Sin duda alguna son terribles los recientes hechos ocurridos en Torreón en lo que va de esta semana con respecto a la violencia que se ha desatado. El domingo pasado el atentado que sufrió en el bulevar Constitución el empresario y político en retiro Carlos Herrera Araluce y su señora esposa, doña Vilma Ale de Herrera, sencillamente desató la sicosis en la población en general de La Laguna. Afortunadamente hoy los señores agredidos se recuperan satisfactoriamente.
Con este hecho, se materializó la idea que cada vez se fortalecía más: la Región Lagunera está ahora en los niveles de violencia que ya suceden en otras plazas de la República, como Nuevo Laredo, el estado de Michoacán, Monterrey, Culiacán, por citar sólo algunas.
Al hecho violento dominical se le agrega un suceso, la privación de la libertad del comandante policial Enrique Ruiz Arévalo, quien ha encabezado un grupo especial dedicado principalmente al combate del secuestro, que años antes cimbró a la región y al que, el comandante Ruiz y su equipo, habían logrado erradicar.
Recordar las ejecuciones en el vado de dos personas, más el rapto en el mismo tiempo de la hermana de uno de los asesinados, que a la postre sería ejecutada también, más la emboscada de a agente de la Policía Ministerial sobre la diagonal Las Fuentes, son el antecedente inmediato de lo que esta semana sucedió y que confirma que la isla de paz que era esta zona, ya no lo es más.
La violencia se ha desatado en estos niveles desde el momento en que el presidente de la República, Felipe de Jesús Calderón Hinojosa decidió retar de manera frontal al crimen. El grave problema es que el poderío de las bandas había crecido geométricamente durante el sexenio de Vicente Fox Quesada cuya lucha está resultando mucho mayor que lo que la población en general, estaba esperando.
Sin embargo, lo que está sucediendo acá es de mucho menor envergadura de lo que ha pasado en Cananea, Sonora, apenas la madrugada del pasado miércoles un comando de aproximadamente cincuenta hombres fuertemente armados en un convoy de entre 10 a 15 vehículos, muchos de ellos blindados, apareció en aquella ciudad sonorense secuestrando de entrada a siete policías municipales y cuatro civiles más.
De los siete policías, cinco fueron ejecutados, así como dos de los cuatro civiles plagiados; el resto fue liberado por el comando.
Ahí no paró la cosa, el comando hubo de enfrentarse con la Policía Estatal de Sonora, ya en el municipio de Arizpe. El resultado del tiroteo hasta ahora es de 24 sicarios muertos, sin establecerse claramente si del lado policial haya víctimas, el enfrentamiento duró algo así como dos horas y aún no se establece si el Ejército Mexicano participó en la reyerta.
Anteayer en la zona metropolitana de Monterrey, se ha consignado el secuestro de ocho personas en un lapso de tres horas, lo que habla del nivel ya de ausencia de Estado de Derecho en la capital de Nuevo León.
Es un hecho que la guerra contra la delincuencia de Calderón tiene una escalada nacional, se dice que muchos de los actos cometidos por las organizaciones criminales son por el control de las plazas, que ha derivado en los actos violentos, que están ocurriendo en muchas de las ciudades a lo largo y ancho del país; la cosa es que La Laguna había permanecido un poco al margen de los actos de muerte y balaceras que ocurrían en otras latitudes, pero que ahora tendremos que aprender a vivir con ello mientras sucede algo distinto a lo que hasta ahora pasa.
El hecho de que la lucha haya llegado ya hasta nuestro jardín, está generando un azoro general que perturba la calidad de vida de todos los mexicanos.
eirazoqui@elsiglodetorreon.com.mx