LOS ÁNGELES, California
Hoy, poco antes de ser crucificado, don Miguel Alfaro, un inmigrante de Michoacán que hará el papel de Jesús en el este de Los Ángeles, California, pedirá a sus verdugos imaginarios un momento de tregua para dirigir su mirada al cielo y elevar su última plegaria.
“Voy a elevar mis oraciones por aquellos paisanos que siguen sufriendo un duro y peligroso peregrinar por el desierto para cruzar la frontera y huir de la miseria. O porque no tienen papeles o la ‘migra’ los ha separado de sus hijos o de sus padres. No me gusta olvidar a quienes se han quedado atrás y a todos ellos voy a dedicar mi ascenso al Gólgota”, musitó don Miguel, un hombre de casi dos metros de altura y con un historial de “espalda mojada” que peregrinó por numerosos centros de detención y trabajos mal pagados, hasta que, al final, encontró su redención como chofer de tráileres de alto tonelaje.
“Mi hijo Bryan, que hará el papel de Judas, será el que me traicionará. Y mi hijo Miguel Ángel será el romano que me clavará la lanza en el costado”, asegura don Miguel, mientras una imaginaria soldadesca romana ensaya a sus espaldas las tres caídas del Vía Crucis.
En un ambiente de premura y ajustes de última hora, decenas de vecinos en el este de Los Ángeles se enfrascan en los ensayos generales del Vía Crucis, mientras el padre John Moretta permanece atento a todas las incidencias.
Hace apenas unos días, el padre Moretta se abría paso entre una multitud que se abarrotaba en la misa del mediodía en la iglesia de la Resurrección y sin más preámbulo pidió la colaboración de sus feligreses en la tradicional procesión de Semana Santa.
Tras un momento de duda y vacilación, fueron las mujeres las que, a punta de codazos y empujones, arrancaron del inmovilismo y la apatía a sus esposos, novios o hermanos para dejarlos a merced del padre Moretta, un capataz severo y mandón cuando se trata de asegurarse el número de voluntarios necesarios para participar en el evento que cada año marca el momento cúspide de la Semana Santa en el este de Los Ángeles: el Vía Crucis y la crucifixión de Jesús de Nazareth.
La procesión del Vía Crucis, un ritual de reminiscencias católicas y mexicanas, se ha vivido desde los tiempos en que miles de inmigrantes inundaron California tras el fracaso de la rebelión cristera en México (1929). Desde entonces, feligreses participan en un ritual que cada año se extiende y multiplica por los barrios latinos que encorsetan la ciudad de Los Ángeles.
Cada año, en los edificios y rascacielos que relampaguean desde el centro de la ciudad, miles de oficinistas observan con curiosidad a esa serpiente de feligreses que elevan sus plegarias al cielo mientras un imaginario Jesús de Nazareth arrastra su cruz entre mujeres que sollozan, niños de tez morena que devoran golosinas y perros que ladran al paso de la comitiva.
Según el programa de este año, el papel de Jesús de Nazareth será interpretado nuevamente por Miguel Alfaro: “Este será mi tercer año como Jesús de Nazareth. Y esta vez tengo mucho que agradecer. Tengo una familia, tengo un trabajo y todos gozamos de buena salud”, aseguró don Miguel, quien hoy viernes dedicará su Vía Crucis a los 12 millones de indocumentados que imploran una reforma migratoria justa y comprensiva.