Hugo Chávez, presidente de Venezuela, promete guiar a su país y a otras naciones centro y sudamericanas hacia el socialismo del siglo XXI. Esta promesa de una nueva era para la población venezolana y latinoamericana, es en realidad un retroceso hacia las épocas más nefastas del populismo y del intervencionismo estatal sufrido por América Latina desde el siglo pasado y que vuelve a resurgir en estos años.
La aparición de caudillos militares populistas en América del Sur ocurrió en Argentina hace casi siete décadas, cuando el golpe de Estado de 1943 llevó al poder a una camarilla militar con marcadas influencias fascistas, destacando el entonces coronel Juan Domingo Perón, designado como Secretario del Trabajo. Después de alguna inquietud generada en el mismo círculo militar por la popularidad de Perón, éste fue encarcelado en 1945 y liberado posteriormente. En 1946 se restableció la democracia con elecciones que fueron ganadas por Perón, ayudado por el carisma de su segunda esposa, Eva Duarte.
Su Gobierno creó un monopolio estatal para controlar el comercio exterior de productos agrícolas, impulsó la protección industrial, otorgó aumentos salariales generalizados, impuso el control a las rentas de inmuebles y expropió los ferrocarriles y la compañía telefónica, otorgándole al Estado argentino una intervención decisiva en la economía. En 1955 Perón fue derrocado por un golpe militar, pero en 1973 ganó nuevamente las elecciones, para morir al año siguiente y dejar el poder a su nueva esposa María Estela Martínez que fue derrocada, a su vez, por el golpe militar de 1976.
Otro caudillo militar sudamericano fue el general Juan Velasco Alvarado, quien asumió el gobierno de Perú, mediante un golpe de Estado, a fines de 1968 y fue derribado por otro golpe militar en 1975. Su gobierno expropió las instalaciones de la International Petroleum Company, subsidiaria de la American Standard Oil Company. En la década de 1970 expropió también los complejos agroindustriales de capital extranjero, las haciendas catalogadas como latifundios, e impuso el control de precios sobre los artículos de consumo básico y el sector de los servicios.
El general Velasco fue la inspiración más cercana para el joven capitán del ejército venezolano Hugo Chávez, quien en 1982 junto con otros dos colegas organizó el Movimiento Bolivariano-200. Chávez fue ascendido a teniente coronel en 1991 y al año siguiente intentó asestar un golpe de Estado en contra del presidente de Venezuela en ese entonces, Carlos Andrés Pérez, un político civil que en la década de 1970 aplicó varias medidas populistas, como la expropiación de las industrias del hierro y del petróleo.Después de dos años de cárcel, Chávez abandonó el ejército en 1994 y entró a la política con el llamado Movimiento V República. En 1998 ganó las elecciones presidenciales, apoyado por la izquierda venezolana. Una vez en el gobierno, convocó en 1999 a un referéndum para realizar una asamblea constituyente y para concederle al presidente poderes especiales. Este referéndum lo ganó con el respaldo de más del 80 por ciento de la población. En el año 2000 Chávez se presentó de nuevo como candidato presidencial con una plataforma populista que prometía, entre otras medidas, expropiar los latifundios. Chávez ganó nuevamente la presidencia y el control de la asamblea legislativa que, por segunda ocasión, le otorgó poderes especiales para legislar por decreto. En uso de estas facultades, el presidente venezolano emitió a fines de 2001 un paquete de 49 leyes, donde destacan la Ley de Tierras y Desarrollo Agrícola que faculta al gobierno a “distribuir la riqueza eliminando el latifundio como sistema contrario a la paz social en el campo”; y la Ley de Hidrocarburos que establece que la extracción del petróleo crudo debe ser competencia del Estado al menos en un 51 por ciento. Como reacción a esas y otras medidas se produjo una inquietud política que tuvo un punto culminante el 11 de abril de 2002 con el fallido golpe de Estado que alejó al presidente Chávez del poder por dos días. La resistencia fracasó y el teniente coronel reanudó su embestida populista acelerando sus “misiones” y decretando en 2003 el control de cambios e intensificando la acción de los “círculos bolivarianos”. Apuntalado por el alza internacional en el precio del petróleo, el presidente Chávez triunfó en un referendo que lo confirmó en el poder en 2004 y volvió a ser reelecto a fines de 2006 para un tercer período, en principio, hasta 2012. Al iniciar este nuevo mandato, el teniente coronel afirmó que la transición había terminado y comenzaba en Venezuela el socialismo del siglo XXI. Como parte de su estrategia, logró que la asamblea legislativa le otorgara nuevamente poderes especiales para legislar. Con esta autorización, el presidente Chávez ha continuado su ofensiva populista, expropiando más empresas petroleras, agroindustriales y una telefónica, reforzando los controles de precios y amenazando con hacer obligatoria la enseñanza del socialismo en las empresas, así como expropiar más empresas privadas que ofrecen alimentos, bebidas, cemento, productos siderúrgicos, servicios de salud y la banca. En esa aventura, Chávez ha encontrado eco en los gobiernos actuales de Argentina, Bolivia, Ecuador y Nicaragua, además del estrechamiento de lazos con el longevo gobierno de Cuba que, como sabemos, promueve las obsoletas ideas del socialismo del siglo XIX. México no ha estado exento de personajes similares, cómo Lázaro Cárdenas en el siglo pasado y ahora Andrés Manuel López Obrador, quién estuvo a punto de ganar el año pasado la presidencia de nuestro país, y puede todavía ocuparla algún día. Pareciera que los países latinos somos, lamentablemente, víctimas de la maldición de los caudillos, personajes que perpetúan el rezago económico de nuestra región.