Hasta el momento, a las imputaciones que ha hecho públicas el gobernador constitucional del Estado de Coahuila, acerca de una estrategia que Vicente Fox Quesada le propuso, en plática que califica de ?perversa e inmoral,? levantar embustes para distraer la atención pública que había generado la tragedia de la mina de Pasta de Conchos donde murieron 65 trabajadores, quienes defienden al ex presidente se han concretado a señalar que no es cierta la versión por que Humberto Moreira Valdés, en primer lugar, no denunció el hecho de inmediato esperando pasara un año para hacerlo, considerando que el transcurso del tiempo es bastante para estimar que el gobernador no dice la verdad y en segundo lugar, lo retan para que demuestre que en efecto existió tal oferta, dando por entendido que no podrá aportar pruebas de su dicho. En eso hacen consistir la defensa a ultranza que hacen de la denuncia del mandatario estatal.
O sea que la delación, según los que patrocinan la inocencia del presidente, contiene hechos mentirosos sólo por que el gobernador permaneció más o menos largo periodo en un mutismo voluntario. La tesis consistiría que en política los hechos que pueden constituir una transgresión legal deben hacerse del conocimiento público en un lapso corto pues en caso contrario se amorcilla, como los toros de lidia, perdiendo certeza. Ya pisando suelo más firme, los que fueron parte del Gabinete Carlos Abascal y Salazar Sáenz, de quienes se dice estaban presentes cuando el presidente le pidió a Moreira que encarcelara al entonces líder Napoleón Gómez Urrutia, son testigos que negarán el hecho aunque fuese cierto. Ante eso, no le queda otro camino al gobernador que mantenerse subido en su macho aferrándose a su versión, salvo que llevara consigo una grabadora oculta cuando se entrevistó con el presidente o se le proporcione la que con seguridad existe en la oficina de Los Pinos, como pasó con las conversaciones en la Sala Oval de la Casa Blanca, en los días en que el presidente Richard Nixon mal capeaba el vendaval que se le vino encima en lo que se conoció como el Watergate. No tengo idea dónde se origina que los presidentes gusten guardar sus conversaciones, a menos que lo haga sin su consentimiento el Cisen, Centro de Investigación y Seguridad Nacional, órgano de Inteligencia del Estado, lo que no sería nada extraño pues a usted y a mí nos tienen apercollados hasta cuando estamos sentados en el inodoro, que somos unos simples mortales, imagínese a los que viven en las alturas del mundo político. El Comité Ejecutivo Nacional emplaza a Moreira a probar su acusación y su vocero sentenció que en Derecho, quien acusa está obligado a probar, -como si la legalidad tuviera algo que ver con este asunto-.
Antes de seguir adelante me parece necesario aclarar, para que no haya malos entendidos, que no conozco al gobernador Moreira y es muy pronto para emitir un juicio acerca de su capacidad política. Lo que sé es poco y lo obtuve de mi amiga Olga Quirarte, estupenda politóloga. Me dice que es un hombre desenfadado cuyo mayor mérito es no tener pelos en la lengua, es decir que dice las cosas que quiere sin parar en mientes. Tal cual, me informan, pertenece a una nueva hornada de políticos, sin dobleces ni recovecos. En cambio la semblanza que tengo de Fox es muy vasta, cautiva su personalidad, su campechanía, su rústica naturalidad, su aparente espontaneidad, a decir verdad un hombre simpático que en su momento se ganó el corazón de los mexicanos. Que se equivocaba, que decía barbaridades, que en alguna ocasión negó lo que luego fue evidente, no logró borrar el entusiasmo que despertaba su sola presencia, lo que demuestra que era y es carismático. No se por qué pero siempre me trajo a la memoria a don Antonio López de Santanna. En otro orden de ideas, leí que a nombre del PAN respondió el diputado presidente llamando cobarde e irresponsable al gobernador Moreira por sus tardías declaraciones, al hacer revelaciones después de un año, apuntando que a su juicio sólo busca notoriedad, lo tacha de oportunista y le reprocha el pretender lucrar políticamente. Cobarde por no haber abierto la boca a tiempo e irresponsable no sabemos por qué. Añadió que el gobe quiere sacar raja de la confidencia, pero no dice cómo. Tales son los epítetos que le endilgaron al gobernador Moreira sin condescendencias de ninguna clase. Al parecer surgidos de una animadversión personal.
Dicen los entendidos en estos asuntos, de intrincada alta política, que la denuncia que hace Moreira está apadrinada secretamente por el actual presidente Felipe Calderón Hinojosa quien así le da un soplamocos a Vicente Fox que no ha parado de entrometerse en la vida política del país. A ver si ahora, por fin, se calla. Lo último, que causó enojo en Los Pinos fueron sus declaraciones acerca de que Andrés Manuel López Obrador se le escapó, a pesar de que lo tenía con medio cuerpo dentro de una prisión, falla de la que se desquitó al ganarle en el proceso electoral que concluyó el pasado dos de julio. Los que piensan que Fox tiene aún los hilos del poder, se desbarataron lanzando denuestos e invectivas en contra de Moreira, en cambio la gente del presidente Calderón se guardó de hacer comentario alguno. Esto lo dice todo. Los observadores políticos dan por hecho que se ha iniciado, como era de esperarse, una descomposición política en la que no caben dos presidentes del mismo partido político. Uno tratando de no perder pisada en los movimientos telúricos que le propician el antagonismo de Andrés Manuel y el otro dándole vuelo a una conducta desordenada, que en política se llama garrulería.