¡Cuán aprisa corrió el año 2007! Apenas iniciado el mes de enero los días se tornaron premiosos y fueron vorazmente consumidos por el dios Cronos, goloso de engullir y digerir día tras día y año tras año el decenio inaugural del siglo XXI, que se ha significado, urbi et orbi, por la velocidad de la comunicación cibernética.
El año 2007 concentró la atención de la opinión pública nacional en el Congreso de la Unión, convertido en depositario y usufructuario del inmenso cúmulo de poder que antes estuvo a disposición de la Presidencia de la República y de sus diversos modos de control político.
Dueño de la baraja nacional, cuyos ases, reyes, reinas, caballos y números tuvo a la mano uno de los militantes del PAN durante la coyuntura electoral del periodo 2000-2006, los diputados y los senadores de los tres partidos, PAN, el PRI y el PRD ejercieron a partir del último año la libertad constitucional de ser y disponer como representantes populares.
Ante ello el nuevo jefe del Poder Ejecutivo, Felipe Calderón Hinojosa, se observó chico y casi callado, tanto que por que así se veía más “bonito” como por no imitar a sus predecesores priistas y especialmente al panista inmediato anterior, quien con tanto hablar y hablar siempre metió la pata con todo y botas.
Por otra parte, la separación de los poderes Legislativo, Ejecutivo y Judicial que apenas vislumbramos ha probado que es posible consolidar el deseado equilibrio de las tres potestades constitucionales, bien expresado en la Constitución General de la República. Con todos los defectos que pudiera tener el reparto del imperio público, sobre todo en la valoración ética de los fines, la división de poderes podría engendrar a su tiempo una verdadera democracia, no sólo en la materia electoral sino en toda la vida nacional. Pero también una dictadura.
Ésta justa aspiración constitucional, sin embargo, difícilmente será una normatividad viva y actuante dentro del sexenio en curso, pues al presidente Calderón le ha tocado la de malas: ser apenas un cobayo del experimento político y débil puente de transición entre la autocracia y la democracia. Si Calderón se esforzará lo indispensable para consolidar los cambios que reclama la Nación y estos fueran institucionalizados y fortalecidos para mucho tiempo merecería el bien de la Patria; pero sólo va a poder intentar la hazaña y los cinco años siguientes no serán bastantes para alcanzarla, salvo que en el proceso de cambio a favor de una nueva, una más, de las tantas intentadas reformas del Estado, lograra calmar la volcánica participación de los partidos políticos y evitara que se conviertan en un poder autocrático semejante al que ejercieron los mandatarios de la República en los años del autoritarismo priista.
Y a sufrir eso vamos, si bien lo vemos. Y el pueblo, los gobiernos estatales, el poder municipal, los ciudadanos, todos quienes dignamente dejamos de servir a un amo, ahora iremos a servir a tres engallados partidos políticos y lo que es peor: a las pequeñas pandillas que los dirigen. Prueba al canto, fue la azarosa y poco útil defenestración del Consejo del Instituto Federal Electoral armada y manipulada para contentar la megalómana venganza de Andrés Manuel López Obrador contra Luis Carlos Ugalde. Tan azarosa y dislocada se preparó que éste fue despedido antes de tener resuelto el nombre de quién lo iba a suceder en el cargo de consejero presidente.
Y aquí otro hecho bochornoso: el ministro Góngora y Pimentel, de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, fue embaucado por el Partido de la Revolución Democrática para que dando un doble salto mortal con red abajo cayera en el regazo de AMLO como nuevo consejero presidente del IFE.
Góngora aceptó la indignidad y firmó la papelería conducente a su licencia como ministro de la Corte, ya que la renuncia no está consentida en la Ley sino por causa grave; luego presentó los exámenes que a una larga ristra de aspirantes les fueron propuestos y conversó amenamente, triunfalmente, con quienes iban a decidir su entronización. El PRD sentíase imponente, magnífico y sin embargo no lograba el consenso del PRI y del PAN sobre la sustitución de Ugalde: a todas vistas, Góngora era un candidato que no merecía confianza.
Sin decisión sobre el sucesor de Ugalde el escenario tuvo un final de suspenso, pues el tiempo actuaba en contra y habría que clausurar el periodo ordinario de sesiones. Así se hizo, dejando no sólo esa decisión, sino otros instrumentos legislativos sin resolver. La Junta de Coordinación Legislativa había fracasado.
Gustavo Flaubert dijo hace mucho en una carta personal: “El sueño democrático es elevar a los proletarios al majadero nivel de los burgueses”. El sueño se ha cumplido en México, podría agregar.
Y ahora un mensaje personal: Si bien no me extrañarán quienes me leen, me siento obligado a participar mi ausencia de este espacio en los próximos quince días. Estaré de vuelta en el mes de Enero. Entre tanto deseo a mis pocos lectores Feliz Navidad y próspero Año Nuevo, si la política y la economía lo permiten. Vale.