¿Qué pasaría si al igual que en los tiempos de la Ley Seca concerniente a la venta de bebidas con alcohol, se levantara la prohibición de comercializar narcóticos? Es desde luego un tema delicado que sólo se puede abordar de manera muy discreta. Lo primero que se me ocurre es que se acabaría con el negocio millonario que actualmente efectúan las mafias que pululan en este país. Nadie me quita de la cabeza que se detiene a la gente que da la cara que son los que administran a la mafias dedicadas al tráfico de drogas, pero no a los tiburones que están detrás. El Gobierno decidió ceder a los requerimientos de las autoridades estadounidenses dando curso a la extradición de cabezas visibles en carteles que operan en este país. Se atendió una anhelada petición de enviar en paquete a los más conocidos traficantes presos desde hace algún tiempo en reclusorios nacionales. Los capitostes de las mafias que no dan la cara pero que alientan el trasiego de estupefacientes a los Estados Unidos de América son ciudadanos de aquel país, pues de otra manera no se vendería un gramo siquiera de azúcar glass en las calles de sus grandes ciudades.
Se ha jugado con la intención de legalizar su venta, con el argumento válido de que le quitarían lo sórdido que resulta el prohibirla. Los argumentos a favor de que se legalice chocan con los intereses de quienes obtienen fabulosas ganancias. Lo hemos oído antes, de vez en vez, se gira la perilla para explorar el sentir de las grandes masas. Se entorpece el asunto por la pérfida argumentación de que estaríamos hundiendo al país en el vicio de las drogas. Al tener acceso fácil y permitido a esa mercancía daría lugar, dicen los que están en contra de su comercialización, a que varias generaciones de jóvenes aprovecharan para consumir sin restricción alguna esos productos. Lo que veo es que la venta clandestina despierta en los adolescentes la idea de que las personas mayores pretenden impedirles accedan a los paraísos artificiales sólo por que pueden hacerlo. Los adultos, se dicen, siempre están prohibiendo. Cada vez menos, pero aun persiste el problema en una brecha generacional que da lugar a la rebeldía de los jóvenes.
Acabo de leer que en Bruselas, Holanda, se acaba de inaugurar una farmacia dedicada exclusivamente a la venta de cannabis indica, es decir, marihuana, los que se mercantiliza como medicamento, al que puede acudir el público, requiriéndose receta médica. La hierba se vende como la conocemos, en su estado natural, aunque no para fumarse, darse un toque o tronársela como se diría en el argot mexicano, sino para consumirse en té o baños de vapor -quien iba a decirlo, en la primera mitad del siglo pasado, eran personas muy humildes los que dedicaban sus afanes a consumir lo que hoy conocemos como marihuana-. Eso aquí por que en yanquilandia no había sorpresa si se da a conocer que políticos confesaban ante la opinión pública haberse fumado uno que otro carrujo. Se pretende, volviendo a Holanda, que el producto esté supervisado por las autoridades de salud, con el fin de evitar estén contaminados por pesticidas, resinas de metal, hongos o bacterias. Allá consideran que es un eficiente medicamento para reducir los malestares de varias enfermedades, como es en el caso de cáncer y el Sida que generan dolor, náuseas, disminución de apetito, pérdida tanto de peso como de concentración.
Se dice que puede aminorar las quejas relacionadas a la esclerosis múltiple, a la espina dorsal, reduciendo el dolor crónico causado por el sistema nervioso y los efectos del síndrome de Tourette -movimientos convulsivos concientes-. En total cuidadosamente medicada puede traer beneficios al ser humano. El opio se utiliza señala la farmacopea para reducir el dolor, empleándose localmente como analgésico, narcótico, calmante de la actividad muscular involuntaria, antidiarreico, antitusígeno, y moderador de las secreciones, la respiración y los estados de irritación. Son dos ejemplos de los beneficios que puede proporcionar este alcaloide. Lo mala noticia es que provocan tolerancia y dependencia. En fin, no hay una regla eficaz para terminar con este tráfico. Quizá el experimento que se hace en Bruselas no sea suficiente para erradicar el problema del narcotráfico. Apenas es un esbozo que tiende a quitar ciertos tabúes que han surgido alrededor de estos asuntos. En fin, su venta indiscriminada y libre ¿ayudaría a la larga a disminuir el número de víctimas o se incrementaría el número de adictos? No tenemos la respuesta.