera sur.
Incluso, el mismo funcionario del Colegio de la Frontera Sur establece que no es el tránsito humano legal o ilegal el mayor problema que actualmente enfrenta la región, “ese –dice- es un mito que en la institución tratamos de aclarar”. Su opinión coincide con lo sostenido por el investigador Jan De Vos, en el sentido de que el mayor peligro en la frontera sur es la presencia de las más peligrosas organizaciones del narcotráfico que operan desde México hasta Colombia.
Por eso, sostiene el responsable de seguridad pública en el estado, Horacio Schroeder, nuestro objetivo no son los migrantes sin documentos. Sabemos que cualquier frontera en la actualidad tiene problemas de seguridad y el caso particular de Chiapas con Guatemala no es la excepción y por esa situación la entidad se vuelve casi de forma natural vulnerable al paso de drogas, el narcomenudeo, tráfico de indocumentados, el secuestro, las extorsiones y otras manifestaciones de la delincuencia.
Al respecto, el comandante de la PEF en este municipio, Oscar Rojas Recinos, explica que la participación en la UPM de los miembros de esta fuerza recién creada busca contener directamente a integrantes de la delincuencia organizada. “Sabemos que son bandas muy bien estructuradas, que conocen perfectamente el terreno donde se mueven, que su forma de organización les permite incluso vigilar nuestros movimientos, pero no les vamos a dar tregua”.
Conocen todos los caminos y rutas, los senderos y hasta parajes de extravió, pero también desarrollaremos con la AFI, PFP y el Ejército, la inteligencia necesaria para atacarlos frontalmente, advierte el jefe policiaco mientras a lo lejos, sobre el río que divide a este municipio de Guatemala, se observa el ir y venir de personas caminando o en balsas transportando todo tipo de mercancías.
Están a la vista de todos. No hay revisión alguna. No podrían hacerlo ni los de la PEF ni los soldados destacamentazos en el lugar. De hecho, el puente internacional que está ahí para el cruce legal es sólo un “elefante blanco”, pues casi nadie lo usa, salvo los automovilistas. Y Aunque podrían estar pasando así y en ese momento drogas, eso no se podrá saber jamás.
Pero si aquí esto pasa, en los puntos más apartados, en las zonas donde sólo se puede entrar en vehículos todo terreno, con equipo especial y por las noches, pues no hay nada que hacer. Lo sabe el comandante Rojas Recinos, pero replica que la PEF está en proceso de formación, ahorita –dice- hay como cien elementos divididos en siete zonas: Comalapa, Motozintla, Tapachula, Tuxtlachico, Cacahuatán, Unión Juárez y Ciudad Hidalgo.
La PEF va a doblar el número de sus integrantes en breve, para enfrentar a los grupos delincuenciales que operan en la frontera, nosotros –asegura—vamos a ser una policía de combate, de choque directo. Casi todos jóvenes, los integrantes de la nueva corporación policial cuentan con rifles R-15 y pistolas Beretta, aceptan que no tienen el mejor equipo y solo hay planes para equiparlos, pero mientras tanto siguen trabajando toda la semana, sin descansos por la falta de personal.
A bordo de camionetas pick up, los miembros de la PEF va de un lado a otro por la región fronteriza de este sitio. Todavía no hay registros de logros espectaculares, pero aseguran que su presencia ha reducido los índices de criminalidad en la frontera. No hay forma de hacer comparativos con ellos ni con la PFP o la AFI, así como tampoco con las autoridades migratorias. Nadie tiene permitido hablar, por lo menos hasta que el 22 de marzo se presente el Plan de Reordenamiento de la Frontera Sur.
Este “plan maestro” incluye el proyecto de un cuerpo policial especializado en criminalidad fronteriza, con el fin de hacer frente a las organizaciones criminales de traficantes de personas, armas, drogas y pandilleros de la Mara Salvatrucha, que son calificados como un asunto de seguridad nacional, acepta la Secretaría de Gobernación.
Pero mientras eso sucede, toda la frontera sur de México, llamada también la frontera olvidada, sigue abierta. Sigue pasando todo y sigue convertida en un espacio propicio para actividades criminales como el tráfico y consumo de drogas, la prostitución y el tráfico de indocumentados, lo mismo que los asaltos, abusos y violaciones contra quienes buscan atravesar México para ir a Estados Unidos.
