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Como cada 12 de diciembre millones de mexicanos veneraron a la Virgen de Guadalupe.
El fervor hacia la Virgen Morena es impresionante no sólo en la Basílica de Guadalupe sino también en todo México y recientemente en países extranjeros.
La imagen de la Guadalupana puede encontrarla hoy en día en cualquier parte del mundo. En la Catedral de San Patricio en Nueva York hay un altar dedicado a la Virgen, lo mismo que en la Basílica de San Pedro en Roma y en casi todas las iglesias mexicanas.
Las comunidades hispanas de Estados Unidos rompen año con año con la formalidad de las parroquias norteamericanas para organizar grandes festejos en donde incluyen misas de gallo, mañanitas con mariachi, bailables, cánticos y verbenas populares.
A pesar de intentos por cuestionar la veracidad de sus apariciones, la devoción a la Virgen de Guadalupe ha crecido en los últimos años a niveles impresionantes.
En buena medida influyó el enorme cariño y veneración que el Papa Juan Pablo II mostró a la Virgen a quien visitó en su morada en los viajes que realizó a la Ciudad de México durante su Pontificado. El Papa viajero proclamó a la “Morenita” del Tepeyac como la Reina de América en un abierto reconocimiento al fervor que le han conferido en todo el continente Americano.
Juan Pablo II promovió la beatificación del indio Juan Diego y en julio de 2002 lo elevó a santo en un testimonio a su religiosidad y su vida piadosa.
Los enemigos de la Guadalupana han sido muchísimos, pero ninguno ha podido derrotar la fe y la entrega de un pueblo como el mexicano en donde primero es la Virgen de Guadalupe y después todo lo demás. Por algo en el argot popular se dice que el 85 por ciento de los mexicanos es de católicos, pero el cien por ciento son guadalupanos.
Los ataques hacia la Virgen han sido frecuentes y en algunos casos muy directos. Incluso un abad de la Basílica declaró que la Guadalupana era una leyenda mexicana, pero que no existían evidencias reales de sus apariciones.
El mundo se le vino encima a este abad con argumentos difíciles de refutar, entre otros la tilma de Juan Diego en donde quedó estampada la imagen de la Virgen que ha permanecido casi intacta durante casi cinco siglos.
La imagen que descansa imponente en el centro de la Basílica de Guadalupe, ha sobrevivido a incendios y atentados, lo que únicamente puede explicarse a través de la fe.
¿Pero dónde surge el enorme fervor y entusiasmo hacia la Guadalupana?
La mayoría de los fieles dirá que son los favores y milagros que les concede la Virgen además de que por siglos esta imagen maternal ha acompañado a los mexicanos.
La Guadalupana estuvo presente en los grandes movimientos como la Independencia y la Revolución y sigue hoy en días en las manifestaciones, los partidos de futbol, las ferias, en los rincones de las fábricas y en los tableros de los autos.
El año pasado fueron muy notorios los estandartes de la Virgen durante las marchas a favor de los inmigrantes en las principales ciudades de los Estados Unidos.
Pero tenga fe o no a la Virgen del Tepeyac, lo cierto es que su figura es clave para explicar la sobrevivencia de México a pesar de los pésimos gobiernos, las guerras, los descalabros económicos y las agresiones del extranjero al paso de los siglos.
Quien haya intercedido silenciosamente para que este país se mantenga de pie y para impedir su división o desaparición como nación no puede ser otra más que la Virgen de Guadalupe.
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