A la propuesta del Ejecutivo de aumentar el precio de la gasolina me parece que no habría objeción alguna si recaudado éste se hiciera su aplicación a obras públicas y no al pago de los onerosos gastos de sostenimiento de la cada vez más pesada burocracia.
No se han conformado Gobierno tras Gobierno con aumentarle el costo, mes tras mes, de tal manera que cuando los minutos transcurren es mayor el gasto para los ciudadanos que se mueven en vehículo propio. Se podría parodiar que mientras usted duerme la gasolina sube. Antaño bastaba con cambiarle de nombre al producto para clasificándola en de menor o mayor octanaje elevarle el precio y a continuación desaparecer la más barata. Esto disminuía la protesta popular que al parecer era y es una aspiración de los políticos con cargos de elección popular. Nadie quería cargar con la ira popular que aunque no se tradujera en algo concreto porque al fin y al cabo los compradores del ígneo producto, se conformaban, con rechinar los dientes y meterse la mano en el bolsillo para darse cuenta que había que hacer un ahorro en otros egresos para cubrir el aumento acordado.
Lo peor era que golpeaba la economía de los más pobres que no teniendo carro familiar tenían y tienen que viajar en autobuses del servicio público cuyo incremento en el costo del pasaje se hace a la par cada vez que la gasolina aumenta de precio. Con el crecimiento de la mancha urbana las distancias no permiten que el trabajador o el ama de casa o el estudiante, se trasladen a sus respectivos destinos utilizando como medio de locomoción sus dos piernas. Si se sale a las calles se verá que la gente se desplaza en lo que puede. Triciclos, bicicletas, motos, cargando a niños y señoras, sus dueños van jugándose la vida y la de sus seres queridos.
Qué tiempos aquellos en que en un dos por tres se llegaba a cualquier parte caminando, lo que ahora es imposible salvo que sea usted un consumado atleta del bosque, acostumbrado a ejercitarse, necesitando además, como el audaz Marco Polo, tener todo el tiempo del mundo para ir de un lado a otro, de una orilla de la ciudad a otra que cuenta un buen número de kilómetros. Eso en una ciudad diseñada para el tránsito de vehículos, no de peatones.
Las velocidades han hecho que los motores se vuelvan los dueños de calles avenidas y grandes bulevares, por donde se corre como si se tratara de velódromos. Y la vida nos valiera un cacahuate.
El alza de los combustibles traerá, como es costumbre y quizá lógico, un incremento de precios en todos los insumos, aun en aquellos que no se figura uno tuvieran nada que ver con que la gasolina tenga un mayor costo. El caso de los nopales es paradigmático pues uno no se explica qué demontres de relación puede tener un aumento en el carburante con la cactácea. De acuerdo con el sistema jurídico al pueblo no le queda otra cosa que acatar lo que el Gobierno decide, por lo que le guste o no, el incremento es a chaleco, teniendo como única revancha el de ajustar cuentas en los momentos en que elige por voto popular y secreto a sus gobernantes. De ahí que los partidos políticos pretendan zafarse del costo político.
En estos días se ha estado oyendo que si es el Gobierno panista o es el PRI quien propone se pague más por el combustible. La presidente nacional de ese último partido se deslinda del incremento, a pesar que su propuesta dentro de la reforma fiscal es que se agregue al impuesto una cantidad que sea destinada a los gobiernos estatales, diciendo que la propuesta se hace en base a la iniciativa presentada por el Ejecutivo Federal.
Piden los priistas que no se crea que su partido es quien plantea el aumento ya que sólo busca mejorar la propuesta original enviada por el Ejecutivo. Se han oído barbaridades, pero ésta les gana a las demás. Es querer tapar la luz del Sol con un dedo.
Los legisladores pueden aprobar una iniciativa o no, de ahí que si dicen que están conformes en lo que propone el Ejecutivo es más que obvio que hacen suya la decisión de subir el impuesto a la gasolina. Aunque debe decirse que ésta es una discusión baldía que no nos lleva a ninguna parte.
Lo único que cuenta es que se hará el aumento con el visto bueno de uno y otro partido político. Mientras habrá qué apechugar con el alza de precios pues mientras aquéllos ventilan a grandes voces quién es el autor, el pueblo tiene muy en claro, con esa filosofía socarrona del que lo ha visto todo, que tanto peca el que mata la vaca, como el que le amarra la pata.