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La mano

Gilberto Serna

Luego que los ministros de la Suprema Corte tuvieron un comportamiento errático durante el periodo en que ocupó la Presidencia de la República el ahora ex presidente Vicente Fox Quesada que dio lugar a que, entre otros, se viera en apuros el luego candidato Andrés Manuel López Obrador, que estuvo a punto de ser enjuiciado por el supuesto delito de desobediencia a una sentencia de amparo, sus resoluciones tienen una credibilidad de cero. Lo que pasó es que, nadie lo duda ahora, desde Los Pinos se quiso estorbar a que el tabasqueño saltara a la arena política, para lo cual se desató en su contra cuanta artimaña legal o ilegal se le ocurrió y antojó. Lo reconoció posteriormente Fox al ser confrontado por una reportera durante una conferencia señalando que le había vencido en ese lance a López Obrador, pero que luego se desquitó al ganarle la votación del 2 de julio. Lo que todo mundo sabe es que se desató una persecución contra López Obrador en que estuvo a punto de que se le hiciera perro del mal, aunque válidamente puede decirse que poco faltó. Luego, al hacer el señor López derroche de fuerza, la resolución que indicaba el desacato se hizo nugatoria, con la complacencia del Poder Judicial de la Federación quien permitió con su silencio la no-aplicación de la Ley.

En otro asunto, no habría pasado mucho tiempo desde que se autorizó la apertura de casinos de juego, cuando se aprobó la Ley que beneficiaba en grado sumo a las televisoras. La sospecha de que se estaba legislando para favorecer los intereses de los dos consorcios televisivos arrancó cuando estaba a punto el país de acudir a las urnas para votar quien sería el sucesor de Fox. No era entonces una presunción jalada de los cabellos apuntar que entre otras medidas se pretendía asegurar, de menos, la benevolencia de los medios electrónicos, apuntalando una de las candidaturas y desbarrancando la otra, para que el régimen se saliera con la suya. Lo que no resulta raro es que seguramente siguiendo ese mismo patrón ahora la Corte, en votación dividida, deshaga lo que mal se hizo en la pasada Legislatura federal. Un duro golpe que ha de tener enojado no tan sólo a las dos televisoras sino además a quien las consintió y apadrinó.

La Suprema Corte acaba de dar un golpe a la trabazón de intereses, pero no lo hizo sola. Desde el primer momento se sintió la mano del Ejecutivo Federal sin cuyo consenso previo, suponemos, no se hubieran atrevido los ministros a encarar con su fallo a las dueñas de la pantalla chica. Lo que demuestra que el presidencialismo nunca se ha ido, que sigue fuerte y rozagante como el primer día en que fue subido Plutarco Elías Calles a un avión con rumbo al destierro, entonces hombre fuerte de México, en un periodo al que se llamó el maximato. Será la fuerza de la costumbre, será que se dieron cuenta que solos no podían encarar a los poderes fácticos, será que no están habituados a resolver por sí mismos en asuntos de tan vital trascendencia, será que necesitan un papá que, tomándolos de la mano, los guíe, será que no se tienen confianza; será el sereno, pero los cierto es que hay una versión que ha estado circulando por todo el país de que Felipe Calderón Hinojosa manifestó que le parecía muy bueno el proyecto de resolución que elaboró el ministro Sergio Salvador Aguirre Anguiano, lo que ayudó a obtener los ocho votos necesarios para declarar la protección federal a los quejosos en amparo contra artículos de las leyes federales de Telecomunicaciones y de Radio y Televisión, lo que quiere decir, simple y sencillamente, que se anuló gran parte de la Ley Televisa con el aval del Presidente.

Que los ministros de la Corte requieren el consentimiento del Presidente en turno para fallar, en uno u otro sentido, los asuntos de importancia que se ponen a su consideración, nunca ha sido ningún secreto. Mas nunca como ahora se había sabido lo que se sabe ahora. Deja al descubierto que el Gobierno de Calderón, por debajo de la mesa, le está pegando en las espinillas, donde más duele, al Gobierno anterior. No encuentro otra explicación de tal proceder. Lo que parece muy bien en tanto se ocupe de corregir los desaciertos en que incurrió el de Guanajuato por su querencia, como en las corridas de toros, sin salir de las tablas nomás le gustaba embestir hacia la derecha. A Fox habría que levantarle la tapa de los sesos, llegando hasta donde residen sus pensamientos más íntimos, para encontrar el fundamento de muchas de sus acciones de Gobierno. En el caso de la Ley, a la que atinadamente se le dio el nombre de Televisa, ha sido desencuadernada por la Corte con el visto bueno y me atrevo a afirmar, con la línea en ese sentido del Ejecutivo. El Gobierno Federal tacha la versión de falsa. Niega que la decisión adoptada por la Corte haya sido determinada, influenciada o avalada, previa a su discusión pública, por cualquier instancia gubernamental. Lo que no obsta para que conste que el asunto lo veamos plagado de barruntos, sospechas y hesitaciones, pues ¿cuándo se ha visto que un gobernante así nomás como así enseñe sus cartas tendidas boca abajo sobre su escritorio, apenas iniciados los juegos de poder?

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