EDITORIAL Caricatura editorial columnas editorial

¿La mejor capital de México?/Hora Cero

Roberto Orozco Melo

Es contagiante el optimismo del actual presidente municipal de Saltillo, licenciado Fernando Donato de las Fuentes Hernández cuando repite la frase ?Saltillo, la mejor capital de México? como eslogan de su Administración. Habitante de Saltillo con residencia mayor de cincuenta años, ex alcalde del municipio y poeta enmohecido, el columnista simpatiza con la eufemística expresión. Hace muchos años Óscar Flores Tapia declamó, en clímax amoroso por su ciudad natal, que Saltillo era ?como una novia? a la cual sus bien querientes disimulaban defectos, exageraban virtudes y ceñían en su torno otros inexistentes adornos. Todo cuadra ahora en el marco de la intención publicitaria que anima Fernando de las Fuentes.

Desde hace tiempo preguntamos en los múltiples foros de las mesas cafeteras: ¿cuál encanto secreto tiene ?este Saltillo?? (copy rigth de Eduardo L. Fuentes) cuya primera imagen antes desanimaba a los agentes viajeros, a los ejecutivos de los Bancos y muchos otros forasteros que llegaban a la ciudad compelidos por apremios de trabajo y enfrentaban, contrariados, el periodo de ajuste con una comunidad carente de equipamiento urbanístico; cuyos habitantes consumían agua entubada muy dura, pero tan buena que quien aquí la bebía se quedaba a vivir para siempre; gente que gozaba en la creencia de vivir en la ?Atenas del Norte? aunque las escuelas oficiales, primarias y secundarias, sufrían paros laborales cada quincena; que tenía una recién inaugurada Universidad estatal y un Tecnológico de la misma edad; que parecía ser un vecindario con costumbres autistas, inabordable por fuereños ansiosos de crear relaciones sociales, lo que finalmente trascendía en suma reserva local ante los nuevos vecinos. El fenómeno de adaptación era casi siempre transitorio, ya que al poco tiempo aquellos inéditos saltillenses parecían ser de viejo cuño, incluso en aquel encierro hogareño influido por el frío clima de Otoño e Invierno. Luego, de pronto, se arraigaban con su familia en esta ciudad, aunque concluyera la relación laboral que los había trasegado a nuestro medio.

En 1979 Saltillo empieza a crecer, su economía está en vías de desarrollo y deviene alentadora la perspectiva de ciudad industrial con nuevas fuentes de empleo y empresas de servicio gestionadas por el Gobierno de Coahuila. Ya no es la pequeña, estrecha y recoleta villa de los años cuarenta del siglo XX, cuyo sustento dependía de los poderes políticos del Estado. Un día, de pronto, la reconocimos como la promisoria población a la cual Óscar Flores Tapia, gobernador en la mitad del decenio setenta del siglo veinte, había soñado como novia bonita y empezaba a vestirla con un ropaje urbanístico armónico a la grandeza que auguraban las poderosas empresas ensambladoras de vehículos avecindadas en Saltillo. Sucesivos gobiernos conservaron aquellas inversiones y atrajeron otras nuevas; también hubo esfuerzos para dotar a los municipios de Saltillo y Ramos Arizpe del equipamiento vial requerido para la funcionalidad de las factorías y la comodidad de tránsito de los pobladores; para consolidar los servicios de agua, sanidad pública, establecimiento de zonas habitacionales decorosas, instituciones de educación y eventos de cultura para todos los niveles y vocaciones, especialmente en la preparación tecnológica superior y esos otros ?plus? de modernidad que hacen atractivos a los centros de concentración humana bien planeados. Las empresas, por su parte, crecieron al ritmo de la globalización comercial, de la excelente mano de obra saltillense, de la intensa actividad mercantil y de la pertinente atención gubernamental del Estado y de los Municipios.

Pero de ahí, a llegar a ser ?la mejor capital de México? falta un buen trecho. Y es que todavía prevalece, en contra, un centralismo multimodal como sistema político federal, más otro de carácter económico regional que tienen en suspenso a Coahuila y a sus municipios. Seguimos siendo dependientes del poder económico internacional federal y regiomontano, cuyos fundadores avizoraron la importancia estratégica de Saltillo y de Coahuila en la actividad económica. No fue gratis que el gobernador Santiago Vidaurri, intentara y lograra, así fuera por poco tiempo, la anexión de Coahuila y Nuevo León que deshizo en 1864, don Benito Juárez, el gran presidente de México. Para ser lo que dice el eslogan municipal deberíamos estimular el crecimiento de capitales locales mediante una estrategia dirigida a desarrollar los capitales nativos de nuestro estado y de nuestra región. Y eso ¿cómo, con qué ojos?..

El Congreso de la Unión se niega a poner en práctica un justo federalismo en el reparto de los recursos fiscales que demanda el desarrollo de los estados. Parece ser y eso lo evidenció Fox con crudo descaro, que el PAN gobernante no perdona en los coahuilenses la fidelidad revolucionaria que vota por el PRI. El viejo sueño concebido por el partido Acción Nacional de iluminar de color azul y blanco la franja del Norte de México no ha cuajado porque Coahuila y Durango son fieles al espíritu ideológico de Madero y Carranza. De lo que suceda en Durango poco sabemos; pero aquí, en Coahuila, todavía sufrimos el soslayo si no la abierta negativa del Gobierno Federal para contribuir en las obras ingentes del desarrollo económico de la entidad.

La próxima semana estará en Coahuila el presidente de la República Felipe Calderón Hinojosa. Viene a poner en marcha importantes factorías que generarán empleos para los mexicanos y una nueva ensambladora automotriz de cuya construcción dará el banderazo de inicio; inversiones que evidencian el espíritu de progreso que anima a nuestra entidad. Quizá algún día, más temprano que tarde, la hipotética frase ?Saltillo, la mejor capital de México? pueda ser una tangible realidad. No ahora.

Leer más de EDITORIAL

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de EDITORIAL

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 255221

elsiglo.mx