Hay un clima mundial de violencia que no dudo ni tantito, aunado a otros fenómenos sociales, se haya desencadenando por el trastorno mental que muestran algunos jóvenes de estos tiempos. De todos modos es un misterio como es que se llega a la locura total. Desde que Sigmund Freud (1856-1939) elaboró su teoría del psicoanálisis hasta nuestros días las cosas han ido cambiando. Antaño las enfermedades psíquicas, debido más que nada a la ignorancia de la gente, eran consideradas cosas del demonio. Aun hoy se hacen exorcismos para lograr que una persona deje de ser presa de una posesión satánica. En el pasado el tratamiento consistía en sujetar fuertemente brazos y piernas al paciente para aplicarle electrochoques que, en el mejor de los casos, le provocaban un estado catatónico. Hoy las cosas han cambiado, se usan psicofármacos que han logrado desparecer aquellos cuadros clínicos que acompañaban a quienes tenían síntomas de haber perdido el juicio o el uso de la razón, individuos caracterizados por su agitación corporal, vociferantes, no siendo raro se tornen peligrosos. Existe una pesadumbre corporal y psicológica, el mundo se vuelve gris, toda actividad cuesta un esfuerzo, el pensamiento se hace lento y la atención falla.
“era una persona solitaria, de carácter poco amigable, sentía un gran resentimiento social, sin capacidad para hacer frente a las decepciones”, una estudiante le acusó de tener un comportamiento inapropiado, “era mentalmente inestable”. En dos ocasiones la Policía se apersonó en su habitación por quejas de compañeras del campus “le atribuían hostigamientos sexuales” “cursaba el último año de filología inglesa”.
El afectado se queja de estreñimiento, hay hormigueo en las manos, dolores musculares en los brazos, sensación de que el peligro acecha, hay un trastorno del sueño en que la persona se despierta sin que su cuerpo reciba el beneficio del descanso, invadiéndolo de día la flojera, recurriendo a actitudes hostiles aun con sus familiares. Pareciera que en la cabeza trajera “una gorra apretada”, que es el resultado de un dolor sordo, acompañado de un sentimiento de frustración. Los pensamientos de: nadie me quiere, todos me odian, nadie me comprende, se convierten en una pesadilla diaria. A esos periodos de depresión sin causa, le siguen pocos momentos de tranquilidad en que el sujeto puede advertir lo que le está sucediendo, pero encuentra en su pena una satisfacción. Todo esto, si no se toman los cuidados pertinentes, puede llevar a la esquizofrenia. El enfermo ama y odia a la vez, a sus seres queridos, sus ideas son delirantes sin ninguna correspondencia con la realidad. Sus sentimientos sufren una metamorfosis, es el caso de los enamorados cuya respuesta suele ser violenta si presienten que van a ser rechazados o de plano lo son cuando estiman que son víctimas de un engaño.
“ustedes han devastado mi corazón, violado mi alma y quemado mi conciencia. Gracias a ustedes muero como Jesucristo para inspirar a generaciones de personas débiles e indefensas”. “No mantenía una buena relación con sus familiares”. “Clamaba contra los niños ricos y la decadencia de las costumbres y los embusteros charlatanes”.
El mundo me la debe y me la tiene que pagar, parece convertirse en su divisa. La cuestión es que en ciertos casos se necesita un detonante simple para que la violencia estalle. Se considera víctima de una conjura. Nada ni nadie lo convence de que está en un error. Él considera que debe defenderse de la incomprensión de los demás, se siente postergado, atacado, lesionado en su dignidad. Viene a pelo, el caso de un litigante, por propio derecho, que creyéndose perseguido, tras perder en segunda instancia, en resolución que sólo confirma la del juez de primera instancia, presenta una demanda de juicio político y de responsabilidad civil, pidiendo una compensación monetaria, considerando que los magistrados, al igual que el juez que ventiló su causa, están corrompidos, llegando su paranoia galopante a estimar que todos están en su contra. Esto sucede con frecuencia en los tribunales, donde son dos partes, una pierde y la otra gana. En fin, hubo el desquiciamiento en un individuo enloquecido y obviamente alterado. Un perturbado mental cuya actitud criminal lo hizo sucumbir por propia mano.
Un caso digno de ser llevado a un consultorio psiquiátrico.
“me arrinconaron y me dieron una sola opción. La decisión fue de ustedes. Ahora tienen las manos manchadas de sangre y nunca podrán lavárselas”. “Sus Mercedes no les bastaba, consentidos, Sus collares de oro no eran suficientes, presumidos. Sus fondos en el banco no les bastaban. Su vodka y su coñac no les bastaban. Nada era suficiente para satisfacer sus necesidades hedonistas. Tenían de todo”. “Contaba con antecedentes psiquiátricos”, “había estado tomando medicamentos antidepresivos”, “usó dos pistolas”, “mató a treinta y dos personas, entre profesores y estudiantes”, “a continuación, se suicidó”.