Consuelo Torres Tello, está nominada por tercera vez al premio Príncipe de Asturias por su labor social. Una incansable labor que esta mujer lleva desarrollando en Perú desde que era apenas una niña, más de cincuenta años trabajando no solamente en Perú sino en las comunidades más marginadas de América Latina, el mundo debe conocer la labor de mujeres como éstas cuyo mérito quedará grabado en los anales de la historia por su carácter social y no por querer protagonizar las primeras páginas de los diarios con su derroche de ansias de poder.
Ella se enfrentó a la pobreza en los años 50 en los cerros de El Agustino en Lima, un barrio polvoriento a donde fue porque tuvo la visión de organizar a las madres para ayudar a cambiar su destino. Su labor por las personas más necesitadas de su país la llevó a ser nominada por tercera vez al premio Príncipe de Asturias, en la categoría Concordia. Esta distinción se les otorga a las personas que luchan contra la pobreza y la injusticia y que contribuyen a la convivencia en paz entre los hombres.
“Doña Consuelo”, ahora de 89 años, recuerda las veces que tuvo que cruzar arenales en la oscuridad, escuchando los ladridos de los perros, para poder tratar de organizar un Club de Madres. Una vez fue asaltada. “Nada de eso me daba miedo y seguí adelante, porque yo tuve una ilusión de que eso prosperaría y así fue”. Dice, en varias entrevistas que concedió, entre ellas el homenaje que le hizo el programa, estudio abierto, que la BCC de Londres transmite en español. Ahora, dice, “Me siento tranquila por haber cumplido una misión social, que es ayudar a la gente pobre. También fue detenida y encarcelada por “luchar por la justicia social porque no me comprendían los gobiernos de aquella época”. “He sufrido calabozo, he sufrido tantas cosas en mi juventud, pero algún día se sabrá lo que esta mujer luchó por la justicia social”, le dijo a BBC Estudio Abierto.
El Príncipe de Asturias no sería su primer premio. Ya ha recibido una distinción de la UNICEF y de las Hijas de las Caridad de San Vicente de Paul. Que no son más que el reconocimiento al trabajo de una mujer que sin estudios y en contra incluso de los regímenes políticos que han hecho fracasar a Latinoamérica “como de costumbre” logró emitir un mensaje a nuestra comunidad, pero no un mensaje escrito, verbal, o adornado de bisutería barata, como por ejemplo, el que algunas primeras damas emiten para pavonearse el título de activistas, no, el de doña Consuelo fue un mensaje en la praxis, es decir en la actividad verdadera, ella no se quedó en el activismo de escritorio, en el que nos quedamos a veces muchos ilusionistas sociales.
Consuelo Tello fundó el primer Club de Madres y poco después, gracias a sus gestiones, se abrió el primer consultorio médico gratuito de El Agustino. Años después, cuando creó un nuevo hogar en los arenales de San Juan de Miraflores, Consuelo luchó a favor de la Ley del Inquilinato y en contra de los desalojos injustos, hoy existen cientos de asociaciones como ésta en los barrios más pobres del país y de otros países de América Latina. La peruana animó durante la entrevista a los jóvenes a seguir en la lucha de los más necesitados.
“Dejo algo sembrado para las nuevas generaciones. Que la nueva juventud moderna sea valiente, fuerte, luchadora, que trabaje por el bien de los demás, en especial por los niños, para que tengan un futuro y que, cuando ellos sean hombres, recuerden a quien luchó y siguió luchando por la justicia social”.
No me queda más que quitarme el sombrero ante esta mujer, a quien tuve el honor de conocer personalmente y que como dijo el poeta: está hecha de fuego, de piel, de carne y hueso, está hecha de amor latinoamericano.
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